Quizá sus avances no copen las portadas de los periódicos cada día, pero el trabajo de las tres mujeres que van a conocer está cambiando el futuro de los pacientes de cáncer. Gracias a ellas, el panorama de las personas diagnosticadas de esta enfermedad podría ser muy diferente (mejor) en menos de un lustro. Sus áreas de investigación son muy diferentes, pero su objetivo es el mismo: personalizar los tratamientos para acabar con el cáncer.
El diagnóstico en una sola gota
Clara Montagut es oncóloga especializada en cáncer de colon e investigadora Fundación CRIS contra el cáncer. Su investigación está centrada en la biopsia líquida que, para entenderlo, permite ver con un simple análisis de sangre si el paciente que ha sido operado de cáncer de colon necesita quimioterapia posterior o no.
“Cuando a un paciente se le opera de cáncer de colon, se le dan 6 meses de quimio por si acaso, es el protocolo. Pero el 80% ya se ha curado. Se podrían ahorrar esa quimio. Es lo que hace la biopsia líquida: nos enseña si está curado”, explica. La idea es personalizar cada tratamiento, nos cuenta: “Cuando tratamos un cáncer, no es quimio y adiós muy buenas. Hay que poner nombre y apellidos a cada cáncer y a cada paciente. Cada vez más el tratamiento del paciente con cáncer es algo global y multidisciplinar. Si no hace falta tratar no hay que tratar . Y aquí es donde entra la biopsia líquida. En una analítica de sangre, que es un procedimiento que no es agresivo, puedes tener una foto del cáncer del paciente. En una sola gota de sangre hay mucha información para curar a un paciente”.
Esto tiene una ventaja añadida: gracias a algo tan simple como un pinchazo no solo se le ahorra al paciente el trauma de la quimio, sino que también se ahorran los costes sanitarios. “De momento se han hecho ensayos clínicos: Pegasus en 12 hospitales españoles, por ejemplo o el que se está haciendo ahora, Sagitarius, a nivel europeo. Los ensayos muestran que la biopsia líquida está lista para usarse. El siguiente paso es que llegue al sistema sanitario. Es algo que beneficia al paciente y, además, a nivel económico ahorra gastos”.
Esa es la razón por la, quizá en breve, veamos la biopsia líquida como algo habitual en nuestros hospitales. “Entre 3 y 5 años -asegura Montagut-. Eso, en investigación, es un plazo muy corto, hay que tener en cuenta que empezamos la investigación hace ya 15 años. Pero es difícil precisar más porque hay por medio cuestiones de registro, políticas… lo ideal sería que en breve Sanidad lo integrase en su cartera de servicios”.
El papel de la inteligencia artificial
Raquel Pérez es radióloga investigadora de la Fundación CRIS y Jefa de investigación Radiómica del Instituto de Oncología Vall d’Hebrón. Su disciplina se centra en interpretar las imágenes que se nos toman en el hospital, como un TAC por ejemplo. Y es aquí donde entra la Inteligencia Artificial.
“Igual que la IA está revolucionando muchos aspectos de nuestra vida diaria, a nivel médico puede analizar grandes volúmenes de datos para mejorar la prevención, el diagnóstico y el tratamiento del cáncer”. Pero, ¿cómo lo hace?, le preguntamos. “La IA tiene una gran capacidad para analizar patrones a partir de la información clínica, de un análisis de sangre o genéticos del tumor y también estudios radiológicos del paciente. Con ellos puede detectar patrones repetitivos que se asocian al riesgo de desarrollar esa enfermedad o que nos están indicando que el cáncer ya se ha desarrollado o incluso qué características tiene que lo hacen más susceptible de responder a estos tratamientos. Esto nos permite personalizar la atención médica y tomar decisiones más precisas.”
Es algo que ahora se hace gracias al trabajo humano y que es, por tanto, subjetivo. “Ahora mismo, la interpretación de las imágenes que hacemos para ver si un paciente responde o no a un determinado tratamiento se hace gracias a radiólogos formados, pero es una interpretación totalmente subjetiva: depende de la persona, de la calidad de las imágenes…”.
Nos explica que en radiología el impacto de la IA no es algo tan nuevo y que, de hecho, empezó a notarse entre 2010 y 2015, debido al avance del deep learning. “Estas tecnologías ya se aplican en algunos hospitales en programas de detección de cáncer de mama o de pulmón. Pero en nuestro caso trabajamos en herramientas algo más complejas que aún están en desarrollo”.
Toda una revolución
Ana Ruiz Sáenz es la directora del grupo de investigación en resistencia a terapias contra el cáncer en el centro CIC BIOGUNE en Bilbao e investigadora Fundación CRIS. Su trabajo busca ahondar en las terapias contra el cáncer de mama.
“Lamentablemente, muchos tumores desarrollan resistencia a estas terapias y es ahí donde nosotros centramos la mayor parte de nuestro trabajo: entender cómo las células tumorales cambian, se adaptan y consiguen disuadir al sistema inmune y limitar la eficacia de los fármacos. Entender el proceso de resistencia es fundamental para mejorar las perspectivas de estas pacientes”.
Porque cuando un tumor se hace fuerte por un lado, se debilita por otro. “Por suerte, la capacidad de adaptación de las células tumorales que compromete la eficacia de los tratamientos, viene asociada con la aparición de nuevas vulnerabilidades en el tumor que se pueden aprovechar terapéuticamente”, dice.
Una de sus líneas de trabajo más importante es la que se centra en un tipo de terapia a la que se conoce como “anticuerpos conjugados a fármacos”. “Son una de las terapias más avanzadas que existen en la clínica. Se basan en la unión de un anticuerpo a pequeñas moléculas citotóxicas que inducen la muerte del tumor a través de diferentes mecanismos moleculares. De este modo se pueden prevenir muchos efectos secundarios asociados con el uso sistémico de quimioterapia”.
Dentro de todos esos anticuerpos conjugados hay uno especialmente interesante: el trastuzumab deruxtecan. Su ventaja es que podría ser útil no solo en pacientes de cáncer de mama, sino también en pacientes con otros tipos de cáncer. “Esto está siendo una revolución en la clínica. Estos fármacos están funcionando en tumores en los que no se preveía su eficacia y es algo que sucede por primera vez y que merece la pena investigar con más profundidad para personalizar el tratamiento de estos pacientes”.
El mensaje optimista de Ana va más allá: “Creo que estamos solo al comienzo, que a estos anticuerpos conjugados a fármacos les queda mucho recorrido, que habrá nuevos diseños, mejoras en su eficacia y que previsiblemente mejorarán lo que todos conocemos ahora como medicina de precisión”.