Un Planeta para Juan del Val: escuece la pasta, no el talento

Juan del Val, ganador del Premio Planeta 2025 por su novela "Vera, una historía de amor"

Juan del Val, recoge su premio
Manaure Quintero / AFP

José Manuel Lara le ofreció el Premio Planeta a don Miguel Delibes, y el mayúsculo escritor vallisoletano, autor de tantas novelas inolvidables, inolvidables de verdad –Los santos inocentes, Las ratas, El hereje, etcétera-, lo rechazó alegando “razones morales”. Jeosm publicó hace un par de años el libro No soy uno de los vuestros, con la editorial Círculo de Tiza, y en su presentación dijo: “Pensaba, inocentemente, que el mundo de las letras iba a ser más relajao, de gente culta. Y sois una panda de ratas. Lo digo con todo el cariño”. La sentencia del fotógrafo, certera como una viñeta de El Roto –es que son de certeras, tú…–, se escurre con aquel hombre noble y sabio que fue galardonado con, entre otros, el Cervantes y con el Príncipe de Asturias de las Letras.

Tal y como recogía El País en mayo de 1979, Delibes contaba que cenó con Lara y con su mujer, Consuelo García-Píriz: “Me ofrecían los ocho millones del Planeta, cuatro ahora y cuatro dentro de un tiempo. Yo tuve que negarme. Lara decía que aceptase, que a fin de cuentas todo era positivo: él ganaba, yo ganaba y los lectores podían encontrarse con una novela aceptable. Yo le contesté que había unos perdedores: los ciento cincuenta o doscientos nuevos escritores que concurren al premio y esperan ganar para iniciar su carrera literaria. Al final de la reunión no fueron comprendidas totalmente mis razones morales y hasta me dijeron que tenía once meses por delante para pensarlo”.

A Juan del Val, polemista oficial de Atresmedia, rostro habitual de El Hormiguero y pareja de Nuria Roca, le acaban de dar el Planeta 2025, regado con un millonzaco de euros, menos el pellizco que le birlará el Ministerio de Hacienda. Vera, una historia de amor, se llama la novela premiada. Por lo que he visto, la protagonista cambia a su marido, que es marqués, por un chaval de “clase trabajadora”. En plan Corín Tellado, vaya. El autor declaró el jueves que no pretende dejar “ningún mensaje” con su obra: “Propongo una forma de entretenerse a través de la emoción. No pretendo trascender con ningún mensaje”. Todo lo contrario que Silvia Intxaurrondo, líder amazona de la trinchera televisiva no rival, sino enemiga según la franja horaria, quien cree “en el poder de las historias para cambiar la mentalidad de la gente”.

Planeta ha pasado de premiar a Eduardo Mendoza, Juan Manuel de Prada, Espido Freire, Ana María Matute, Juan Eslava Galán o incluso a Mario Vargas Llosa y Camilo José Cela, dos Nobel, por si alguien no cae en la cuenta, a laurear, en los últimos tres años, a dos rostros conocidos de sus canales de televisión: Juan del Val y Sonsoles Ónega (2023). Por si alguien lo dudaba: al Planeta no se presenta el ganador jamás. El grupo ofrece su premio, un autor lo acepta -o lo rechaza, como Delibes- y, en paralelo, legiones de minions rellenan la convocatoria, sabedoras de que, con suerte, pueden encontrar editor/editorial. La jugada es vieja y conocida: no hablamos de literatura, sino de pompa y, sobre todo, de mercantilismo. Las reglas están claras. El objetivo pasa por, excepciones al margen, cebar el ego del famoso y la cuenta bancaria del grupo, punto. Y, por supuesto, un lector serio no crea una biblioteca seria con premios planeta. No lo hace, de verdad.

Puedo entender que algún profano piense que los Planeta son una fiesta de la literatura, donde se ensalza la cultura, porque la cultura, buah, nos hace más libres que Ayuso y demás idioteces; ahora bien, no hay periodista de la cosa que 1) no sepa de qué va realmente la vaina, y 2) que tenga razones puramente literarias para indignarse. Por eso no entiendo el follón que se ha montado tras la concesión del último Planeta a Juan del Val, quien, por cierto, se define profesionalmente ante todo como escritor y que, con mayor o menor fortuna, lleva publicando desde 2011.

Nah, es broma: ¡cómo no voy a entender el quilombo! La peña que patalea en medios y en redes contra Juan del Val no lo hace por la calidad literaria de Vera, una historia de amor, sino porque le han dado un millón de lereles a un jefazo de El Hormiguero; si hubieran premiado a uno de los suyos, si hubieran colmado de chistorras planetarias a Cristina Fallarás o a la citada Intxaurrondo, estarían haciendo el pino con las orejas en Babelia, criterios literarios al margen. Que aquí nos conocemos todos, a ver. Que los dignos indignados no defienden las razones morales de don Miguel Delibes. Aquí hablamos de envidia o, incluso de despecho: ¿a qué se debe semejante herejía, pudiendo distinguir a algún miembro selecto del “Club de las almendritas saladas” (Trapiello)? Va mi enhorabuena al afortunado.

TAGS DE ESTA NOTICIA