Desde que Lena Dunham irrumpió en la escena cultural con Girls, se convirtió en una de esas voces provocadoras que surgen para identificar a una generación. Su estilo, a la vez irreverente y profundamente humano, ha dado forma a narrativas que exploran lo femenino, lo vulnerable y lo inesperado con una sensibilidad única.
En su nueva serie de Netflix, Sin Medida, Lena Dunham retoma muchas de esas obsesiones: el amor millennial, el choque cultural angloamericano, la ansiedad moderna, y la construcción de una vida creativa mientras se desarma emocionalmente. Lo hace con un elenco estelar: Will Sharpe y Megan Stalter protagonistas de esta ficción de factura británica con un guion que, si bien parte de la historia personal de Dunham con su esposo, el músico Luis Felber, toma vida propia en pantalla.

Artículo 14 habló con Lena Dunham sobre sus musas, sus métodos, y cómo encontró a Jessica, un personaje que nació del amor pero creció con identidad propia. Porque cuando Lena escribe, lo íntimo nunca es pequeño sino que se convierte en una conversación generacional.
Lena, creaste a Jessica inspirándote en tu historia con Luis, pero ella claramente se convirtió en un personaje con vida propia. ¿Cómo fue ese proceso?
Totalmente. Jessica se volvió una criatura única. Aunque empezó con elementos de mí y de Luis, al final fue algo nuevo. Yo siempre digo que es más fácil convertirse en experta en cultura pop británica que en comportamiento interpersonal inglés. Y bueno, aún trabajo en eso. Pero sí, fue un personaje que creció desde lo real hacia algo más universal.
Meg (Stalter) dijo que al crear a Jessica se sintió como si estuviera haciendo un ángel con la persona que más admira. ¿Te pasa seguido que tus personajes se sienten más grandes que tú misma?
Sí, lo que dijo fue hermoso. Me pasa con frecuencia, especialmente cuando colaboro con personas tan talentosas. Meg y yo le pusimos elementos de cada una de nosotras a nuestra Jessica, pero ella misma empezó a hablar, a reír, a amar de forma distinta. Y ver su transformación durante el rodaje fue mágico.
La química entre los actores que os interpretan es sorprendente. ¿Cómo se construyó esa dinámica en el set?
Fue hermoso observarlos. Siempre estaba tomando fotos con mi iPhone para asegurarme de que teníamos el plano correcto. Al principio, las imágenes eran más estáticas, pero con cada ensayo aparecían más sonrisas, más complicidad. Han muy respetuosos del método del otro y se entendían creativamente. Fue un regalo presenciar su colaboración.
¿Hubo momentos del guion que deliberadamente decidiste no ensayar para capturar la emoción del primer encuentro?
Sí. En escenas clave, como una pelea o el final de la serie (sin spoilers), los mantuvimos separados antes del rodaje. No ensayaron juntos, se prepararon por separado. Y usamos esas primeras tomas, donde la sorpresa era real, porque eran las más genuinas. Me encantó que aceptaran formar parte de ese experimento.
Como escritora y directora, ¿cómo equilibras tu visión con la espontaneidad de actores tan talentosos?
Para mí, el guion es solo el punto de partida. Lo escribo sola en mi cuarto, pero luego llega la adaptación en vivo. Muchas de las mejores escenas son improvisaciones. Cuando alguien me dice “me encantó tal línea”, muchas veces ni era mía. ¡Y eso me encanta!
¿Cuánto improvisaste la caótica y divertida escena con Rita Wilson y Rhea Perlman?
Rhea interpreta a la abuela Dottie, en homenaje a la mía. Le conté mucho de ella, incluso describí su peinado como un bizcocho en la cabeza. Aunque envejecemos un poco al personaje, ¡Rhea en la vida real tiene la piel más radiante que yo! Pero sí, improvisaron muchísimo. Rita se puso muy traviesa con unas líneas subidas de tono… y Rhea se dejó llevar. Fue glorioso. Luego me preguntó: “¿Fui demasiado sucia?”, ¡y yo le dije que nunca nadie puede ser demasiado sucia en una de mis series!
