Opinión

De la Pija y la Quinqui a La Revuelta

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En mi último artículo, en el que hablaba de cómo Sánchez está utilizando la demoscopia para influir en la opinión pública y crear realidades que no existen, pero que pueden llegar a ocurrir, decía que la estrategia del líder del Ejecutivo guarda muchas similitudes con la que utilizó en las pasadas elecciones generales del 23 de julio. Con la salvedad, claro está, de que en esta ocasión el panorama y el contexto son incluso más adversos que los de aquella campaña electoral en la que consiguió aprovechar cada error de sus adversarios y potenciar todas las ventajas que tenía a su alcance.

Se da la paradoja de que sus rivales políticos, incapaces de aprender de sus metidas de pata del pasado, alérgicos al examen de conciencia, están repitiendo todas las equivocaciones que los condenaron al gatillazo, dejándose llevar por la ansiedad, lanzándose los trastos a la cabeza, abriendo debates que ponen en suerte a la formación a derribar un clima favorable para cabalgar y establecer su marco discursivo. Existe una incapacidad manifiesta en el Partido Popular para navegar con el viento soplando a favor. Y, por el otro lado, tenemos a un Pedro Sánchez cuyo hábitat es la tempestad, que se encuentra a gusto en la adversidad, que se crece cuando lo dan por perdido y amortizado, que sabe aprovechar a las mil maravillas esa pátina de desventaja para transformarla en épica, en una suerte de cruzada contra todos que hace que sus votantes, entregados a sus cuentos y sus relatos mesiánicos, vean en él a un superhéroe.

El presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda y el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo
Diego Puerta

Si lo analizamos, en aquella otra remontada, en la que no ganó, pero sí consiguió resistir, pese a que ahora haya conseguido instaurar la falsa creencia de que fue la primera fuerza en número de votos, utilizó dos palancas que le ayudaron a frenar la sangría que estaba sufriendo y a activar a un electorado que se iba a quedar en casa. Uno de esos motores fue el temor a Vox, el que viene el lobo. Ya hablamos la semana pasada de ello, y de cómo pese a que parecía que ese impulso estaba gripado, con habilidad y mucha maña ha conseguido reavivarlo. Pero el otro, el que hoy nos ocupa, es el de la forma en la que utilizó su presencia en los medios de comunicación y las plataformas digitales para darle la vuelta a la tortilla de su reputación y proyectar una imagen que le valió para sostenerse en el poder.

En el caso de que hubiera alguien al volante de la oposición ya hubiesen detectado que está siguiendo los mismos pasos que en aquella ocasión para revertir su asfixiante situación. Lo que en comunicación política conocemos como la técnica de la llave de judo. Que no es más que apropiarse de los ataques de los enemigos para neutralizarlos y, de esta manera, conseguir derribarlos con la inercia del golpe que le están intentando propinar. Recordemos aquel contexto.

De aquellas, Sánchez, siempre tan dado a ese estilo antidemocrático y autocrático de no prodigarse en entrevistas y no dejar que los periodistas le pregunten, decidió de la noche a la mañana emprender una gira en distintos medios de comunicación. En esa tournée, más que vender su proyecto de país, que siete años después seguimos sin saber cuál es, ya me contarán que proyecto de país se puede tener sin albergar siquiera el mínimo interés en sacar unos presupuestos adelante, se dedicó a hacer suyos y a ridiculizar la ofensiva de los adversarios. Primero aplacó lo del Falcón. Después, el que te vote Txapote. Tras aquello, tiró por tierra el hit de los veraneantes azules de ‘Derogar el Sanchismo’. Y, para remate de los tomates, adoptó como una medalla en su solapa el insulto del Perro Sanxe, memeficando el agravio y convirtiéndolo en un hito entre su parroquia.

