El GPS o el chaleco antibalas son capacidades básicas para un militar. Su uso ha sido y es esencial para mejorar las estrategias castrenses o prevenir muertes. Pero ¿cuáles ha sido los orígenes de este sistema tecnológico y de dicha prenda protectora?
Hedy Lamarr, la actriz convertida a inventora
Tras varios años trabajando como actriz en Europa, Hedy Lamarr (Viena, 1914) huyó de su marido y del nazismo y llegó en Londres con un objetivo: recalar en Estados Unidos. En la capital británica conoció a Louis B. Mayer, presidente de la Metro-Goldwyn-Mayer, quien le ofreció un contrato en el mismo barco que los trasladaba a ambos al país norteamericano.
Fue en 1940 cuando la intérprete conoció en una cena a George Antheil, quien compartía el espíritu creativo de Lamarr. Entonces, el también pianista y compositor estadounidense y ella hablaron de diversos temas, pero una de sus mayores preocupaciones era la Segunda Guerra Mundial. Debido a que Lamarr comenzó estudios de ingeniería y tenía conocimientos sobre diversas municiones y armas como resultado de su matrimonio con Friedrich Mandl, un industrial y fabricante de armamento austríaco, la actriz y Antheil comenzaron a pensar en ideas para combatir a las potencias del Eje.

Entre ambos consiguieron idearon un sistema de comunicación que se utilizaría con la intención de guiar a los torpedos hacia sus objetivos. En la Segunda Guerra Mundial, aunque se tenía constancia del control remoto, no se usaba para dirigir proyectiles porque las señales de radio utilizadas para guiarlos eran fáciles de descubrir y de bloquear. El sistema de Lamarr y Antheil permitía proteger esas señales, cambiando su frecuencia de transmisión continuamente. Esto se traduciría en que la señal para guiar el torpedo saltaría de una frecuencia a otra, haciendo imposible su detección y bloqueo.
Aquello se convirtió en la base de las comunicaciones inalámbricas modernas, incluyendo el WiFi, el Bluetooth y el sistema de posicionamiento global o, en inglés, Global Positioning System (GPS).
Tras su creación, Lamarr y Antheil solicitaron una patente y apoyo militar para el invento. Aunque esta les fue concedida en agosto de 1942, la Marina de Estados Unidos decidió no implementar el nuevo sistema. No fue hasta la década de 1960, en el contexto de la crisis de los misiles cubanos, cuando se intentó desarrollar una boya oceánica capaz de detectar submarinos cercanos y transmitir la información a aviones que el país norteamericano consideró su uso seriamente.
Stephanie Kwolek, la descubridora del kevlar
Era 1965. Stephanie Kwolek (New Kensington, 1923) hizo un descubrimiento inesperado que condujo a la creación de fibras sintéticas tan resistentes que ni siquiera las balas de acero podían penetrarlas. Kwolek observó cómo las moléculas de poliamida se alineaban de una determinada manera, lo que resultaba en una resistencia y rigidez excepcionales. Ese hallazgo dio paso al invento de unas fibras industriales llamadas kevlar, un material que es cinco veces más resistente que el acero, pero más ligero que la fibra de vidrio. Actualmente se utiliza en muchos productos, entre los que se incluyen los chalecos antibalas, naves espaciales o cascos.

La estructura química de estas fibras comprende varias cadenas que están entrelazadas y proporcionan una fuerza tensil -capacidad de un material de soportar una fuerza de tensión antes de romperse- diez veces mayor que el acero con un peso similar. Estas están tan estrechamente hiladas que es prácticamente imposible separarlas. Por ejemplo, cuando una bala u otro proyectil a alta velocidad toca el kevlar, este lo atrapa mientras absorbe y disipa su energía.
Dichas fibras industriales también son resistentes a las llamas, lo que proporciona una protección contra peligros de temperaturas de hasta 426 grados Celsius. Además, no se derriten, no gotean ni promueven la combustión.