Tribuna

Una sociedad pornificada

La Fiscalía General del Estado estima que la violencia sexual en menores ha crecido en un 116 por ciento en los últimos años

A la violencia sexual también es importante prestarle atención Unsplash

Si por algo se caracteriza principalmente esta IV ola feminista es por la concienciación, organización y movilización de las jóvenes a través del uso de la tecnología y las redes sociales y la identificación y reconocimiento de la violencia sexual como expresión de la opresión de las mujeres a través del sometimiento y libre acceso de sus cuerpos.

Desde el movimiento #MeToo, pasando por el caso de ‘La Manada’ de San Fermín, hasta casos más recientes como el beso no consentido a Jenni Hermoso en la final del mundial, millones de mujeres han compartido sus propias experiencias y han salido a las calles reclamando medidas que pongan fin a la violencia.

En los últimos años, asistimos alarmadas a un aumento de la violencia sexual contra las mujeres y, en especial, a su relación con la pornografía, así, asistimos a datos tan impactantes como el aumento en un 116% de la violencia sexual en menores, según la Fiscalía General del Estado.

Hemos de poner en contexto la situación. Vivimos en una sociedad patriarcal y pornificada, donde la cultura de la violación nos inunda en todos los ámbitos, desde la música que escuchamos, las series y películas que vemos, el comentario de un familiar, discursos políticos negacionistas de la violencia contra las mujeres…

Nos desenvolvemos en una sociedad que aún tiene arraigado (cada vez menos) el machismo. Se nos socializa de una manera diferencial a hombres y mujeres mediante estereotipos, se nos subordina y se nos deshumaniza, nos cosifican.

Debemos recordar que la violencia sexual tiene un componente crucial y es que, en el orden patriarcal, esta se utiliza como un arma política, un acto de poder, ejemplarizante, para señalar el lugar que las mujeres ocupamos en el mundo.

Por ejemplo, en nuestra investigación ‘Noches Seguras’ en 2019 en la que analizamos la violencia sexual en espacios de ocio nocturno, pudimos comprobar la reproducción de esas relaciones de poder ejercidas por hombres.

De hecho, identificamos que los chicos activan estrategias de manera consciente para acceder a los cuerpos de las mujeres. Entre ellas, la sumisión química oportunista, la sumisión química proactiva como los pinchazos que sembraron el pánico en el verano de 2022, el acoso grupal, esperar que las mujeres se queden solas, generarles confusión,
apartarlas del grupo, y otras estrategias que refuerzan la camaradería masculina como las ‘manadas’.

Todo ello viene a traducirse en que nuestro lugar, no es el espacio público y que nosotras somos seres inferiores y ellos pueden hacer con nosotras lo que deseen.

Es por ello que tenemos que atender a la construcción patriarcal del deseo sexual masculino, ya que es la antesala a la violencia sexual. Diversos estudios desvelan que nuestros jóvenes varones consumen casi a diario pornografía, considerándola su principal fuente de educación sexual. Dicha pornografía suele ser de contenido humillante, degradante y violento, en el que existe una ausencia del consentimiento, aprenden a erotizar el daño físico contra las mujeres, a verlo incluso como algo excitante y placentero
para ellas. Como una demostración de hombría.

Este poder sobre nosotras, las mujeres, debe ser mostrado para ser reconocido por su grupo de iguales. Y aquí es donde entra la violencia sexual digital, un espacio en el que se nos sigue deshumanizando.

Con una perspectiva feminista, por ende, de derechos humanos, tenemos un posicionamiento crítico con la pornografía.

En FMJ hemos presentado recientemente el informe ‘Onlyfans. Un espacio blanqueado del sexo’ en el que realizamos un análisis de las nuevas formas de violencia sexual y la misoginia en plataformas como Onlyfans.

Se trata de una plataforma donde más de un 97% de los cuerpos expuestos son de mujeres, un espacio que genera millones de euros al año convirtiéndolas en productos y mercancía a través del consumo continuado de contenidos pornográfico y prostitución. Aprovechándose de la precariedad socioeconómica, las inseguridades, la falsa idea de empoderamiento a partir de la hipersexualización…

Y es que, si observamos bien, podemos ver claramente las relaciones entre el patriarcado y el sistema capitalista. Uno ayuda a nutrir al otro y viceversa. Desde FMJ defendemos la necesidad imperante de una educación afectivo-sexual sana desde la infancia, acorde a la edad y a la edad estimada de primer acceso que se sitúa sobre los 8 años.

Asimismo, reivindicamos una mayor implicación institucional y voluntad política por erradicar las violencias sexuales contra las mujeres, incluyendo la abolición del sistema prostitucional y la pornografía como parte del mismo y como elemento socializador y deshumanizador de las mujeres.

Por otra parte, reclamamos la incorporación de la intervención en violencias sexuales digitales también en los centros de crisis, la implementación efectiva y desarrollo de políticas públicas y legislación ya vigente, y por último, la importancia de la sensibilización y concienciación social. Para acabar con la violencia se requiere un compromiso de toda la sociedad, debemos trabajar en conjunto para construir un mundo que proteja la dignidad y los derechos de las todas sin distinción.

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