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Siloé, el milagro del rock español: “Hacen falta más mujeres en la música, y lo dicen tres tíos”

Diez años de Siloé muestran que la esencia de una banda se mide en palabras, silencios y la conexión con el público. Una mirada profunda al directo, a la creación en castellano y al cuidado de su integridad artística

En un tiempo en el que la música parece consumirse a velocidad de vértigo, Siloé se mantiene fiel a la lentitud que exige la vida en directo y la palabra bien elegida. Diez años de trayectoria han demostrado que su fuerza no reside solo en los acordes o en la puesta en escena, sino en la manera en que sus canciones se convierten en refugio y espejo para quienes las escuchan. Entre confesiones sobre la influencia de Héroes del Silencio, la magia del castellano y la espiritualidad que habita entre sus letras, el grupo desvela cómo construye su música desde la intimidad y la amistad, resistiendo la presión de la industria y consolidando un proyecto duradero que reivindica la entrega total en cada concierto.

Acabáis de lanzar el single Las palabras. ¿Qué significan para vosotros?

Las palabras es nuestra pequeña apuesta. Estuvimos decidiendo cuál sería el primer single y sentimos que este tema refleja el concepto central de lo que queremos transmitir con el disco, que aún está por salir, aunque ya tenemos todas las canciones completas. Representa las cosas a las que queremos dar importancia dentro de nuestro proyecto. Muchas veces se da prioridad al sensacionalismo: el videoclip más bonito, el show más espectacular, la música que emociona, que por supuesto es importante. Pero nosotros creemos que hay algo fundamental: las palabras que forman las canciones. Son ellas las que nos marcan y determinan cómo vivimos. A menudo nos atraen canciones que dejan una huella duradera por sus letras, y con Las palabras sucede lo mismo. La conjunción de palabras y música cala en nosotros y transforma nuestra vida. Las preguntas que nos hacéis también nos las transmitís con palabras; respondemos a través de ellas. Esta es nuestra apuesta frente a todo lo que nos rodea: videoclips increíbles, inteligencia artificial y elementos que, muchas veces, no son palabras. Incluso en los directos, el peso de las letras es central.

Aunque sois un grupo de directo, ¿os habéis dado cuenta de que vuestras letras tienen más peso de lo que pensabais?

A la gente realmente le llegan y se convierten en un texto significativo, en algo que acompaña. A veces incluso nos sorprende: frases nuestras se transforman en himnos o lemas, aparecen en camisetas o se convierten en tatuajes. Es increíble para nosotros, porque muchas canciones se escriben en la intimidad de casa, en un hotel o en la furgoneta, y luego la gente hace suyo ese mensaje. Nos cuentan que las canciones les han acompañado en momentos difíciles, que les han dado aliento. Las palabras tienen música y forman parte de un todo, que es Siloé.

¿Es sorprendente para vosotros cómo los oyentes adoptan vuestras canciones?

Sí, nos supera. Nos cuentan cosas que son asombrosas y no sabemos ni cómo responder. Es algo que forma parte de sus vidas; no basta con dar las gracias. A veces, incluso, sentimos que ciertas canciones son más grandes que nosotros mismos. Hay temas que la gente incluye en sus playlists sin saber siquiera quiénes somos. Eso es maravilloso, porque nos libera de la responsabilidad de todo lo que la canción provoca y nos permite centrarnos en hacer música. Dedicarte a la música popular significa eso: como decía Machado, las canciones no son realmente del autor hasta que las canta el pueblo. Cuando eso ocurre, las canciones se convierten en algo propio de quienes las escuchan; dejan de pertenecer únicamente al creador. Si no fuera así, quizá nos dedicaríamos a otro tipo de música, a exponer obras en un museo o a guardarlas en un cajón.

¿Hay alguna canción que haya marcado vuestra vida?

Cada vez que escuchas una canción, su significado puede cambiar. Esa es la magia de una buena canción: no está completamente cerrada; cada persona puede darle su propia interpretación. A veces, incluso, descubres lo que realmente significa para otros y te sorprende. Es mejor, a veces, no decir demasiado sobre ello.

Hay mucho de Héroes del Silencio en vuestra música y forma de tocar…

Sí, Héroes ha sido una influencia enorme. Además, desde muy jóvenes, las letras de Silvio Rodríguez nos fascinaban; escuchar sus discos y descubrir cómo podía escribir era alucinante. Al principio, parecía increíble que alguien cantara de manera tan personal y profunda. También Pedro Guerra, con discos como Debajo del puente; incluso en la música anglosajona hay canciones que se descubren más tarde con la letra clara y que impactan, como Don’t Think Twice de Dylan, tras verla en una película sobre Steve Jobs. Muchas veces, al escuchar canciones en inglés, no captas todos los matices por no ser tu lengua materna, pero al analizarlas con atención, te sorprende la riqueza de lo que dicen. Así que luego está Lori Meyers con Siempre brilla el sol Emborracharme.

Fito, Xavi y Jaco, integrantes del grupo Siloé
Fito, Xavi y Jaco, integrantes del grupo Siloé
Javier Cuadrado

Vuestro rock es en español. ¿Creéis que la música anglosajona ha perdido primacía?

