La lactancia materna es el primer gesto de amor que puede recibir un recién nacido al abandonar el vientre materno. Concentra nutrición y defensas inmunológicas y es el mejor refugio emocional. Madre e hijo acompasan su respiración y construyen un vínculo duradero. La leche materna contiene los nutrientes y factores bioactivos que impulsan su maduración cerebral y ayudan a armar la complejísima arquitectura neuronal.
En el seno de su madre, el bebé identifica su calor y olor. Cuando prestamos atención a sus sensaciones y los cuidados son constantes y seguros, nuestro hijo encuentra la fortaleza para ir adaptándose a su vida extrauterina. Desde cualquier plano -nutricional, emocional, de salud…- es un alimento insuperable, a medida de lo que su organismo necesita en cada momento. En este sentido, no existe fórmula que iguale a la leche materna.
Detector de emociones
Pero el recién nacido es una esponja sensorial. Percibe la mínima tensión en el cuerpo de la madre, el mínimo revés, el mínimo gesto de tristeza. Incluso la composición de la leche. Investigadores del Instituto Nencki de Biología Experimental de Varsovia (Polonia) han descubierto en un estudio con 103 parejas de madre e hijo de la localidad de Breslavia que la leche materna podría almacenar los recuerdos vividos por su progenitora y transmitir en ella los traumas del pasado.
Según este hallazgo, en la personalidad del bebé está la huella del estrés y este puede haberse transmitido de generación en generación. El abandono, la negligencia o el abuso durante la infancia podrían tener efectos negativos en la salud mental. No solo de quien lo sufrió, sino de su descendencia.

Los investigadores, que ya habían realizado un estudio similar sobre el esperma que indicaba que la depresión se podía heredar a través del padre, quisieron comprobar si este mismo efecto podría ocurrir a través de la leche materna. Las parejas fueron evaluadas en el nacimiento, a los cinco meses y al cumplir un año. Además de analizar las cadenas moleculares de la leche, decisivas en la expresión y las funciones de varios genes cruciales para el neurodesarrollo, las madres respondieron a un cuestionario sobre el temperamento de sus bebés y otro sobre sus antecedentes en la infancia antes de los 12 años.
Los niños cuyas madres habían vivido experiencias difíciles mostraban una tendencia leve hacia rasgos de carácter más sensibles o reactivos. El estudio no cuestiona los beneficios de la leche materna, simplemente buscó comprender cómo las experiencias pasadas pueden dejar huellas biológicas y visibilizar la importancia del bienestar emocional de la madre y el apoyo psicológico durante la maternidad.
También la influencia paterna
Los autores destacan además que existen otros factores que marcan los patrones de comportamiento infantil, como la predisposición genética, el consumo de alcohol o drogas por parte de la madre, el nivel socioeconómico, el entorno perinatal y posnatal, así como el tipo de personalidad materna y las experiencias prenatales.

“Los padres pueden contribuir directamente al desarrollo de la descendencia mediante su participación en el cuidado y el apoyo emocional, El comportamiento paterno influye también indirectamente en el temperamento infantil al condicionar los niveles de estrés materno, lo que a su vez moldea las interacciones madre e hijo”, concluye el estudio.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), casi tres de cada cuatro niños experimentan algún tipo de adversidad antes de los cuatro años. Investigaciones recientes han reconocido cada vez más que muchas enfermedades mentales y físicas de inicio en la edad adulta tienen su origen en los efectos acumulativos de las adversidades sufridas durante la infancia.
Las experiencias adversas en la infancia, que incluyen la exposición al abuso emocional, físico o sexual, la negligencia, la separación o el fallecimiento de los padres, o vivir conflictos, pueden afectar de forma generalizada las funciones cerebrales y corporales. En consecuencia, aumentan el riesgo de padecer diversos problemas de salud mental y física en la edad adulta, que van desde la depresión, la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático hasta la diabetes mellitus y el cáncer.
Durante los primeros años de vida se producen doscientas mil sinapsis por minuto. Si la madre está en un entorno favorable, el bebé recibirá el apoyo emocional que necesita para ese desarrollo.

