Si hay un nombre por encima del resto en la historia del fútbol femenino ese es el de Marta Vieira da Silva. Para los aficionados a este deporte, probablemente con haber escrito solamente el nombre de Marta valdría para identificar la figura de la que hablamos. Porque así de grande es la brasileña y así de inmenso es su legado, el de la mejor futbolista de todos los tiempos.
Aprovechando su nacionalidad, muchos han optado por llamarle la Pelé del fútbol femenino. Pero con respetos a todo un icono como el astro brasileño, a Marta no le hacen falta ese tipo de comparaciones. Su dimensión está por encima de cualquier otra jugadora de fútbol femenino y su historia de superación bien merecen que al hablar de ella no existan otros nombres de por medio.
Hoy, en una nueva gala del Balón de Oro, esa historia vuelve al plano principal, pese a haber sido catalogada en el puesto 12º de esta edición. No es para menos, los galardones individuales refuerzan su candidatura a mejor jugadora de la historia. En su haber, 6 Balones de Oro y un premio The Best que la encumbran a lo más alto. Para quien no la conozca, esta es la historia de Marta Vieira da Silva.
La humildad y la pobreza marcaron su camino
Si hay algo que reconforta es ver a las personas cumplir sus sueños y cambiar por completo sus vidas. La de Marta, como la de muchas estrellas, comenzó en el lado más opuesto posible a la realidad que vive hoy. Nacida el 19 de febrero de 1986 en el municipio de Dois Riachos, la brasileña pertenece a una familia muy humilde asentada en el trabajo y esfuerzo de su madre.
Marta y sus hermanos salieron adelante gracias a una madre que pasaba mucho tiempo fuera de casa. Ese esfuerzo materno por darle la mejor vida posible a sus hijos fue el ejemplo perfecto para que Marta nunca abandonara su sueño. Todas esas tardes sin su figura materna dieron comienzo al desarrollo de lo que hoy es la gran referente del fútbol femenino.
En las calles de su municipio, la pequeña Marta evidenció que había nacido para brillar en el deporte rey. Improvisando porterías y balones, jugando descalza y rodeada de niños, la brasileña empezó a engancharse al fútbol. Era su día a día y sus habilidades fueron creciendo de manera imparable, pese a la oposición de la lucha de género.
En Brasil existió hasta 1979 una ley que prohibía a las mujeres jugar al fútbol. Pero, aunque esa ley llegó a su fin años antes de la llegada de Marta a este mundo, seguía siendo un tema tabú ver a una mujer jugando con hombres. Ni su familia terminaba de aceptarlo, pero Marta había nacido para ser una estrella, romper moldes y convertirse en un icono. Nada le iba a frenar.
La barrera geografica
El amor de Marta por el fútbol era irracional. Vivía pegada a la pelota la mayor parte del día y su oportunidad no tardó en llegar, aunque supuso un gran sacrificio. A los 14 años dejó atrás Dois Riachos en un viaje de más de 2.000 kilómetros hasta Río de Janeiro. Allí hizo las pruebas con Vasco da Gama, el primer club femenino que le ofreció un contrato.
Fue su entrada al alocado mundo del fútbol profesional. Una montaña rusa de locura en la que Marta fue escalando hasta desembarcar en Europa, concretamente en el fútbol sueco. Hasta allí llegó gracias al Mundial del año 2003, que fue su verdadero trampolín a la élite. Con 17 años atendió la llamada de Brasil para debutar en una Copa del Mundo y en Estados Unidos vieron el potencial de aquella joven promesa.
Así, tras la cita mundialista, Marta fichó por el Umea IK. Con el equipo sueco consiguió ganar la Champions League en una etapa de cuatro años que finalizó con su desembarco en la liga de Estados Unidos, por entonces, una de las más reputadas. La selección norteamericana dominaba el fútbol femenino y Marta decidió medirse ante sus estrellas en su propia liga.
Entre Suecia, Brasil y Estados Unidos
Lo cierto es que la trayectoria deportiva de Marta ha sido muy variada, pero siempre ha estado encuadrada en tres países: Suecia, Brasil y Estados Unidos. De Brasil salió tras pasar por Vasco da Gama y Santa Cruz, aunque volvería años más tarde al Santos. En Suecia dio su gran paso como futbolista profesional en el Umea IK, y más tarde en el Tyresö FF y el Rosengard.
Y en Estados Unidos encontró su lugar para disfrutar gracias a equipos como Los Ángeles Sol, FC Gold Pride, Western New York Flash y Orlando Pride, su club actual. Sin duda, repasando su carrera, experiencias no le han faltado para crecer personal y profesionalmente.
Quizás, gracias a todas ellas, su legado es hoy el que es. El de una figura que ha conseguido a nivel individual todo lo que se le ha resistido a nivel colectivo con su selección y que ha dejado huella por los países que ha pisado.
Un palmarés envidiable
Pese a la amargura que ha vivido con Brasil, a nivel clubes sus logros son realmente cuantiosos. En Suecia, 7 ligas, 4 supercopas y 2 copas. En Brasil, un campeonato de liga sub-19 y una copa. En Estados Unidos, 3 ligas y un premio al equipo mejor posicionado tras la fase regular del campeonato.
Con la selección carioca, 3 títulos de Copa América, 2 oros en los Juegos Panamericanos y 3 platas en Juegos Olímpicos. El Mundial y un oro en los Juegos Olímpicos son la gran espinita clavada en el historial de Marta con Brasil. El oro olímpico apunta a ser imposible, pero la esperanza de ganar un Mundial sigue vigente.
Antes de París 2024, Marta anunció que se retiraría de la selección una vez finalizasen las olimpiadas. Pero su gran nivel en Orlando Pride le convenció para posponer ese retirada. De ahí que ahora, a sus 39 años, sueña con estar presente en la próxima cita mundialista que, casualmente, se celebrará en Brasil en el año 2027. Podría ser la guinda del pastel para su historia.
Marta, una referente mundial
Para ese posible desenlace soñado todavía quedan varios años. Pero volviendo al presente, la inmensidad de lo que ha conseguido Marta se traduce en acontecimientos que hablan por sí solos de su dimensión. Por ejemplo, en julio de 2018 fue designada embajadora de buena voluntad en el programa internacional ONU Mujeres, un cargo destinado a trabajar en favor de la igualdad de género en el mundo del deporte.
O mismamente, en el año 2024 y con Marta en activo, la FIFA creó un trofeo especial (Premio Marta) que recibe su nombre y que premia el mejor gol de fútbol femenino de la temporada. Un reconocimiento a una leyenda que imita al Trofeo Puskas y que, casualmente, la propia Marta Vieira da Silva se adjudicó en su primera edición.
En definitiva, la futbolista brasileña es todo un icono en el fútbol femenino y su grandeza continúa en auge. En esta nueva gala del Balón de Oro su nombre ha vuelto a figurar entre las candidatas. Independientemente de ese duodécimo puesto, todos sabrán de la historia de Marta, un guion de película sin final escrito que ya ha dejado una huella imborrable en el deporte femenino.