La selección española femenina de fútbol ha iniciado una transición significativa tras el cambio en el banquillo. La etapa de Montse Tomé dejó una estructura ordenada y continuista. Sonia Bermúdez propone ahora un enfoque distinto, más cercano al vestuario. El cambio no se limita a nombres propios. Afecta a la forma de entrenar, comunicar y competir. El contexto sigue siendo exigente y la herencia deportiva es sólida. Sin embargo, el grupo necesitaba renovar estímulos. La nueva seleccionadora asume ese reto con una identidad clara, busca avanzar sin romper lo construido.

Durante el mandato de Montse Tomé, el equipo priorizó el control del juego y la estabilidad táctica. España mantuvo un modelo reconocible y la posesión estructuró cada partido. Las jerarquías fueron claras. El cuerpo técnico apostó por la continuidad, esa decisión aportó seguridad tras un periodo convulso. El grupo respondió con profesionalidad. Aun así, algunas futbolistas reclamaron mayor cercanía. El liderazgo resultó eficaz, pero distante para ciertos perfiles y los automatismos funcionaron. La creatividad individual tuvo menos margen en escenarios cerrados.
Un liderazgo más horizontal
Con Sonia Bermúdez, la selección adopta un liderazgo más dialogante. La exinternacional conoce el vestuario desde dentro y ya ha vivido sus códigos y tensiones. Su propuesta se apoya en la escucha activa donde el cuerpo técnico fomenta la participación de las jugadoras. Las decisiones buscan consenso sin perder autoridad y el entrenamiento gana dinamismo. Se introducen tareas más competitivas. La gestión emocional cobra mayor peso. Bermúdez entiende el momento vital del grupo, prioriza la confianza como motor del rendimiento. El mensaje es directo y cotidiano.

En lo táctico, el cambio no supone una ruptura radical, España mantiene su ADN asociativo. Sin embargo, aparecen matices relevantes. El equipo acelera más tras recuperación, las bandas asumen mayor protagonismo y se promueve el uno contra uno. Las delanteras reciben más libertad, la presión alta se ajusta según rival. El plan admite variaciones y esa flexibilidad responde a torneos cortos. El cuerpo técnico analiza perfiles con mayor detalle y la meritocracia gana espacio. El rendimiento reciente pesa más que el historial.
Más contexto, más competencia
La nueva etapa también modifica la gestión del grupo. Bermúdez amplía la rotación, las convocatorias envían mensajes claros. Nadie tiene el puesto garantizado y las jóvenes encuentran oportunidades reales. Las veteranas aportan liderazgo interno y la convivencia se cuida con detalle. El staff trabaja dinámicas colectivas donde el objetivo es fortalecer el sentido de pertenencia. La competencia interna se presenta como estímulo. El ambiente resulta más abierto y la exigencia no disminuye.

El tránsito de Montse Tomé a Sonia Bermúdez refleja una evolución natural. La selección no reniega de su pasado reciente, aprende de él. El cambio responde a necesidades deportivas y humanas. El fútbol femenino español vive una etapa de madurez. La gestión del talento exige sensibilidad. Bermúdez encarna ese equilibrio, aporta experiencia, cercanía y ambición. El futuro inmediato pondrá a prueba el modelo. El equipo parece preparado, la transición ya está en marcha.

