TENIS

Nadja Manjón, la ex tenista que ha querido desvelar el sufrimiento detrás del alto rendimiento

La gallega, que ha escrito `Los que no llegaron´ dejó atrás una vida en el alto rendimiento. "Llegué a jugar lesionada o recién salida del hospital", revela de unos años tremendamente duros

Nadja Manjón en Articulo14
Javier Cuadrado

Llegar. Ese verbo tan usado en el deporte para catalogar a los que consiguen hacer de su pasión su profesión.

Por cada tenista que llega, que triunfa hay cientos que se quedan por el camino. Este axioma puede perfectamente exportarse a cualquier deporte, sin embargo las historias que se cuentan son las de las medallas, los podios, los récords y los títulos conquistados.

Nadja Manjón Mihalic decidió un día que no quería seguir en el mundo del alto rendimiento. Llevaba desde los cinco años jugando al tenis, trabajando por un objetivo: ser la número uno. “Me inspiraban Sharapova, las Williams…” ese también era el deseo de su padre “él me iba poniendo esa referencia para ser la mejor”, nos explica.

Desde ese compromiso enfocó su vida y la de su familia. Comenzó en un club de Coruña, pero se le quedaba corto “y tanto mi familia como yo decidimos que o todo o nada, y nos lo tomamos un poco más en serio, pero yo sólo tenía 5 años. Empecé a querer ser esa persona”, admite.

De Coruña a Valencia pasando por Mallorca

Nosotros siempre hemos actuado como una piña, donde uno necesitaba íbamos todos”. Y así, se mudaron de Coruña a Mallorca y de ahí a Valencia para ingresar en un club de alto rendimiento en los años más decisivos de la que pensaba que sería su carrera profesional. “Tenía 14 o 15 años, llegaba a las ocho de la mañana y salías a las cinco de la tarde y de ahí a estudiar”.

Nadia tenista

Nadja entrenaba mirando de cerca a tenistas que hoy están en la élite como Paula Badosa o Sara Sorribes.

Sentía mucha presión, porque muchas cosas dependían de mí. Mi familia no era adinerada, y el tenis era caro, así que sentía que no podía fallar porque todos los recursos eran para que yo llegara”, nos cuenta Nadja.

Un proyecto familiar centrado en Nadja

Otra decisión familiar también le añadió más presión. “Mi padre decidió dejar el trabajo para dedicarse a nosotros mientras mi madre era quien mantuvo su puesto, él dejó muchísimo por nosotros. Se esforzó mucho en hacer los menús, en cuidarnos, por lo que si yo no llegaba de alguna manera él había fracasado“.

“Si yo no llegaba sentía que mi padre había fracasado”

Nadja explotó y un día decidió acabar con el tenis. “Intenté meterme en el circuito WTA, y cuando económicamente la familia ya no pudo más, acabaron las oportunidades. Me explotó la cabeza. Llamé a mi entrenador le dije que no volvía y cogí una bolsa de basura y tiré todo lo que tenía de tenis salvo las raquetas porque pensé en venderlas. Trofeos, bolsas, pelotas, todo se fue a la basura”, recuerda.

Para mí el tenis había sido el amor de mi vida pero al dejarlo preferí contacto cero“, admite.

A los tres días la familia estaba de vuelta en Galicia y la situación personal de Nadja comenzó a agravarse. “Yo pensaba que si no iba a ser tenista sería una fracasada. No había otra“. No encontraba cómo llenar el vacío que el tenis le había dejado. “Fue un año muy complicado, entré en un vacío y una pérdida de identidad total”.

“Entré en un vacío y una pérdida de identidad total”.

“Empecé a chocar con mis padres, hasta que supe de unas becas en Estados Unidos donde te pagaban la carrera a cambio de jugar para el equipo de la Universidad. Menos mal que no había vendido las raquetas”.

Competitividad tóxica

Aterrizó en Louisiana, en “la tierra de las oportunidades” sabiendo que el tenis universitario en EEUU era sólo la llave para poder disfrutar de otras experiencias. “Me lo tomé como un trabajo, mi entrenadora era mi jefa, aquello era un negocio“.

Así se lo tomaba, así también se lo hacían notar desde la Universidad “llegué a competir lesionada del cuadriceps llegando a la pista en muletas. O directamente desde el hospital donde tuve un problema porque no veía por un ojo. Me hicieron jugar, perdí 6-0, 6-0”, recuerda.

Nadja Manjón posa con su libro “Los que no llegaron”
Javier Cuadrado

También que en aquella etapa vivía con la que ella identifica como una “competitividad tóxica“. “Yo venía de una vida donde desde los cinco años te enseñan a ganar a la niña que tienes enfrente. Cuando llegué allí, que jugábamos por el equipo de la Universidad, yo quería ganar yo, lo que hiciese mi compañera no me importaba”.

En su último curso, sabiendo que era también el último del tenis con el que mantenía esa relación de desamor, fue cuando su juego despuntó. “Era un tour por California, sabía que ya no iba a competir más entonces sólo disfrutaba. Salía todo tan fácil. si hubiese jugado así siempre, hubiese llegado”.

De nuevo ese verbo, llegar, que le recuerda el sueño que no conquistó. Por eso comenzó a escribir, para tratar de sanar todas esas emociones que le impedían ser feliz al cien por cien.

“Autopubliqué mi libro en Amazon con la esperanza de que a alguien le pudiera servir. Lo que no esperaba era que fuese a salir tan bien” dice con una gran sonrisa mientras lo sujeta. “Empecé en octubre en Instagram y ya somos 2000″, una comunidad que está atrayendo a quienes se puedan sentir identificados con Nadja Manjón.

Porque `Los que no llegaron´ es la historia de muchos y muchas que se han visto reflejados en unas páginas llenas de dolor pero también de mucha verdad.

 

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