Se cumplen 40 años de ‘Los Goonies’: la película que cambió la vida de miles de niños

Una película de culto y una pandilla inolvidable: cuarenta años después, 'Los Goonies' sigue siendo el símbolo de la infancia

Los Goonies - Cultura
Uno de los fotogramas más emblemáticos de 'Los Goonies'
Warner Bros. Pictures

Han pasado cuatro décadas desde que Los Goonies se asomaron por primera vez a la pantalla grande, empapados de barro, amistad y promesas de tesoros escondidos.

Era 1985 cuando Richard Donner, bajo el guion de Chris Columbus y la historia original de Steven Spielberg, entregaba al mundo una película que no solo entretuvo: forjó infancias, modeló imaginarios y enseñó que la aventura empieza siempre con un mapa arrugado, una linterna a medio pilas y una pandilla que jamás te dejará atrás.

La eterna infancia que habita en ‘Los Goonies’

Hablar de Los Goonies es hablar de una mitología distinta. No la de dioses y monstruos, sino la de bicicletas con radios oxidados, de casas a punto de ser embargadas. Esta película es un canto desesperado a una infancia que se escapa entre los dedos, como la arena de un reloj que nadie quiere girar. Y por eso, cuarenta años después, la película sigue viva. Porque todos fuimos ellos. O al menos quisimos serlo.

Desde su primera escena, Los Goonies establece una pulsión que aún hoy emociona: la de la resistencia contra lo inevitable. La pandilla encabezada por Mikey, con su asma simbólica y su determinación de héroe silencioso, representa esa obstinación infantil por mantener vivo el mundo propio cuando los adultos ya han decidido demolerlo. Verla hoy es volver a un momento exacto en el que la vida parecía sencilla, pero ardía por dentro.

La historia de Los Goonies gira en torno a una búsqueda del tesoro. Pero el oro que anhelan no es solo el de Willy el Tuerto, ese pirata fantasma que se convierte en leyenda. Lo que realmente buscan los personajes es tiempo: tiempo con sus amigos, tiempo en su casa, tiempo para seguir siendo niños.

La cueva se convierte entonces en un útero de símbolos: trampas, esqueletos, pistas cifradas, rocas que se mueven… Y, por encima de todo, la certeza de que, si permanecen juntos, pueden lograrlo. Y es esa certeza, tan poderosa, la que ha hecho que Los Goonies se convierta en una película imperecedera. Quienes la vieron en los cines en los ochenta han transmitido su herencia a las generaciones posteriores.

Una pandilla de leyenda, un reparto que marcó época

Cada miembro de Los Goonies representa un arquetipo sin caer jamás en el cliché. Bocazas (Corey Feldman) con su verborrea imparable, Data (Jonathan Ke Quan) con su ingenio mecánico, Gordi (Jeff Cohen) con su ternura escandalosa, Stef (Martha Plimpton) y Andy (Kerri Green) como contrapesos emocionales.

Todos ellos forman parte de un equilibrio narrativo casi perfecto. Pero fue Sean Astin, como Mikey, quien asumió el peso de la épica. Ese niño de mirada triste que sabía que lo que estaba en juego era mucho más que una bolsa de doblones. Los Goonies también fue el punto de arranque para carreras que luego se bifurcaron con el tiempo. Josh Brolin, por ejemplo, que interpretaba a Brand, acabaría transformado en uno de los grandes actores de esta generación.

Se cumplen 40 años de 'Los Goonies': la película que cambió la vida de miles de niños
Imagen promocional con el póster de ‘Los Goonies’
Warner Bros. Pictures

Sin embargo, lo extraordinario de Los Goonies no es solo su nostalgia, sino su vigencia. En una época saturada de remakes, secuelas y universos expandidos, esta película sigue resistiendo sin necesidad de mayores añadidos. Su estética ochentera, su ritmo vertiginoso y su forma artesanal de narrar la aventura —con escenarios físicos, sin efectos digitales excesivos— la mantienen como un refugio contra el agotamiento visual del cine contemporáneo.

Además, Los Goonies fue precursora de fenómenos actuales como Stranger Things, que no existiría sin su huella. La estructura del grupo, el escenario suburbano y la tensión entre lo real y lo fantástico tienen su génesis aquí. No es casual que en cada revival cultural, los ecos de este filme resuenen con fuerza renovada.

40 años después, seguimos buscando a Willy el Tuerto

Cuarenta años han pasado desde que Los Goonies se estrenó, pero su magia no se ha desvanecido. Muy al contrario, sigue encendida en el corazón de quienes creen que la amistad puede salvarnos, que la lealtad no entiende de edades y que los héroes no siempre llevan capa. A veces solo tienen un inhalador y una brújula oxidada.

El mundo ha cambiado demasiado desde 1985, pero algo permanece intacto: el deseo de vivir una última gran aventura con quienes más queremos. Los Goonies no solo fue una película. Fue un pacto secreto entre quienes todavía se atreven a soñar con túneles ocultos bajo las casas, con monedas antiguas en los desvanes del pasado, con señales que solo pueden ver quienes creen.

Porque si algo nos enseñaron estos personajes es que no importa cuántos años pasen: mientras no dejemos de creer, nunca estaremos del todo perdidos. Y nunca digáis “muerto”, por favor. Los Goonies nunca dicen “muerto”.

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