El regreso de Jill Roord al FC Twente Vrouwen sorprendió a más de uno. No era habitual que una futbolista asentada en la élite europea, con un currículum que incluye algunos de los clubes más potentes del continente, decidiera volver al equipo donde empezó todo. Pero para la internacional neerlandesa, la decisión tuvo poco de impulsiva y mucho de honestidad personal. Tras años sometida a la máxima exigencia, Roord sintió que algo esencial se estaba erosionando.
Ella misma lo confesó sin rodeos: “en los últimos años perdí un poco la diversión y la felicidad en el fútbol… necesitaba volver a casa, disfrutar de la vida y volver a disfrutar del fútbol”. Sus palabras no solo revelaban un cansancio emocional acumulado, sino también la necesidad de recuperar una sensación que ninguna medalla ni contrato puede garantizar: el placer genuino por jugar.

Lejos de ser un retroceso, su regreso coincidió con uno de los momentos más determinantes para el Twente. El club afrontaba su participación en la UEFA Women’s Champions League 2024/2025, una aventura que suponía un desafío enorme para una plantilla joven y ambiciosa. En ese contexto, la presencia de Roord no solo tenía peso futbolístico: se convertía en un ancla emocional y en la figura llamada a guiar a un equipo que, de pronto, se veía con la mirada de Europa puesta encima.
El regreso que lo cambió todo
La vuelta de Roord al FC Twente no fue un simple gesto sentimental ni una maniobra deportiva. La neerlandesa volvió porque algo en su trayectoria empezaba a hacer ruido. Había brillado en Arsenal, Wolfsburgo y Manchester City, había vivido la élite en su máximo esplendor, pero la distancia emocional con su vida real crecía a la misma velocidad que su currículum. Ella misma lo reconoció con una sinceridad poco habitual en el fútbol profesional: “he estado ocho años jugando en el extranjero y llega un momento en el que estar sola tanto tiempo se hace duro”.
Roord también quiso dejar claro que su marcha del City no escondía ningún desencuentro. Al contrario, siempre ha hablado con cariño de su etapa en Mánchester. “No tenía nada que ver con el City; mi etapa allí fue muy buena”, afirmó, subrayando que la raíz de su decisión no era deportiva, sino personal. Necesitaba recuperar equilibrio, compañía, rutinas que no giraran únicamente alrededor de un balón.

En este viaje de vuelta, Twente no era un club más. Era su club. Allí se formó, allí creció y allí sigue trabajando su padre, René Roord, una figura clave dentro del área técnica. Enschede significaba refugio, hogar y reconexión. Pero también un desafío enorme: asumir un rol de liderazgo dentro de un equipo joven que empezaba a mirar hacia Europa con ambición.
Roord regresó para reencontrarse, sí, pero también para marcar el camino. Y el Twente no tardaría en necesitar exactamente eso: una guía firme en medio del mayor reto deportivo de su temporada.
Europa, la prueba definitiva del Twente
El club neerlandés ha iniciado su andadura en la Champions League 2025/2026 con una convicción que no deja lugar a dudas: este equipo quiere dar un paso adelante en Europa. Su primera gran demostración llegó en las rondas previas, donde superaron con claridad sus eliminatorias y cerraron la tercera fase con un global contundente que les abrió las puertas de la fase de grupos con un impulso anímico importante.
Ya instaladas en el nuevo formato del torneo, las neerlandesas continúan mostrando solidez. En su encuentro más reciente, un 1-1 ante el Benfica, el conjunto rojiblanco evidenció que sabe competir fuera de casa y manejar encuentros tensos ante rivales consolidados. Ese punto, trabajado y merecido, refuerza la sensación de que el equipo ha dado un salto en madurez competitiva.

Aun así, la Champions no regala nada. La reestructuración del campeonato ha elevado el nivel medio y obliga a cualquier candidato a mantener una concentración constante. El Twente lo sabe bien: aunque todavía no ha firmado una victoria de gran impacto ante un favorito al título, sí ha demostrado que está en disposición de pelear cada partido, superar rondas y mantenerse vivo en escenarios que antes le quedaban demasiado lejos.
La realidad es que el conjunto de Enschede está cumpliendo con lo que exige el fútbol de élite: progresar, adaptarse y aprender. Su evolución no se mide únicamente en resultados, sino en cómo ha ido creciendo su propuesta y su personalidad. El desafío ahora es transformar esa mejora en pasos firmes en los momentos decisivos, para que el Twente deje de ser una promesa constante y comience a consolidarse como un nombre propio del panorama continental.
Juventud y carácter en Twente
El FC Twente Vrouwen avanza con la determinación propia de un equipo joven que crece a pasos agigantados. Su plantilla, repleta de talento que aún no supera los 23 o 24 años, vive la Champions como un curso intensivo en competitividad: cada partido es un aprendizaje, cada error una lección, y cada pequeño avance, un paso hacia una madurez futbolística que empieza a hacerse notar.

Esa mezcla de juventud, energía y ambición ha encontrado en Jill Roord el punto de equilibrio perfecto. Ella aporta justo aquello que a veces les falta: perspectiva, oficio y la serenidad que solo otorgan los años al máximo nivel. Ha disputado fases finales, ha soportado la presión mediática y deportiva y ha superado la prueba más dura para una futbolista: una rotura del ligamento cruzado anterior. Su regreso tras esa lesión la ha convertido en un referente silencioso, un espejo en el que sus compañeras se miran para entender qué significa levantarse.
Roord no necesita alzar la voz para liderar. Su forma de mandar es natural, tranquila, constante. Sabe cuándo hablar y cuándo escuchar; cuándo corregir y cuándo simplemente acompañar. Su influencia dentro del vestuario es tan determinante como su inteligencia sobre el césped. En un equipo que se construye mirando al futuro, ella es el presente que sostiene la estructura.


