Opinión

La discriminación por edadismo

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Mucho se habla en nuestra sociedad de racismo o sexismo, pero el edadismo, discriminación de las personas por razones de edad, parece quedar en un segundo plano.

Una de las primeras características que observamos en otras personas es su edad. De este hecho surge la utilización de la misma como base para categorizar y dividir a las personas, para determinar de manera subjetiva sus ventajas e inconvenientes para determinadas tareas o papeles en la sociedad. En base al edadismo se generan estereotipos, prejuicios y discriminación hacia las personas según su edad.

No solo la población de mayor edad es víctima de este hecho, puesto que el edadismo también se manifiesta entre la población más joven, sobre todo entre aquellos que inician su carrera laboral. Son muchas las ocasiones en que se generan para ellos largos periodos de prácticas y falta de ofertas de trabajo basadas en la falta de experiencia.

Pero el edadismo afecta principalmente a las personas mayores. El 45% de los mayores de 65 años afirma haberse sentido discriminados por su edad según el Informe global sobre el edadismo emitido por Naciones Unidas.

El edadismo entre las personas mayores tiene como una de sus principales causas la llamada “brecha digital”, siendo ésta una amenaza para la inclusión y la igualdad social de este sector de la población. La falta de conocimientos informáticos y digitales o el no tener acceso a estos medios, la complejidad en muchos trámites y la ausencia de un acompañamiento adecuado, llevan a que muchas personas mayores sientan frustración y dependencia y se dificulta e incluso se elimina su derecho al acceso a servicios básicos.

La vulneración de los derechos de las personas mayores se agudiza en el acceso a bienes y servicios de todo tipo, tales como la educación, sanidad, vivienda, ocio, y de manera muy clara en el sistema bancario, donde la digitalización ha excluido, marginado y olvidado los derechos de las personas mayores.

Esta misma ”brecha digital” ha convertido la edad en un factor de exclusión jurídica. Cada vez más procedimientos se gestionan exclusivamente a través de medios electrónicos. La mayor parte de la información sobre procesos jurídicos, asistencia jurídica gratuita, etc, se ofrece únicamente en portales digitales. Este hecho discrimina claramente a aquellos ciudadanos que por edad no están familiarizados con internet y eleva la dependencia de terceros para poder realizar los trámites o, simplemente, se opta por no iniciarlos.

Nuestro actual sistema sanitario no ha apostado por un cambio estructural que permita un sistema más justo y accesible para las personas mayores, más bien, todo lo contrario. Con esto, no me quiero referir únicamente a la dificultad que representa pedir cita previa en muchos casos, también hay que tener que cuenta, la discriminación en el acceso a determinados tratamientos.
Las decisiones para llevar a cabo o no un determinado tratamiento no deberían de basarse en la edad de la persona afectada. Dentro de la asistencia clínica, es frecuente que pacientes de edad avanzada tengan menos probabilidades de acceso a determinadas cirugías o menos oportunidades de tratamiento ante un determinado diagnóstico. En una encuesta realizada entre los miembros de la Sociedad Española de Medicina Geriátrica (Semeg), el 82% de los geriatras manifestaban enfrentarse a actitudes edadistas en sus actividades médicas.

El edadismo está presente en casi todos los ámbitos de nuestra sociedad y, aunque parece ser aceptado de manera natural, debemos de dar visibilidad a esta discriminación y ser capaces de combatirla.

Para ello es necesario luchar contra la brecha digital en personas mayores y esto no solo debe basarse en impulsar la formación y el acceso a la tecnología, sino también debería garantizarse, como derecho fundamental ya existente en el marco regulatorio español y europeo, la asistencia presencial en la administración y en todos los servicios públicos.

Paralelamente a ello, todos debemos evitar comportamientos de exclusión o infantilización en nuestro trato hacia las personas mayores y ser capaces de apoyarlas para que sean conscientes que la vejez no es sinónimo de carga y de que pueden seguir siendo útiles en nuestra sociedad.

Solo de esta manera podremos evitar el asilamiento, exclusión y el riesgo de aislamiento de nuestros mayores.

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