Cuando crecimos, la música en inglés parecía imprescindible; cantar en castellano no parecía suficiente para ser relevante. Sin embargo, aunque no inventamos el rock, contamos con un idioma increíble para escribir canciones. El castellano es tan rico que supera a otros idiomas en posibilidades poéticas y expresivas. Como decía un profesor de literatura en un meme que compartimos recientemente, nunca se podrá escribir algo como El Quijote en otra lengua; algo parecido ocurre con la música: la riqueza del castellano nos permite crear canciones que no podrían existir en inglés.

¿Cómo valoráis la relación entre idioma y estilo musical?

Es fascinante. Los Bravos, por ejemplo, escribieron canciones en inglés en los años 60 y crearon un impacto enorme en España, a pesar de venir de una educación muy distinta, con escuelas que enseñaban francés y no inglés. El idioma es lo que realmente enriquece una canción, más que la música o el estilo. Por eso no debemos subestimarlo. Escribir rock en castellano es más complejo: tenemos menos monosílabos y es más difícil impactar con estructuras sencillas como un 4×4, que es la estructura del rock. Componer en castellano es, en cierto modo, esculpir en mármol; exige precisión y cuidado, y esa complejidad es parte de lo que hace valiosa nuestra música.

De hecho, Las palabras no hacen referencia solo a lo que decimos, sino también a lo que callamos o a lo que transmitimos de otra manera…

El silencio es una parte fundamental de la música. Hay melodías que destacan porque antes hay un silencio; hacen menos, pero comunican más. El silencio es importantísimo, en la música y en la vida. Lo mismo ocurre en la comunicación: lo que no dices también transmite mucho. La canción refleja eso, lo contiene en su esencia.

“El universo es quien nos habla / quien nos dicta las palabras”, cantáis. ¿Creéis en el universo, o en un Dios personal?

Creemos en el universo como totalidad; es nuestra espiritualidad y aquello en lo que creemos. En nuestro equipo no todos creemos en Dios, y eso está bien. Cuando una canción surge de uno mismo, termina adquiriendo un significado más amplio, que va más allá de nuestras creencias personales. Por ejemplo, hay palabras que digo que sé que no provienen únicamente de mí; a veces tengo plena conciencia de ello. No sé si es fe o no, pero sé que no vienen solo de mí.

¿Qué relación tiene esto con la vida cotidiana y la creatividad?

No todo en la vida es puramente científico ni está limitado al progreso tangible; ni las relaciones humanas ni nosotros mismos somos lo más importante del mundo. Muchas veces el universo nos guía y nos empuja a decir o hacer cosas que exceden nuestras intenciones o creencias. Es maravilloso estar abiertos a que eso suceda, sin que ello suponga una verdad universal. En Siloé creemos que es importante permitir que exista algo más allá de lo que percibimos con nuestros ojos, algo que funcione como energía y mueva nuestras vidas.

La gente destaca mucho vuestra energía y vuestra calidez. ¿Qué respondéis al cliché de que los castellanos sois secos, fríos o cerrados?

Hay algo de verdad en ese estereotipo, pero también influyen la globalización y los cambios sociales. Puede que hace años estuviera más marcado, pero depende de con quién te compares. Por ejemplo, comparándonos con amigos de Cádiz, quizás sí somos más contenidos. En nuestro caso concreto, no nos sentimos muy encasillados: hemos viajado mucho, estamos constantemente en la carretera, y llevamos diez años con este proyecto, lo que nos ha expuesto a múltiples culturas y personas. En casa pasamos solo unos días a la semana; por eso uno termina siendo un poco de muchos lugares. Eso influye en nuestra forma de ser y contrasta con ciertos prejuicios que la gente pueda tener sobre Valladolid o Castilla. Muchos compañeros artistas llegan con expectativas y se sorprenden gratamente, diciendo: “Me encanta lo que veo aquí”.

¿Qué balance hacéis de estos diez años de Siloé? ¿La amistad es central en el proyecto?

Han sido diez años de altibajos, pero esa convivencia nos ha permitido crear juntos, compartir experiencias y mantener la energía del proyecto. Nuestra relación tiene mucho que ver con nuestra tierra y con Valladolid. Hemos aprendido a protegernos de las “olas” externas y a priorizar lo que realmente importa: divertirnos y dedicarnos a la música como nuestro principal motor de vida. Hemos ido tomando decisiones que nos han reeducado y fortalecido; una de ellas es cuidar la relación entre nosotros.)

¿Cuidar la relación entre vosotros requiere esfuerzo?

Sí, requiere trabajo. A veces desprestigiamos la importancia de llevarse bien, como si fuera algo que no necesitara esfuerzo. Pero después de compartir diez años girando, habitaciones, vuelos y furgonetas, estableces vínculos muy fuertes. Tenemos nuestras diferencias, claro, pero el hecho de querer proteger esas relaciones hace que el grupo funcione y se cuide entre sí.

Imagen de promoción de Siloé
Imagen de promoción de Siloé
Javier Cuadrado

¿Qué ha sido más importante para vosotros en esta década: la música o la relación interna?

