¡Que nos gusta una boda! El moño bien apretado, el modelito que nos sienta que ni pintado, la madrina con los nervios a punto de reventar el corsé, el novio más tieso que un ajo y los invitados que giran a un tiempo la cabeza para ver a la novia, que avanza muy lento del brazo de un padre con el orgullo contenido en sus ojos vidriosos.
Enseguida llega el “sí, quiero”, un beso tímido y las puertas que se abren de par en par: pétalos, arroz, palmas y muchos vivas. La alegría ya no tendrá freno hasta bien entrada la madrugada. El lío de la vida. Milenario, pero sin perder su latido. Hasta ocho veces repitió Elizabeth Taylor este ritual. Ocho bodas, siete maridos, un amor platónico y un gran tratado sobre el matrimonio. Siempre se casó por amor, porque estaba realmente enamorada en el momento y no entendía otra forma de amar que no llevase implícito el compromiso matrimonial. Y a pesar de los fracasos, no se arrepintió de ninguna de sus bodas.
¿Por qué nos seguimos casando? Elizabeth Taylor diría que por amor… por un amor y un proyecto vital, añadimos
En 2024, en España se celebraron 179.000 bodas, la cifra es baja y nos sitúa en los últimos puestos de los países europeos, pero nadie podrá acusarnos de no ponerle alma a la fiesta, como se aprecia en los datos que acompañan a este artículo. A partir de mayo, aprovechando los días más largos y el clima más agradable, abrimos la temporada de bodas. A falta de la reina Carlota, la casamentera de Los Bridgerton, tenemos a las wedding planners, que se ocupan de que todo salga milimétricamente perfecto.
Hemos dejado atrás el mercado matrimonial donde la alta sociedad buscaba el mejor partido para sus hijos o hijas como meta vital, pero nunca falta una Lady Whistledown que se ocupe de dar buena cuenta en redes sociales de cuanto ocurra durante la jornada nupcial. Si el compromiso ya no es una meta, ¿por qué nos seguimos casando? Por amor, nos diría Elizabeth Taylor. Por amor y un proyecto vital, añadimos.
Evolutivamente, hay una explicación: el compromiso favorece la estabilidad, la seguridad, la economía y la protección de cara a la crianza. Aunque en las últimas décadas la mujer ha dado vuelco a este argumento, la tradición sigue marcando el paso en cuanto a los roles de esposa y madre. Hay otro tipo de sesgos que dicen que la novia deposita en la boda mayor carga romántica y que para el hombre no deja de ser una institución práctica.
El intercambio de alianzas es el preámbulo de unos lazos que, bien cultivados, favorecerán la salud emocional, mental y física de los contrayentes, incluso si lo hacemos cuando ya peinamos canas -el 14% de los novios que pasan por el altar en nuestro país son mayores de 50- o aunque la decisión sea posterior a la llegada de los hijos, tal y como hace una de cada cuatro parejas.
La salud como pretexto tiene su fundamento. Según una investigación en la Universidad Purdue (Estados Unidos), el matrimonio se anima mutuamente a cuidarse y mantener hábitos saludables. Como consecuencia, alcanzan mayores niveles de felicidad y reducen los riesgos asociados a la depresión, el malestar psicológico y la inflamación. Por otra parte, aleja la sensación de soledad, un factor de riesgo muy común de enfermedad cardiovascular y mortalidad.
Sí, los casados son más longevos que los solteros (lo dice la ciencia)
La lista de ventajas que sigue a una boda es larga, siempre que el vínculo tenga como base el amor, el respeto, la confianza y la lealtad. Menos estrés, mejor gestión de los síntomas depresivos y una probabilidad menor de sufrir infartos de miocardio, ictus, cardiopatías coronarias, diabetes, cáncer y otras afecciones. En definitiva, los casados son más longevos que los solteros. Aunque todo ello esté respaldado científicamente, no es en lo que piensan los enamorados cuando deciden pasar por el altar. Todo eso llegará, pero de momento toca planificar ese gran día, algo que exige unos doce meses de antelación.
Lucía Cuín, wedding planner y creadora de Querida Lu, nos da algunos detalles de cómo son las bodas en una época en la que las redes acaban acaparando el protagonismo y donde las parejas llegan con el manual de estilo de alguna influencer y su vida aspiracional. “Vienen con muchas ideas y casi ninguna propia. Ideas que no encajan ni en su personalidad ni en su presupuesto. Es lo primero que hay que romper porque cada pareja tiene que encontrar sus momentos bonitos. A partir de aquí, estudiamos cada paso. Desde la elección del vestido hasta la gestión de los proveedores y el cóctel nupcial”.
Una influencer o incluso una película como ¡Mamma Mia! (2008) puede inspirar con su estética boho-chic una boda mediterránea, de espíritu libre y con el mar de fondo, pero al final, según nos indica, Cuín, cada pareja debe encontrar su propia narrativa. “El objetivo es la autenticidad, los elementos que reflejen la personalidad de los novios y el vínculo con sus invitados. Es una petición que se repite en casi todas las personas con las que trabajo”.
La figura de wedding planner ha transformado absolutamente la estética nupcial. Entre las tendencias más actuales, Cuín destaca la música en directo, la experiencia gastronómica, los regalos personalizados que se llevarán los invitados, las flores naturales si la boda es de mañana y búsqueda de luminosidad si es al atardecer y, en lugar de los tradicionales menús inacabables, un cóctel más largo, que invita a la conversación con cada uno de los presentes. “Se trata de hacer de hacer del evento un momento muy especial, cuidando la estética, pero sin artificios que desvirtúen el sentido de la ceremonia”. Con canas, niños o la casa a medio hacer, Cuín nos lo confirma: España sigue siendo un país de bodas.