“Hay días en los que me levanto creyendo que John todavía está vivo”, escribió Joan Didion en un cuaderno de tapas negras, seis meses después de la muerte repentina de su marido, el también escritor John Gregory Dunne. “Hay días en los que no puedo dormir. Hay días en los que creo que he dejado atrás la pena. Luego viene un día como hoy”. Estas anotaciones, escritas entre junio y noviembre de 2004, nunca estuvieron destinadas a ser publicadas. Sin embargo, ahora ven la luz en el libro Apuntes para John, editado por Shelley Wanger, la histórica editora de Joan Didion en Knopf, quien encontró el cuaderno entre los papeles de la autora tras su fallecimiento en 2021.
El libro reúne 66 páginas de duelo en bruto. Aquí no hay apenas el control estilístico ni la distancia analítica que caracterizaba sus ensayos más célebres. Aquí escribe una mujer sola, atravesada por el dolor, tratando de ordenar con palabras el sinsentido de la pérdida. “No he podido escribir, no he podido pensar. He perdido el equilibrio. Me doy cuenta de que lo que hago es contarme historias para poder seguir viva”.

No es casual que este diario precediera en el tiempo a El año del pensamiento mágico, el libro que acabaría convirtiéndose en una referencia mundial sobre el luto. Joan Didion lo escribió inmediatamente después, utilizando parte del mismo material, pero estructurado y destilado con la precisión quirúrgica de su prosa habitual. El cuaderno, en cambio, muestra el primer intento desesperado de capturar el vacío. “No puedo seguir siendo la misma persona que era cuando él vivía. Tengo que decidir quién soy ahora”.
A lo largo de las páginas, Joan Didion escribe desde el corazón del caos, muchas veces dirigiéndose directamente a su difunto marido, a quien voy morir mientras cenaban. Hay listas de cosas por hacer, recuerdos que aparecen sin aviso, pensamientos sobre el tiempo y la conciencia. Hay, sobre todo, una voz despojada que apenas intenta comprender lo que le está pasando. “Durante dos días me sentí bien, como si me hubiera adaptado. Luego me desperté y sentí que me estaba hundiendo otra vez”.
Sus sesiones de terapia, aireadas
“La pregunta en la que nos habíamos metido —la de resumir tu vida, cuánto ha valido la pena, qué legado dejas— probablemente me había estado rondando la cabeza todo el año”, escribió Didion sobre una de las primeras sesiones de terapia que tuvo tras la muerte de su marido. “Esta misma pregunta precipitó lo que probablemente equivalió a una crisis de la tercera edad”.
Estas notas forman parte de un documento de 150 páginas que los fideicomisarios literarios de Joan Didion encontraron en su oficina poco después de su muerte en 2021, a los 87 años. En docenas de entradas de diario fechadas entre finales de 1999 y principios de 2002, Didion relató sus sesiones con el psiquiatra Roger MacKinnon: conversaciones crudas e íntimas que abarcaron su miedo al envejecimiento y al deterioro mental, su tensa relación con sus padres y, sobre todo, su agonía por la adicción y la enfermedad mental de su hija Quintana, un tema que ella evadía en sus escritos.
La escritora no dejó instrucciones sobre el documento, por lo que nadie sabe qué opinaría de su publicación como libro. Pero incluso antes de su lanzamiento, el libro, que abarca capítulos dolorosos de la vida familiar de Didion que ella nunca divulgó públicamente, provocó fuertes reacciones entre los amigos y lectores de la escritora.

