Guillermo del Toro: “Frankenstein es mi religión”

El cineasta describe Frankenstein como una exploración profundamente humana del miedo, la soledad y el acto de mirar al otro sin juzgarlo

Guillermo del Toro y Jacob Elordi, durante la rueda de prensa de 'Frankenstein' en el Festival de Venecia
Guillermo del Toro y Jacob Elordi, durante la rueda de prensa de 'Frankenstein' en el Festival de Venecia

En la Mostra de Venecia, Guillermo del Toro presentó su Frankenstein rodeado de un reparto que incluye a Jacob Elordi, Mia Goth y Oscar Isaac, y defendió con vehemencia una lectura compasiva del mito. “Es la película que llevo queriendo hacer 3o años”, dijo ante la prensa, subrayando que el proyecto ha sido una obsesión de largo aliento que ahora cristaliza en una versión centrada en la fragilidad, la identidad y la dignidad del “monstruo”. 

Guillermo del Toro articuló su intervención alrededor de una idea matriz: Frankenstein no como relato de terror, sino como gramática de la empatía. El cineasta explicó que su película aborda la deshumanización del diferente y los mecanismos —sociales, familiares, institucionales— que fabrican la monstruosidad. Desde esa clave, reivindicó la novela de Mary Shelley como una fábula política y afectiva, actualizada aquí a través de una puesta en escena que busca intimidad más que espectáculo. “Es —insistió— la película para la que me he estado preparando durante tres décadas”, una forma de asumir su propio itinerario creativo, que incluye todo su contexto católico, de Cronos a El laberinto del fauno y La forma del agua, y cerrarlo en círculo en torno al arquetipo que, admite, lo ha acompañado desde la infancia. “Frankenstein es mi religión”.

Jacob Elordi caracterizado como el monstruo en 'Frankenstein', dirigida por Guillermo del Toro
Jacob Elordi caracterizado como el monstruo en ‘Frankenstein’, dirigida por Guillermo del Toro

El director mexicano se detuvo en la ética del punto de vista: su film no juzga a la criatura, la escucha. La de Shelley, recordó, fue una invención radical porque concedió voz a lo innombrable; su adaptación empuja esa línea hasta colocar al espectador dentro del cuerpo y del silencio del ser creado, de modo que lo “anómalo” deja de ser efecto para convertirse en experiencia. De ahí deriva la forma: espacios cerrados que laten, texturas que parecen piel (el director confesó haberse inspirado en las esculturas grecorromanas), un diseño sonoro que respira y un trabajo de cámara que, más que observar, acompaña. En su lectura, es el amor y el perdón lo que da sentido a la vida (y a la muerte).

“Desde mi primera película en Super 8 hasta ahora, he soñado con hacer dos películas: Pinocho y Frankenstein. Creo que tratan de lo mismo: qué es ser humano, qué es vivir condenado entre las fuerzas de la vida y la muerte”.

Jacob Elordi, que encarna a la criatura, abundó en esa idea al hablar de los “monstruos” del presente. “Los verdaderos monstruos de hoy son los que llevan traje y corbata”, afirmó con ironía al referirse a las violencias ejercidas desde posiciones de respeto aparente (lo que provocó que Oscar Isaac chequeara su propio traje, entre risas), un contrapunto que el film explora al despojar de espectacularidad la figura del “engendro” y colocar el foco en quienes lo rodean. El actor explicó que su construcción del personaje parte de la vulnerabilidad: un cuerpo desbordado por el aprendizaje súbito, una mirada que intenta comprender códigos que nunca le enseñaron. Frankenstein soy yo. Es lo más puro que hay en mí”.

Guillermo del Toro y Jacob Elordi, durante la rueda de prensa de 'Frankenstein' en el Festival de Venecia
Guillermo del Toro y Jacob Elordi, durante la rueda de prensa de ‘Frankenstein’ en el Festival de Venecia

Mia Goth subrayó el eje afectivo de la propuesta al describir la relación de cuidado que vertebra su personaje: más que contrapeso narrativo, una interlocutora que pone a prueba el lenguaje del amor y del miedo. La actriz habló de gestos mínimos —tocar, retirar la mano, sostener la mirada— como gramática de una película que entiende el amor como acto de reconocimiento. Ese tejido emocional, apuntó el equipo, es también el que ordena el ritmo: escenas que dilatan la respiración frente a estallidos de violencia que nunca son espectáculo.

