La Marina marroquí intercepta y golpea brutalmente a un menor mientras nadaba hacia Ceuta cerca de El Tarajal”

Un menor marroquí denuncia haber sido golpeado y herido por la Marina Real durante un intento de cruce a nado hacia Ceuta, un episodio que reactiva las críticas a sus métodos de control migratorio

Al mediodía del martes, las aguas que separan Ceuta de Marruecos permanecían bajo una estrecha vigilancia. Desde julio, la presión migratoria ha vuelto a situar en alerta a las fuerzas de seguridad de ambos lados de la frontera. En pocas semanas, más de un centenar de personas —entre ellas menores de edad— han conseguido alcanzar la ciudad autónoma, poniendo de nuevo en tensión los dispositivos de emergencia destinados a su acogida. A escasos metros de los espigones del Tarajal, patrullas de la Guardia Civil y de la Marina Real marroquí se mantenían desplegadas para localizar y frenar los intentos de llegada a nado desde las playas de Castillejos, la localidad marroquí más próxima a Ceuta.

En virtud de los acuerdos de cooperación en materia migratoria, las patrulleras de la Guardia Civil acceden con frecuencia a aguas marroquíes para apoyar el dispositivo que Marruecos mantiene en el litoral norte. En esta época del año, la vigilancia se refuerza: el rey Mohamed VI pasa sus vacaciones estivales en la residencia real de M’Diq —antiguo Rincón durante el Protectorado español—, una localidad pesquera situada a pocos kilómetros de la frontera. El mar estaba en calma y las corrientes parecían favorables; la niebla matinal se había disipado. Desde una patrullera española, los agentes distinguieron a un grupo de jóvenes que avanzaban con brazadas rápidas hacia la costa ceutí. Avisaron a la Marina Real, que se encarga de recogerlos antes de que crucen la frontera marítima. Una embarcación neumática apareció poco después y subió a bordo a diez migrantes.

Foto de archivo.

Cuando ponían rumbo a la playa, uno de los marineros señaló hacia el espigón: a unos metros, un chico nadaba solo, decidido a no detenerse. Era menor de edad, según ha podido confirmar este medio. Ni los gestos ni las voces que le dirigían desde la embarcación lograron que aflojara el ritmo. Seguía braceando con la vista fija en el inicio del vallado fronterizo español.

Tras desembarcar a los migrantes ya interceptados, la neumática regresó hacia él. El piloto maniobró hasta colocar la proa a escasa distancia, cerrándole el paso y navegando en círculos alrededor de su posición. El menor, agotado, se sumergió bajo el agua para esquivar la embarcación, que pasó a pocos centímetros de su cuerpo con el motor en marcha. En una de las maniobras, el oficial que dirigía al piloto logró sujetarlo y, entre golpes, el chico consiguió zafarse unos segundos antes de volver a ser alcanzado.
Entre empujones, bofetadas y puñetazos, el menor fue finalmente izado a bordo. Una vez en tierra, las agresiones continuaron antes de que fuera conducido, junto al resto del grupo, hasta la base que la Marina Real mantiene junto a la frontera de Ceuta.

Agentes de policía en un puesto de control aduanero en la frontera terrestre con el enclave español de Ceuta, en Fnideq, Marruecos.
EFE/ Jalal Morchidi

Lesiones permanentes

En un vídeo grabado posteriormente, el joven relató lo ocurrido: “Estaba intentando emigrar como todo marroquí, con algunos amigos, cuando la policía española me interceptó y no quiso recogerme. Llamaron a la Marina Real para devolverme. Llevaba horas nadando y veía mi sueño acercarse; por eso no quise subir. Eso enfadó a un agente, que me golpeó e intentó atropellarme con la embarcación. Intenté alejarme del motor, pero me hirió en el pie. Me pusieron 24 puntos y ahora no puedo mover los dedos como antes”. La herida profunda en el pie derecho requirió sutura y, según su testimonio, le ha dejado una limitación permanente de movilidad.