Hemos vivido mucha evolución, y lo más importante no ha sido lo musical, sino proteger lo que nace de nosotros. Lo que hacemos surge en nuestra casa, en nuestra ciudad, sin influencias externas de modas o tendencias. Siempre buscamos volver a nuestro origen. Cada banda tiene algo que la diferencia; para nosotros, es la forma en que protegemos nuestra esencia. Eso hace que el proyecto sea duradero y sostenible.

¿Cómo habéis gestionado esa independencia?

Creamos nuestra propia empresa, quisimos ser independientes hasta el final y contamos con una oficina de casi nueve personas en Valladolid. Esto nos permite protegernos y mantener Siloé especial. Además, contamos con apoyo profesional, como un psicólogo que nos ayuda semanalmente a comunicarnos mejor y resolver conflictos. En el rock siempre se ha valorado la autenticidad, pero existe mucha apariencia. Se dice que un artista hace lo que quiere y es libre, pero muchas veces eso es mentira. Vimos casos de músicos que terminaron muy pronto con su vida por no sostener ese mito. Nosotros queremos perdurar, hacer música toda la vida y mantenernos juntos, y eso implica adoptar una filosofía distinta: cuidar la salud del grupo y su cohesión a largo plazo. Esa es una de las claves que nos ha permitido llegar hasta aquí.

¿Cómo se vive la rapidez de la industria frente a esto que decís de cuidar y proteger la integridad de la banda?

A veces cuesta no entrar en la rueda de comparaciones o de presión. Somos humanos y mantener la independencia implica no estar pendientes de lo que hace todo el mundo. Hay una percepción muy extendida de que los grupos siempre se tienen que llevar mal o que su éxito será efímero. Esto es un veneno que se proyecta desde fuera y del que hay que protegerse. Si no, acabas en un círculo constante de viajes, promociones, conciertos y dopamina, con gente recordándote que “solo vais a durar un año”. Ese tipo de pensamiento es dañino y refleja un estereotipo del rock and roll centrado en drogas y excesos que ya no corresponde a la realidad actual.

¿Siloé es una banda de directo? ¿Qué sucede en el escenario?
Definitivamente. Desde nuestros inicios, tocar en directo es nuestra manera de expresarnos; es nuestro ADN. No entendemos la música de otra manera que no sea entregándonos en el escenario. Observando otros artistas, se puede ver cómo algunos editan más discos que nosotros, pero su ADN no es el directo. Para nosotros, la música existe en la interacción con el público y en la entrega de ese momento.

Tenéis un mantra antes de salir al escenario. ¿Qué es el ‘lolo lolo’?

Es un ritual que hacemos antes de cada concierto. La primera canción que tocamos en el tour tiene un riff y un piano que nos conecta. Antes de que la interprete el público, nosotros la cantamos entre nosotros para darnos fuerza y energía. Es un momento de conexión, de demostrar al compañero que estás ahí, y de prepararnos para entregarnos al público. Es un gesto íntimo que fortalece el vínculo entre nosotros.

¿Os seguís poniendo nerviosos antes de salir al escenario?
Sí, siempre. Es un nerviosismo sano que marca respeto hacia lo que hacemos y hacia la audiencia. Hay gente esperando un momento especial; es natural sentir esa presión. No paraliza, sino que motiva a dar lo mejor de nosotros. Es un respeto por nuestro arte y por quienes nos escuchan.)

¿Cómo salís de los conciertos y bajáis las revoluciones tras la euforia del directo?

Después de un concierto, sentimos euforia, pero sabemos que viene el bajón. Para normalizarlo, buscamos momentos tranquilos, conversamos y tomamos algo de chocolate negro. Es un proceso necesario para volver a la calma y gestionar la intensidad del directo. Nos gusta, pero requiere equilibrio; es un instante raro, pero forma parte del ciclo de la experiencia en el escenario.

Cuatro bolos a la semana son una barbaridad… ¿Sois el grupo que más toca en directo?

Sí, cuatro conciertos a la semana son intensos. Este año haremos entre 93 y 96 conciertos, casi 200 noches fuera de casa. No sé si habrá otra banda que haga más; no es una cuestión de competición, sino de volumen. Es un esfuerzo grande, pero como el ADN de Siloé es el directo, esto es lo que vinimos a hacer. Incluso comparado con artistas históricos como Celtas Cortos, que en sus momentos más grandes llegaron a 140 conciertos al año, sabemos que estamos en ese camino de entregarnos al directo de manera intensa.

¿Qué pensáis del papel de la mujer en la industria musical?

Hay que destacar que todavía no existe una representación equitativa. Faltan mujeres en festivales y en muchos espacios de visibilidad que reflejen realmente lo que sucede en la música. Esto no significa que no existan bandas femeninas extraordinarias: admiramos profundamente a muchas, como Las Pipiolas o Las Ginebras, o a la propia Zahara, con quienes prácticamente hemos crecido. Su presencia y contribución han sido clave para comprender y fortalecer la escena musical actual. Pero hacen falta más mujeres en la música, y lo dicen tres tíos.

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