Detrás de cada niño robado en España -más de 300.000- hay una crónica que nunca deja de sangrar, mire por donde se mire. Son vidas robadas. La de la niña Armero, nacida en la clínica Vistahermosa de Alicante en mayo de 1982, se va tejiendo a partir de un vestido bordado de flores. Un vestido que cosió su madre, Vicenta, mientras aliviaba la espera de su parto gemelar. Dos niñas, dos vestidos, dos cunas, dos ramas idénticas de un mismo árbol que acabaron tronchándose por la avaricia de algún vientre estéril, por alguien que tenía codicia de lo ajeno.
Gema Armero tiene 43 años y busca incansable a su hermana gemela desde que tiene uso de razón. En 2012, dieron con la niña que murió en los brazos de sus padres casi al nacer y enterrada en una fosa común, donde fue identificada gracias al vestido de punto. Pero resultó que aquella bebé, tal y como siempre sospecharon, no era su gemela. Su ADN nada tenía que ver con el de la madre. Gema quiere compartir este relato con Artículo14 porque la terca esperanza de encontrarla es la única balsa de su madre para sobrevivir. Ambas mantienen muy viva esa ilusión.
¿El parto de Vicenta transcurrió normal?
Era su tercer embarazo y estaba muy tranquila. Todo iba muy bien y el parto fue rápido. Ya era madre de otros dos niños, de ocho y cuatro años. Fue un parto a término y pesamos 2,800 kilos.
No era una familia desestructurada, un argumento con el que se justificaba en la época arrebatarle el bebé a la madre para darlo en adopción.
Mi padre era camionero y, lógicamente, viajaba mucho, pero era una familia normal. Pagaron un seguro privado para que mi madre diese a luz en las mejores condiciones. Tuvieron más hijos.
¿No observaron nada raro en la clínica?
Con el tiempo, atamos muchos cabos que no tenían sentido. En primer lugar, a mi madre la durmieron y la medicaron durante el tiempo que estuvo ingresada, lo que le dificultó ser consciente de lo que estaba pasando allí. No le dejaron ver a las recién nacidas. Ya por la noche, se presentaron dos facultativos con una niña en brazos para que se despidiese de ella porque sufría un soplo y tenían que llevársela urgente a Madrid. Al día siguiente, después de recibir mi madre el alta conmigo, les llamaron para recoger a la pequeña en Madrid porque no saldría adelante. Mi padre regresó a Alicante con ella agonizando. Su pediatra de Alicante les envió a casa, donde murió. Mi madre, aún en shock por la medicación, la amortajó con el vestido de punto que nos había tejido y, a pesar de tener nicho, desde el hospital decidieron enterrarla en la fosa común. Todo con prisas, sin explicaciones y sin documentación.
Esa prenda fue clave en la exhumación.
Tanto el vestido como la sonda del cateterismo, que estaba intacta, igual que sus huesos. Fue decisivo para poder identificarla. El ADN confirmó que la niña enterrada no era mi hermana.
¿Cómo fue crecer con la sospecha de que su hermana fue robada?
Desde el día de su entierro, mis padres y el resto de la familia supieron que había algo muy extraño en todo aquello, pero había demasiado sufrimiento como para mencionarlo o compartirlo. Se convirtió en una especie de tabú. Por otra parte, era una época aún anclada en el pasado y alzar la voz implicaba señalar a personas muy poderosas en la época, como los médicos responsables o las religiosas, que fueron cómplices de todo. Eso no significaba olvido, sino dolor. Yo crecí con esa ausencia. Iba al cementerio y me prometía que algún día exhumaría sus huesos. En secreto, iba buscando a alguien que se pareciese a mí.
¿Cómo dio el primer paso para solicitar la exhumación?
Cuando en 2012 los medios de comunicación empezaron a divulgar los primeros casos de bebés robados, descubrimos que todos seguían el mismo patrón. Ese patrón era también el nuestro. Con cautela y sin querer generarle demasiadas expectativas, le pregunté a mi madre si dábamos eses paso y me respondió que sí. En diciembre de 2012 nos aprobaron la exhumación. A partir de ese ADN revelador, iniciamos un camino lleno de sufrimiento y muy frustrante, pues todas las puertas se nos cerraban.
¿El reconocimiento de bebé robado por parte de la Fiscalía ayudó a la búsqueda?
La investigación judicial enseguida se detuvo con la excusa de falta de recursos para localizar a los bebés desaparecidos. Todas las pesquisas nos llevan a la conclusión de que estaba implicada mucha gente poderosa y adinerada: militares, jueces, médicos, políticos, artistas… No es una suposición. En este tiempo me han llamado muchas personas con papeles en la mano. Una de las prácticas más comunes era regalar a aquellos niños a parejas que simplemente necesitaban un hijo para huir del estigma de la esterilidad.
¿Alguna vez tuvo el impulso de hablar con el equipo médico que atendió a su madre?
Tuve el impulso y el coraje de hacerlo. Eran dos ginecólogos, un pediatra y una matrona. No sirvió de nada. Se desentendieron. Excepto uno que falleció, el resto siguió ejerciendo la medicina durante años, incluso después de conocerse que mi hermana fue un bebé robado.
Quiere dar visibilidad por si alguna mujer de 43 años se ve reflejada en su rostro. ¿Ha recibido alguna llamada?
Mucha gente ha creído ver a alguien igual. Solo una vez vi la probabilidad de que una mujer que había sido adoptada pudiese ser mi hermana. Cotejamos nuestro ADN y resultó negativo. A cambio, gané una amiga con quien mantengo un vínculo casi fraternal. Me encantaría que mi hermana gemela leyese esta entrevista y se viese reconocida.
Su padre falleció sin ver cumplido el sueño de abrazar a su hija.
Es el drama que se repite en cada una de las familias con un hijo que les fue arrancado al nacer. En 2012 dijeron que había 300.000. Han ido saliendo muchos más y todavía hoy siguen apareciendo casos. A la Justicia le viene grande todo esto. Es una vergüenza, pero hay que decirlo alto: la trama de los bebés robados continúa. Es la trama del siglo XXI. ¿Por qué no se legisla adecuadamente? ¿Por qué no existe un banco de ADN, una abogacía especializada, una Fiscalía implicada, una respuesta institucional?