Durante más de una década, Dina y Arina Averina fueron sinónimo de excelencia en la gimnasia rítmica. Nacidas el 13 de agosto de 1998 en Zavolzhie, una pequeña localidad rusa a orillas del Volga. Su madre quería un hobby para sus hijas que canalizase su energía, pero también que les otorgase disciplina, y así con cuatro años las gemelas Averina comenzaron un hobby que las llevaría a la cima internacional.
A los trece años, ambas comenzaron con su carrera internacional que Dina estrenó con un oro. Y es que, aunque ambas conquistaron los podios internacionales con una sincronía casi mágica Dina siempre fue la más laureada. Arina, aunque siempre ligeramente eclipsada por su hermana, también acumuló medallas en campeonatos europeos y mundiales.
La mayor, por veinte minutos, de las Averinas se convirtió en la primera y única gimnasta rítmica en ganar cuatro títulos mundiales consecutivos en el concurso general (2017–2021) y diez Copas del Mundo bajo la mano experta de la gran dama de la rítmica rusa, Irina Viner. Y bajo la tutela de la poderosa presidenta de la Federación Rusa de Gimnasia Rítmica, las Averina dominaron la escena internacional. A ojos de los expertos, eran las herederas naturales de las campeonas olímpicas y leyendas rusas como Yana Kudryavtseva y Margarita Mamun.
“Estaban citadas con la historia, dos hermanas campeona y subcampeona olímpica” nos cuenta la voz experta de la rítmica española, la jueza y entrenadora Sara Ayala.
Su ascenso fue meteórico. Llegaron a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 como las grandes favoritas, también con mucha presión. Desde el año 2000 todos los oros olímpicos individuales habían sido propiedad de Rusia.
Dina obtuvo la medalla de plata, superada sorpresivamente por la gimnasta israelí Linoy Ashram, mientras que Arina quedó cuarta, en una final marcada por la polémica: la victoria de Ashram fue cuestionada por la delegación rusa, que acusó a los jueces de parcialidad.
“Ella sintió que ese oro le pertenecía”, explica Sara Ayala. “Dina preparó el siguiente ciclo olímpico para concurrir en París. Pero en 2022 ella ya no pudo competir en el campeonato del mundo por el veo, por lo que ella y su hermana estuvieron entrenando al margen”, explica.
El ocaso de su carrera
Aunque el resultado del podio de Tokio fue un varapalo para las Averina, el verdadero giro en su historia no fue deportivo, sino político. Tras la invasión rusa a Ucrania en 2022, las federaciones internacionales comenzaron a excluir a atletas rusos de competiciones globales.
Las Averina, como muchas otras figuras del deporte ruso, se vieron atrapadas en una tormenta que no habían provocado. Su presencia en un mitin de apoyo al presidente Vladimir Putin, pocos días después del inicio del conflicto, las colocó en el centro de la controversia. Aunque no hicieron declaraciones políticas explícitas, su participación fue interpretada como una alineación con el régimen, lo que agravó su aislamiento internacional.
Durante los dos años siguientes, sus apariciones se limitaron a galas, clases magistrales y exhibiciones dentro de Rusia. La imposibilidad de competir en París 2024 fue el golpe final: el 23 de febrero de 2024 ambas anunciaron su retiro a los 25 años. “Deportivamente era una pérdida inmensa” apunta Ayala.
Las hermanas se despidieron sin polémica, con emotivos mensajes en redes sociales, agradeciendo a sus entrenadores y seguidores, y reconociendo que su despedida no fue como la habían soñado, sin ser en el tapiz y sin el calor de la grada.
Así rezaba el mensaje público de Dina el día de su adiós: “Hay muchos pensamientos en mi cabeza ahora mismo. Pero, antes que nada, me gustaría dar las gracias a todos mis entrenadores. ¡Por supuesto, muchas gracias a mi querida Irina Aleksandrovna Víner! Gracias por recorrer conmigo un camino tan largo, difícil y muy interesante. ¡Siempre me ayudaron y creyeron en mí! Estoy muy feliz de haber podido trabajar contigo, estos fueron los momentos más brillantes”.
Nadie sabe hasta donde hubiesen llegado Dina y Arina Averina si en su país no hubiese guerra. Su historia es la de dos atletas excepcionales que pasaron de ser iconos a figuras casi invisibles fuera de su país. Su talento nunca estuvo en duda, pero el contexto político las arrastró fuera del escenario olímpico.