Sin Medida es un choque cultural entre lo británico y lo americano. ¿Te divertiste explorando esas diferencias?
¡Claro! Hay algo entrañable en la diferencia. Will, el actor británico, a veces estaba entre dos mujeres americanas muy intensas y eso lo hacía más divertido. Él tiene una contención muy británica, ese poder silencioso que tanto admiro. Yo soy más de soltar todo. Aprendí mucho solo observándolo.

Jessica enfrenta ansiedad, desorientación y una familia matriarcal abrumadora. ¿Cómo encontraste el equilibrio entre el humor y la profundidad?
Crecí diagnosticada con ansiedad, y por mucho tiempo fue motivo de vergüenza. Pero hoy sé que es más común de lo que parece. Mostrar la ansiedad con honestidad me importa mucho. Además, tanto Jessica como Felix enfrentan estructuras de género que los oprimen. Quería mostrar cómo los encierra. La colaboración con mis actores fue vital para capturar esas tensiones con humor y compasión.
El elenco está lleno de cameos sorprendentes. ¿Alguno te emocionó especialmente?
Todos fueron increíbles. Pero tener a Adele Exarchopoulos fue un sueño. Siempre he admirado el cine europeo y verla adaptarse tan bien a nuestro tono me impresionó. También tener a Stephen Fry en una cena fue inolvidable. Escribí sus papeles con ellos en mente. Fue como montar el teatro de mis sueños.
¿Y qué te atrajo de Megan Stalter? ¿Conectas con ella desde lo artístico?
Cuando rodábamos Catherine Called Birdy, todos hablaban de los vídeos de Meg. Una noche me puse a verlos y me quedé enganchada. Luego la vi en Hacks y sentí que había algo mágico en su sensibilidad. Tiene esa chispa rara que me recuerda a cuando de niña encontraba un libro ilustrado perfecto. Conectamos de inmediato.
La serie mezcla comedia con escenas muy delicadas y vulnerables. ¿Cómo manejaste esa tensión?
Creo que cuando uno se obsesiona con el tono, corre el riesgo de actuar como si ya estuviera viendo la serie desde afuera. Lo más importante para mí es que todos creamos en la realidad que estamos construyendo. No se trata de géneros, sino de verdad emocional. La vida no tiene género. Así que nuestra serie tampoco.
Hay una constante emocional y romántica en tu trabajo. ¿Qué te motiva a escribir?
Es una forma de entender el mundo, de entenderme a mí misma. Cuando escribo, me siento conectada. Y ese sentido de conexión, con otros, conmigo misma, es lo que me mantiene motivada. De niña no tenía muchos amigos, y escribir fue como una entrada a ese mundo. Me permitió vincularme.
¿Qué te ofrece el formato televisivo que no encuentras en el cine?
La posibilidad de profundizar. Amo el cine, pero cuando termino una película, quiero hacer cuatro secuelas sobre los personajes secundarios. ¡No estoy lista para soltarlos! La televisión me deja hacer eso. Es como una novela que puedes seguir escribiendo.
Como voz feminista de tu generación, ¿sientes responsabilidad a la hora de representar ciertas historias de mujeres para mujeres?
Esa frase de “voz de una generación” en Girls fue una broma, pero la gente pensó que hablaba en serio. Hoy me río de eso. Pero sí, siento responsabilidad. Aunque cuando escribo no pienso “esto es político”, lo personal se vuelve político. Como la escena de aborto en Too Much. Trabajamos con Planned Parenthood para representarlo con cuidado. En un país donde eso está bajo ataque, que podamos contar esa historia es vital.
Lena, gracias por esta generosa conversación .
¡Gracias a ti! Fue un placer. Me hiciste pensar en cosas que a veces olvido en la locura del rodaje. ¡Gracias por ese espacio!