El presidente del Gobierno es un maestro de las emociones, un astro de activar la amnesia, y sabe que para cultivar la desmemoria general no hay nada como el atropello de información sumado a la proyección de indiferencia. Y en eso no tiene rival. Es un genio de la luz de gas, de conseguir hacer añicos todos los hechos que pesan sobre él, suficientes en mi opinión para que hubieran caído ya varios Gobiernos, y hacerlos pasar como paranoias viejunas de unos tipos muy pesados, muy negativos, y muy malajes, a los que nada les parece bien. Lo sé, es triste, es lamentable, dice mucho de nuestra sociedad, pero es así.

En aquel último proceso electoral, encontró una veta en los nuevos formatos y en el humor como herramienta para movilizar a ese electorado que mira de lejos y con escepticismo la política, que no se desgasta en batallas tuiteras, que le dedica poco tiempo a informarse. Tienden los muy cafeteros a pensar que el mundo está dentro de su burbuja, pero la realidad es que hay mucha gente que está totalmente desconectada de la actualidad, que prefiere vivir tranquila, a su bola. Quedó en el imaginario colectivo, sobre todo en el de la juventud, la entrevista que dio Sánchez en el podcast de la Pija y La Quinqui, adoptando, como el gran camaleón que es, una pose desenfadada y humana, que le valió para desembarazarse de la caricatura demoniaca que habían hecho de él. Tocó temas sin relevancia, habló de Taylor Swift, de sus tuits antiguos. Cosas blancas.

Desde entonces, supo que ahí, en el humor, en lo farandulero, en lo juvenil, en lo soft, tenía una vía de escape perfecta y un antídoto para paliar las montañas de fango y corrupción que cargaba a cuestas. No en vano, lleva preparando sibilinamente toda esta contraofensiva que está empezando justo ahora. Por eso ha tomado por asalto y sin ningún tipo de rubor la Televisión Pública, convirtiéndola, como nunca se había visto, en una herramienta de propaganda transatlántica al servicio de su figura y la defensa de sus intereses. Por eso el empeño en hacerse con los servicios de uno de los tótems de la cultura pop de nuestro país, y trasladar al espacio público el producto que tan bien había funcionado en lo privado. Sí, hablo de Broncano, al que no sólo han utilizado, ya queda más que claro, para librar una batalla contra el molesto Pablo Motos, sino que, además, y de una manera muy inteligente, todo sea dicho, han puesto a abanderar una campaña de blanqueo muy bien orquestada. Sutil, pero efectiva.

Invitados La Revuelta
David Broncano en La Revuelta
RTVE

No hay más que ver la intervención de Pedro Sánchez esta semana en el popular show televisivo. Una intervención que pasa como algo espontáneo y gracioso, pero que, ya les puedo asegurar yo como experto en la materia, que estaba medida al milímetro. La secuencia es la siguiente. Jorge Ponce, uno de los colaboradores más carismáticos del programa, introduce su sección con Broncano contando que su hija le había escrito una carta a la directora de su colegio haciéndose pasar por el mismísimo Pedro Sánchez. Entonces los dos cómicos comienzan a divagar, introduciendo gags aparentemente inocentes, pero que sirven para restar importancia a los escándalos que acorralan al Gobierno. Se chotean diciendo que siguen las órdenes de Pedro y también que ojalá que Pedro ayudase a su hija, ya que tiene mucha experiencia con las cartas de Begoña. Todo el mundo se ríe. Y claro, para colofón, aparece Pedro Sánchez en formato vídeo entrando de una forma muy inteligente y ocurrente al juego de los dos. Proyectando una imagen muy humana y dicharachera, que, sí, contrasta en gran medida con el semblante apático de toda la oposición.

Aunque no lo crean, muchas personas en este país se han quedado esta semana con estos minutos televisivos. Esa ha sido toda la política que han digerido en los últimos siete días. Ni el maletín con los billetes, ni Puente diciendo que los presupuestos no son tan importantes, ni Koldo y Ábalos desfilando por el juzgado. Nada, solo han visto a un tipo tranquilo, de risas, sacando un hueco en su despacho para sacarles unas carcajadas después de cenar. Cuidado, que se está volviendo a levantar.

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