El día que RoRo subió al ring y la bajaron del pedestal

Las redes se han llenado de comentarios que la acusan de dejarse llevar por la fama y de abandonar el modelo de cuidadora devota que encarnaba

La influencer RoRo ha dejado de ser la novia ideal para la manosfera
KiloyCuarto

La devoción digital tiene memoria corta y exigencias altas. RoRo -elevada como símbolo doméstico por la ‘machosfera’ gracias a sus videos cocinando para su novio Pablo- acaba de descubrir lo frágil que es el pedestal cuando se construye sobre expectativas ajenas. No ha caído por escándalo, ni por traición, ni por falsedad. Su “falta” es más sutil, pero más imperdonable: apagar los fogones y desviarse del papel que otros habían escrito para ella.

El plot twist del relato

Ha bastado un entrenamiento de boxeo con Jake Paul -como parte de su preparación para La Velada del Año V, el evento de Ibai Llanos que fusiona influencers y combates amateur- para que quienes la veneraban la arrastren por el fango digital. Se le acusa de infiel, de oportunista, de haber cambiado.

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RoRo ya no es la novia ideal

Durante su estancia en Puerto Rico, ha compartido imágenes desde la casa del youtuber Jake Paul. Un encuentro profesional, incluso aspiracional. Pero hay narrativas que no perdonan los desvíos. Las redes se han llenado de miles de comentarios que la acusan de dejarse llevar por la fama, de traicionar a Pablo y de abandonar el modelo de cuidadora devota que encarnaba.

Lo más llamativo es que los ataques no provienen de detractores de su estilo de vida, sino de sus antiguos admiradores: una comunidad que dice defender a las mujeres respetuosas, femeninas y sumisas, pero sólo mientras se mantengan serviciales, obedientes y discretas. La misma lógica que la santificó, ahora la excomulga.

Cuando la tradwife se sale de la receta

RoRo conquistó uno de los rincones más rentables del algoritmo: el de la “tradwife” moderna. Una mujer que no confronta, que no compite, que cuida, cocina y sonríe. Su imagen se convirtió en emblema de una masculinidad nostálgica que idealiza a las mujeres como las de antes.

El relato funcionaba mientras ella permanecía en el plano doméstico. Pero el boxeo, la proyección internacional y -sobre todo- la autonomía para tomar decisiones propias pusieron a prueba el vínculo. Y no lo superó. No por ella, sino porque ese amor siempre fue condicional.

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La voz que ya no es dulce

RoRo ha roto el molde. Su voz dulce y su tono edulcorado se han evaporado. “¿Quién ha sido el subnormal que se ha inventado este rumor? Porque yo en mi vida he dicho nada de esto. Es que, ¿qué coño os pasa? De verdad, estáis malitos de la cabeza todos, ¿eh?”, ha reaccionado indignada ante las críticas.

Su novia perfecta ha sacado las garras. Adiós al personaje. RoRo es persona. Y esa transición es algo que muchas comunidades digitales, acostumbradas a consumir a las mujeres como símbolos, no están dispuestas a aceptar.

RoRo sigue siendo quien era: cocina, cuida, sonríe. Pero ahora también entrena, viaja y se defiende. Tiene agencia. Y eso, para algunos, es traición. En la machosfera, el ideal femenino sólo es válido si permanece pasivo. Basta una decisión autónoma para que se la acuse de feminismo encubierto.

La lección es inquietante: incluso cuando una mujer encarna todos los ideales tradicionales, será castigada si muestra deseo propio, fuerza y ambición. No buscan una compañera: quieren una asistente a tiempo completo.

RoRo no ha engañado a su pareja, pero se ha quitado el delantal, ha mostrado otras ambiciones y ha alzado la voz. Y eso es lo que incomoda.

La historia de RoRo no es la de una infidelidad, ni la de una caída pública. Es la de una mujer que, sin buscarlo, ha dejado al descubierto la fragilidad del relato en el que se la había encajado. Uno que solo funcionaba mientras no saliera de la cocina.