Según recoge el New York Times, cinco personas cercanas a Didion o a su hija se negaron a comentar sobre la publicación de Apuntes para John, entre ellas Griffin Dunne, sobrino de Didion, quien publicó un documental sobre ella. “Los que estaban dispuestos a hablar se mostraron cautelosos sobre si Didion habría aprobado el proyecto. ‘Es imposible saber con exactitud qué pretendía Joan: se pueden defender ambos argumentos’, dijo la novelista Susanna Moore, amiga íntima de Didion durante décadas, que leyó el libro y lo encontró conmovedor y esclarecedor”, escribe el diario.
¿Habría querido ella que se publicaran sus apuntes?
Dentro del círculo íntimo de Joan Didion, las opiniones varían sobre si se deberían publicar notas tan intensamente personales, según explicó Susanna Moore en un correo electrónico. “Quienes se oponen a su publicación consideran que contiene información nueva y privada”, afirma la escritora. Se considera una de las personas que cree que el valor literario del documento justifica su publicación. Realmente no contiene grandes secretos ni ninguna revelación explosiva; sin embargo, sí contiene una brutal autocrítica de una escritora que era muy consciente de la importancia de moldear su imagen pública.
Así, la publicación de Apuntes para John abre ante todo un debate sobre los límites de la intimidad pública. Aunque la obra ha sido recibida en general como un testimonio valioso del proceso creativo y emocional de Didion, sigue sin estar claro que ella hubiese querido que este cuaderno viera la luz. No es el único caso. En los últimos años, otros diarios personales de figuras como Patricia Highsmith, Susan Sontag o Sylvia Plath han sido editados y publicados tras su muerte, en ocasiones sin un consentimiento explícito. En el caso de Highsmith, por ejemplo, sus diarios revelaron una vida íntima compleja y contradictoria que ella ocultó deliberadamente durante su vida. Esta tendencia, cada vez más frecuente, plantea interrogantes éticos sobre el legado, la privacidad y el derecho a que ciertas palabras —por muy literarias que sean— no estuvieran pensadas para ser leídas.
Joan Didion no publicó sus notas, sino que las empleó para escribir El año del pensamiento mágico y, después, Noches azules, que describió su dolor después de que Quintana muriera a los 39 años, de pancreatitis aguda, en 2005. Pero aunque Didion parecía más vulnerable y expuesta que nunca en esas memorias, Apuntes para John revela cuánto se contuvo, especialmente sobre las luchas de Quintana con el alcoholismo.

En sus notas de terapia, escribe con detalle sobre las múltiples hospitalizaciones y visitas de Quintana a rehabilitación, las desconcertantes llamadas telefónicas cuando Quintana arrastraba las palabras y se enfadaba, y cómo el trabajo de Didion se vio afectado como resultado: “Intentaba mantenerla con vida. Porque se estaba matando día a día”, escribió Didion. En otros apuntes se revelan intimidades dolorosas de su vida privada: el 2 de febrero de 2000, Didion recordó haber tenido una relación seria con un hombre que la golpeaba y explicó cómo justificó la violencia como “un ejemplo de degradación romántica”. Se trata, según apunta su círculo, del escritor Noel E. Parmentel.
La publicación de obras póstumas suele plantear dilemas éticos complejos tanto para las herencias literarias como para las editoriales, y Apuntes para John no es la excepción. Joan Didion fue conocida por su carácter reservado, y difícilmente pueda imaginarse un espacio más íntimo que una sesión de terapia. Muchas de las ideas que surgieron en esas sesiones ya aparecían elaboradas en sus memorias, lo que indica que la autora fue consciente y deliberada en lo que decidió compartir públicamente. A la vez, Didion era una escritora meticulosa, que documentaba cada cosa con precisión y conocía de cerca el funcionamiento de la industria editorial. No sería descabellado pensar que comprendía perfectamente que cualquier texto que dejara sin destruir podría, eventualmente, ver la luz.
Más allá del debate sobre cuánto derecho a la intimidad conserva un autor después de su muerte, también hay que preguntarse por la calidad literaria del texto y si Joan Didion —tan rigurosa con su estilo, con su sintaxis exacta y sus frases esculpidas— habría querido que estos pensamientos, todavía sin trabajar, se ofrecieran como parte de su obra. El libro cuenta con una breve introducción que contextualiza el momento y el modo en que Didion escribió las notas, además de algunas acotaciones editoriales, pero el cuerpo principal se presenta tal cual lo dejó la autora.
Vivir y recordar
Joan Didion nunca mencionó las notas de terapia a sus tres fideicomisarios literarios: su agente Lynn Nesbit y dos de sus editoras de toda la vida, Shelley Wanger y Sharon DeLano, quienes fueron nombradas ocho años antes de su fallecimiento. Así que se quedaron atónitos al encontrar el documento guardado en su oficina, en un archivador metálico con ruedas. No había nada parecido entre sus papeles, dijeron los miembros del fideicomiso. Con todo y con eso, decidieron publicarlo.
Este libro, como El año del pensamiento mágico, pero aún más vulnerable, revela la intensidad con la que Didion necesitaba encontrar un orden que resistiera al derrumbe. “La memoria es la forma en que seguimos siendo personas. Si no recuerdo a John, ¿qué soy entonces?”, se pregunta. No hay respuestas, pero sí una radical honestidad que vuelve a recordarnos por qué Joan Didion es una de las voces más lúcidas del siglo XX.