Caso abierto

La orden de alejamiento que no evitó el asesinato de Lucas

Hace dos meses, su madre denunció a su maltratador pero no lo echó de casa. Hoy, la Guardia Civil investiga si hubo un plan para matar al pequeño de 4 años.

Apenas llevaban un año viviendo en Garrucha, Almería, pero todos los vecinos los conocían. Habían escuchado demasiadas veces los estertores de él, venezolano de 21 años, y los llantos del pequeño Lucas, que sólo había llegado a cumplir los cuatro años cuando este miércoles fue asesinado y trasladado sin vida hasta una caseta de piedra que queda alejada del pueblo, al final de la línea de costa, junto al caladero mineral. Por allí pasó Protección Civil de largo en la primera batida que se activó del menor. Era código rojo. El padre biológico había denunciado la desaparición al recibir unos alarmantes mensajes de su exmujer.

“Creo que he matado a mi hijo”. No le dijo nuestro. No lo nombró. Según los testigos que iniciaron la búsqueda, la joven madre de 21 años y embarazada tampoco precisó con exactitud dónde estaba el cuerpo. Pero avisó a más familiares, que movilizaron al entorno a través de las redes sociales: “Saludos, amigos, necesito ayuda para encontrar a mi prima”, empezaba así uno de los reclamos que difundieron. “El tema es serio y necesitamos ayuda, ¡por favor!”, recalcaba haciendo referencia a unos mensajes “escalofriantes” que había recibido el padre. Al cierre de esta edición no ha trascendido el nivel de detalle de los mismos ni cómo lo mataron, pero de manera sucinta la Guardia Civil ha informado que se trataba de una muerte violenta.

Un plan de fuga

36 horas después del crimen, los presuntos homicidas siguen en el calabozo donde entraron la madrugada del jueves. El cuerpo de Lucas, aún caliente, lo hallaron sin vida cerca de las 2:00 de la madrugada en el último lugar que dio su madre como referencia. “Está en la caseta de la playa”, le escribió a una tía suya. Aunque, según los miembros de Protección Civil, durante las cuatro horas que duró la búsqueda recibieron varias localizaciones que les hicieron recorrer la localidad de Garrucha de un lado a otro, como si los presuntos homicidas intentaran despistarlos o ganar tiempo. La premeditación es una de las hipótesis en las que trabaja la Guardia Civil.

La madre no estaba sola. Poco después de conocerse su detención, cuando Garrucha se preparaba para lucir el crespón negro en memoria del pequeño, trascendió la segunda. El ‘padrastro’, la actual pareja de ella, estaba también detenido sin más detalles que el delito por el que ambos siguen a la espera de pasar a disposición judicial: homicidio doloso. Ella, con agravante de parentesco; él, con antecedentes por maltratar al menor. Aunque sólo uno de los dos tenía un plan de fuga: al parecer, él había comprado un billete de salida con destino a Madrid al que todo apunta no dará uso durante mucho tiempo.  Según cómo avance la investigación, ambos podrían enfrentarse incluso a la pena de prisión permanente revisable.

El infierno de Lucas

Está por conocerse la versión de ambos. De momento, ella se habría mostrado colaboradora con la Guardia Civil y él no tanto, por lo que no está previsto que pasen este viernes a disposición judicial. Los agentes tienen 72 horas de margen desde que ejecutan la detención para intentar atar cabos sueltos que orienten las posteriores actuaciones. De entrada, cuentan con unas pinceladas del infierno que debió vivir Lucas durante al menos sus últimos meses de vida. La denuncia por maltrato contra su ‘padrastro’ la interpuso la madre en octubre.

Sin embargo, el maltratador y presunto homicida no abandonó el hogar. Los vecinos no sólo escuchaban el ambiente de terror en el que creció el pequeño sino que incluso lo grabaron increpando, empujando y amenazándolo en una tienda del barrio. En la imagen acongojante se observa en una esquina al pequeño Lucas con una mochila a su espalda. Su mirada de pavor la dirige contra el hombre que lo zarandeada verbal y físicamente: “Muévete”, le dice, de manera tan intimidante para el pequeño que eleva sus brazos a modo de escudo, en lo que parece un gesto hecho con anterioridad para protegerse del posible golpe. Visto desde las horas posteriores a su asesinato resulta aún más complicado asimilar una desprotección tan visible.

El incómodo ¿qué falló?

“Ella quería a su hijo. Me consta que lo quería”, clamó este jueves por la mañana el abuelo materno tras el minuto de silencio por su nieto. Arropado, sin poder contener las lágrimas, su desolación ante los micrófonos es el reflejo de unas preguntas imposibles de contener: ¿qué falló?, ¿se pudo haber evitado?, ¿sabían todos del maltrato que sufría Lucas?, ¿nunca temieron por él? A raíz de la denuncia de la madre hace dos meses, a su pareja le fijaron una orden de alejamiento que él -que ambos- incumplieron. ¿Nadie más del entorno sabía que seguían juntos? ¿El entorno no detectó el peligro? ¿Esas medidas fueron suficientes para proteger a un niño de cuatro años?

Entre las incógnitas todavía está por resolverse la implicación de cada uno; ese quién hizo qué y por qué. La Guardia Civil no ha querido confirmar nada al respecto, pero entre las primeras informaciones trascendió que ella podría sufrir alguna enfermedad mental que le habría llevado a acabar, en pleno brote, con la vida de su hijo. Igual que hay voces que apuntan a la posible manipulación de él como el maltratador capaz de usar al hijo de su pareja para hacerle daño a ella. Siendo la mayor certeza a esta hora la de que ambos están acusados de haber matado a Lucas, un niño de cuatro años que poco podía desconfiar de su madre y menos aún podía defenderse del ataque de un adulto.

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