
Chapu resucita a Krahe en el templo de Baal
Una bruma densa y misteriosa, como de cuento de Poe, rodea la etimología del adjetivo “gilipollas”. Se cuenta, en general, que el término se remonta al siglo XVII: el fiscal del Consejo de Hacienda durante el reinado de Felipe III, don Baltasar Gil Imón de la Mota, acudía a los saraos acompañado de sus dos o tres hijas –el relato varía según el evangelista–, unos bichos de la patata más feas que “Modrić mojado” (Comandante Lara) a las que el buen hombre intentaba emparejar desesperadamente. “Ya están aquí Gil y sus pollas”, decían, con mala follá patria, quienes los divisaban.