Tras la difusión de las imágenes y del testimonio en redes sociales y medios, las Fuerzas Armadas Reales de Marruecos anunciaron la apertura de una investigación para esclarecer los hechos. “Tras la circulación de un vídeo en el que se observa a un miembro de una patrulla de la Marina Real realizando acciones calificadas como inapropiadas contra una persona que se presume candidata a la migración irregular cerca del enclave de Ceuta, se ha abierto una investigación para determinar con precisión las circunstancias del incidente”, señaló el comunicado militar.

Control fronterizo polémico

No es la primera vez que las prácticas de control fronterizo en esta franja marítima generan controversia. En episodios anteriores, organizaciones de derechos humanos han denunciado maniobras peligrosas contra personas que intentaban alcanzar Ceuta a nado, así como devoluciones inmediatas sin garantías. El corredor entre Castillejos y los espigones del Tarajal se ha convertido en un punto crítico, especialmente en verano, cuando el mar en calma y las noches cortas incrementan los intentos de cruce y ponen a prueba los protocolos de actuación de ambos países.

El episodio se enmarca en un sistema de control fronterizo que, desde hace más de dos décadas, ha delegado en Marruecos la tarea de frenar las salidas hacia Europa. La externalización de la frontera —sostenida con financiación europea y cooperación bilateral— ha consolidado en el norte marroquí un espacio de contención en el que el uso de la fuerza contra migrantes se tolera como parte de la rutina operativa.

En estos años, las costas de Castillejos, Beliones, Belyounech o Alhucemas, el Rif, han sido escenario de interceptaciones violentas, golpes y devoluciones en caliente, tanto contra personas procedentes del África subsahariana como contra jóvenes marroquíes. Los menores, lejos de recibir protección, comparten la misma suerte: ser conducidos hasta la playa sin garantías, a menudo tras sufrir lesiones que dejan huella física y psicológica. La violencia registrada en este caso encaja en un patrón conocido en la frontera sur. Desde los primeros acuerdos hispano-marroquíes en materia migratoria —firmados a finales de los noventa y reforzados tras la crisis de los cayucos en 2006—, Marruecos actúa como gendarme de Europa en el Estrecho y en el Atlántico. La estrategia se ha consolidado con patrullajes conjuntos, intercambios de inteligencia y financiación europea para reforzar las capacidades de control y disuasión.

En la práctica, la primera línea de defensa europea no está en Ceuta ni en Canarias, sino en las playas y calas marroquíes. Allí, las intervenciones se producen sin supervisión judicial y en un marco de opacidad. Testimonios recopilados durante años por periodistas y organizaciones describen un mismo procedimiento: intercepción inmediata, uso de la fuerza para someter al nadador o a la embarcación, devolución forzosa y, en ocasiones, detención temporal en instalaciones militares o policiales antes de ser liberados en el interior del país.

Violencia y abuso de poder

Informes internacionales han documentado violencia extrema, confiscación de objetos personales y destrucción de material electrónico. En el caso de menores, amparados teóricamente por convenios internacionales, no se observa un procedimiento diferenciado ni protección específica. El caso de la agresión sufrida por el joven en el agua se suma a un archivo que crece año tras año y que documenta cómo, en esta franja del Estrecho, la seguridad se impone de forma sistemática sobre cualquier compromiso con la protección de la vida y los derechos humanos.

Lo ocurrido forma parte de una rutina operativa en la que la fuerza física, las devoluciones inmediatas y la ausencia de garantías legales son elementos recurrentes en el control fronterizo. Para quienes esperan su momento en las playas de Castillejos o en los barrios más humildes de ciudades y pueblos del norte de Marruecos, el mensaje que transmite este mar es claro: no solo separa dos orillas, también castiga a quienes intentan cruzarlo. Y lo que transmite la alambrada que recorre el espigón y se eleva sobre la frontera terrestre no es menos explícito: disuadir, contener y mantener fuera a quienes sueñan con alcanzar la otra orilla.

TAGS DE ESTA NOTICIA