A Mar y Daniel les llevó casi tres años decidirse a tener su primer hijo. Hoy, con un bebé de nueve meses, familiares y amigos dan por hecho que el hermanito llegará más pronto que tarde. Ellos sonríen, esquivan la pregunta y cambian de tema. La realidad, confiesan, es otra. “Nos gustaría tener dos, incluso tres. Pero no podemos. No con los sueldos que tenemos, ni con el precio del alquiler, ni con los horarios que llevamos”.
Su historia está marcada por la distancia entre el número de hijos que desean y los que finalmente pueden tener. El deseo que no se cumple. Una brecha que, poco a poco, está impulsando el crecimiento de las familias con un solo hijo.
Ese desfase ya tiene nombre: fertility gap, o brecha de fertilidad. Y en España se manifiesta con especial claridad. Según los últimos datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística (INE), publicados el 19 de noviembre de 2025, el número medio de hijos por mujer se situó en 1,10 en 2024, uno de los niveles más bajos de toda la Unión Europea y muy lejos del reemplazo generacional. Lo más llamativo es que, según encuestas, la mayoría de jóvenes españoles afirma que le gustaría tener dos hijos. Sin embargo, el deseo y la realidad parecen haberse divorciado.
El precio de tener un hijo… y el de tener dos
El coste de la vida es la explicación más repetida. Basta con sumar vivienda, guardería, alimentación, una conciliación casi inexistente y una inflación que erosiona sueldos ya de por sí ajustados. Detrás de las cifras hay una sensación permanente de fragilidad. “Con uno podemos llegar a fin de mes. Con dos sería como caminar sobre hielo fino”, sostiene Mar.
Según estimaciones de organizaciones como Save the Children, criar a un hijo en España puede costar hasta 700 euros al mes. Para miles de familias, ese presupuesto convierte la idea de ampliar la familia en una quimera tanto emocional como económica. A ello se suma un factor menos visible, pero igual de determinante: la carga mental. En España, las mujeres siguen asumiendo la mayor parte del trabajo doméstico y de cuidados, una desigualdad que pesa de forma decisiva a la hora de plantearse si dar o no el paso hacia un segundo hijo.
“No es que no quieran más hijos, es que no pueden”
Natalia Pardo, psicóloga especializada en maternidad y crianza, lleva más de diez años acompañando a mujeres y parejas en estos procesos. «El deseo de tener más hijos no está desapareciendo, lo que se está debilitando es el soporte necesario para hacerlo posible», afirma en declaraciones a Artículo 14.
“Cada semana veo parejas que llegan agotadas tras el nacimiento de su primer bebé y que me dicen: “Siempre quisimos tener dos, pero ya no podremos””, explica. “Lo expresan con tristeza, a veces con culpa, pero sobre todo con realismo”.
Según la psicóloga, la presión actual es el resultado de una combinación de fatiga estructural y fatiga emocional. Por un lado, horarios laborales incompatibles con los ritmos y necesidades biológicas de los niños; por otro, la sensación de estar criando prácticamente en soledad, sin una red comunitaria ni un apoyo institucional suficiente.
“En España hemos pasado de la familia extensa a la crianza en soledad. Y criar en solitario, con trabajos exigentes y salarios que no alcanzan, hace que la decisión de tener un segundo hijo deje de ser emocional y se convierta en un cálculo de supervivencia”, sostiene.
Pardo recuerda, además, que la maternidad y la paternidad se retrasan cada vez más, lo que estrecha la ventana fértil: “El deseo existe, pero el tiempo no perdona”. Cuando por fin llega cierta estabilidad económica, añade, esa ventana puede haberse reducido de forma irreversible.
Una tendencia que ya se refleja en las cifras
El retrato que dibujan familias y expertos ya se refleja en los datos. En la última década, los nacimientos de segundos hijos han caído más que los de primeros. Mientras, el porcentaje de hogares con un solo hijo no deja de aumentar.
Los demógrafos advierten de que este patrón puede redefinir el mapa social del país: menos hermanos, más hijos únicos, más adultos mayores dependientes en el futuro y una carga creciente sobre generaciones cada vez más reducidas. La pirámide poblacional española, ya invertida, amenaza con inclinarse aún más en los próximos años.
El deseo no satisfecho
Más allá de las estadísticas y los gráficos, existe la vida que pudo ser y no fue: una maternidad o paternidad limitada por obligación, no por elección.
“Hay una especie de duelo silencioso en muchas madres y padres jóvenes”, afirma Pardo. “Un duelo por la familia que imaginaron y que no podrán formar. Nadie habla de ello, pero está ahí”. Este duelo convive con la alegría por el hijo que sí llegó, pero la renuncia pesa. Y pesa aún más cuando el entorno insiste en preguntar: ¿Y para cuándo el segundo?.
¿Y ahora qué? La pregunta sobre el futuro es inevitable. ¿Puede revertirse esta tendencia? Los expertos coinciden en que sí, pero solo a través de políticas sostenidas: conciliación real, permisos iguales y transferibles, apoyo económico directo a las familias, vivienda accesible, horarios laborales racionales y una red pública de cuidados que alivie la carga invisible que hoy recae sobre los hogares.
Mientras tanto, la realidad avanza más rápido que las soluciones. Miles de parejas como Mar y Daniel continúan equilibrando deseos, cuentas bancarias y tiempos biológicos. Su decisión final aún no está tomada, pero, como tantas familias en España, asumen que la brecha entre lo que sueñan y lo que pueden permitirse, marca la demografía del futuro.