Guillermo Del Toro reivindicó asimismo la dimensión artesanal de Frankenstein. La criatura no es una acumulación de trucos, sino un trabajo de presencia física que prioriza prótesis, maquillaje y coreografía corporal. El dispositivo técnico, explicó, se subordina a la actuación; los planos se alargan cuando el gesto lo exige y se cierran cuando el silencio pesa. Esa disciplina formal, aseguró, no busca “realismo” —“no hay nada más irreal que un cuerpo que no tiene historia”— sino veracidad: cada cicatriz, cada postura, cada respiración cuentan un pasado. Y ese pasado, añadió, dialoga con un presente atravesado por el miedo a la diferencia, a la autonomía y al cuerpo que no encaja. Eso dio pie a Christoph Waltz soltara una de las dos únicas frases que pronunció: “CGI is for losers” (“las imágenes creadas por ordenador son para perdedores”).

En la comparecencia, el realizador conectó el mito con el poder y con la responsabilidad de quien crea vida —o la administra— sobre otros. El doctor no opera en el vacío: lo hacen posible una comunidad, una estructura, una cultura que valida ciertos experimentos, ciertas formas de mirar y nombrar al prójimo. El film, insistió, pregunta qué hacemos con lo que fabricamos: con nuestras tecnologías, con nuestras jerarquías, con la palabra “normal”. En ese sentido, Frankenstein no es una historia cerrada en el siglo XIX; habla de ahora, de cómo definimos lo humano y de quién se queda fuera cada vez que trazamos una frontera.

Mia Goth en su papel de Elizabeth en 'Frankenstein'
Mia Goth en su papel de Elizabeth en ‘Frankenstein’

Por su parte, Oscar Isaac intervino para detenerse en el abismo moral del creador. Más que un villano, lo interesaba un hombre seducido por la promesa de transgredir todos los límites sin asumir ninguna consecuencia. En diálogo con Guillermo del Toro, el actor explicó que el personaje se escribe en la distancia entre el laboratorio y la casa: el científico que teoriza y el individuo que delega afectos y culpas.

Volviendo al manifiesto emocional del proyecto, Guillermo del Toro describió Frankenstein como una película de duelos: el duelo por lo perdido (el hijo que no llega a ser, la familia que se quiebra), el duelo por lo que la sociedad no permite ser, el duelo por un cuerpo que tiene que aprenderlo todo desde cero. Es, dijo, su película más íntima en la forma de contar el dolor y la ternura. Volvió entonces sobre su relación con el oficio y el paso del tiempo, y enfatizó que el film es también un ajuste de cuentas con su propia biografía cinéfila y con sus lecturas de Shelley, Whale y los artesanos de la Universal.

Preguntado por el equilibrio entre homenaje e invención, Guillermo del Toro defendió una fidelidad al espíritu de Shelley antes que a la literalidad: mantener la pregunta —¿qué nos hace humanos?— y cambiar el ángulo desde el que se formula. En su lectura, la criatura no busca una redención que le conceda un lugar en el mundo; exige ese lugar. Y el relato acompaña ese movimiento sin atajos moralizantes. “Vivimos en una época de terror e indignación” cuando nos cuestionamos qué nos hace humanos. “Hay una respuesta a la incertidumbre, de la que el arte forma parte. Pero ser humanos es amar. El perdón es parte del amor, al igual que tantas otras cosas. No hay tarea más urgente que mantenerse humano en un tiempo en el que todo empuja hacia una comprensión bipolar de lo que es la humanidad”. Eso no tiene nada que ver con nuestras herramientas, claro: “Mira, yo adoro la Inteligencia Artificial. Lo que me da miedo es la estupidez”.

Oscar Isaac interpreta a Victor en el 'Frankenstein' de Guillermo del Toro
Oscar Isaac interpreta a Victor en el ‘Frankenstein’ de Guillermo del Toro

Para Jacob Elordi, la criatura llegó bastante tarde, cuando el equipo llevaba nueve semanas trabajando. Por agenda, Elordi fue la tercera opción para el papel, tras Andrew Garfield y Doug Jones: “Estaba terminando El camino estrecho al norte profundo, en Australia. Tenía unas tres o cuatro semanas antes de empezar a rodar”, poco tiempo para “una tarea bastante monumental. Pero el banquete ya estaba servido y todo el mundo estaba comiendo cuando llegué. Así que lo único que tuve que hacer fue unirme, ponerme cómodo en una silla grande y cálida. Fue precioso, como un sueño hecho realidad. Los monstruos, el mundo”. Todo el elenco de la película afirmó ante lo mismo: trabajar con Guillermo del Toro, que además tenía un presupuesto de casi 130 millones de dólares para hacer esta película, ha sido de lo mejor que les ha pasado en la vida. “Aún no me lo creo”, cerró Oscar Isaac.

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