Liam tiene 14 años de edad y una madurez sustentada en su discurso sosegado y auténtico. La prohibición en Australia de acceder a una decena de plataformas digitales de cara al 10 de diciembre, por la entrada en vigor de la Ley de Seguridad en línea, le hace sentirse contrariado. Navega entre dos aguas, como muchos adolescentes menores de 16 años que perderán de golpe sus perfiles en redes sociales. “Será un cambio drástico en mi estilo de vida”, reconoce antes de introducir un matiz: “Ayudará a que no tengamos tanta exposición y las usemos de manera razonable”, confiesa a Artículo14 desde su casa en Sídney.
Este 4 de diciembre en Australia ha sido muy temido por alrededor de medio millón de jóvenes. Hace menos de dos semanas, Meta envió correos a todas las cuentas de personas que no han llegado a los 16 años y les avisó de que sus días en Instagram, Facebook y Threads estaban contados a partir de este jueves. Les siguieron TikTok y Youtube, quienes también enviaron comunicaciones que avisaban de la medida que tomarán en menos de una semana. Los primeros ya han comenzado a cerrar perfiles y los segundos no dudaron en apuntar con el dedo -y con relativa sutileza- al Gobierno australiano.

“Los controles parentales sólo funcionan cuando tu hijo preadolescente o adolescente ha iniciado sesión, por lo que los ajustes que hayas elegido dejarán de aplicarse si los ve mientras no ha iniciado sesión. Esto incluye los canales específicos que hayas bloqueado y la configuración de contenidos que hayas elegido”, rezó uno de los párrafos del correo enviado a la madre de un adolescente. Básicamente, les avisan que ante la obligatoriedad de cerrar los perfiles, los progenitores no podrán controlar lo que ven sus hijos. Para YouTube, la regulación abre la veda de acceso a todo tipo de contenido de manera anónima. Para el Gobierno de Australia, el que la plataforma de vídeo use este argumento pone de manifiesto su incapacidad para controlar contenido no apropiado.
“Es como una droga”
A Liam, este elemento de descontrol al que está expuesto le perturba pero al mismo tiempo le engancha. Las redes sociales son la manera en la que se informa de lo que sucede en el mundo, es la vía por la que se comunica e interactúa con sus amigos, en la que se entretiene unas dos horas diarias “o a veces tres”, puntualiza Vera, su madre, donde juega a Roblox -una plataforma donde los usuarios crean diferentes juegos y mundos, donde consume contenido académico más divertido o donde guarda algunos vídeos de cocina. También es consciente de que hay una cara b.

“Es abrumador estar expuesto a tantas cosas y tan rápido”, confiesa. “Hay mucho contenido que no tiene ningún sentido y está fuera de nuestro control. A nuestra edad, no tenemos poder. Esto puede tomar el control de tu vida“, sostiene. “Es tan fácil acceder cada vez que tienes un minuto libre. Lo haces y es adictivo. Es como una droga“.
Multas de hasta casi 28 millones de euros
Aquí es donde entra el Gobierno de Australia. A la hora de presentar la legislación a sus ciudadanos hace un año, ofrecieron una cifras de usuarios elevadas. Por ejemplo, según los datos suministrados por las plataformas, en el país, Snapchat ha declarado aproximadamente 440.000 usuarios con edades entre los 13 y los 15 años. Instagram, por su parte, unos 350.000; YouTube 325.000 y TikTok, 200.000. A esto se le suma otro punto que defienden a capa y espada: que los menores expuestos al uso de redes son más vulnerables a riesgos como acoso, contenido nocivo, ciberbullying, presión social, además de problemas de salud mental vinculados al uso excesivo de pantallas, diseño adictivo, algoritmos, y exposición temprana a estímulos inapropiados. Por eso, con esta regulación piden a las plataformas que tomen “medidas razonables” para impedir que usuarios menores de 16 años tengan cuentas; si no cumplen, las plataformas podrían enfrentarse a multas de hasta casi 28 millones de euros.

La foto en bikini que llegó al director del colegio
Hay una historia que ha marcado a Liam y a su hermana, Clara. Cuando él tenía 12 años de edad, una chica de su clase comenzó a salir con un niño. Le envió una foto en bikini y la imagen acabó en los teléfonos de todo el colegio, incluido el del director, quien convocó a todos los alumnos y les dio un correctivo. Desde aquel momento, ambos hermanos tienen mucho cuidado a la hora de compartir fotos. Clara acaba de cumplir los 18 años y afirma no estar en contra de la prohibición en Australia. Con la edad de Liam, a ella le interesaba la política y su impacto en las mujeres. Confiesa durante la conversación que desde muy joven estuvo expuesta a contenido poco apropiado y reconoce que “hubiera estado mejor esperar” y ver ciertas cosas más tarde. Sin embargo, afirma que le ayudó para su desarrollo. “Yo estoy de acuerdo en que la edad -para acceder a las redes sociales- sean los 16 años”, sentencia.
El papel de los padres en Australia
Cada familia es un mundo en la manera de entender las plataformas digitales para sus hijos. Algunos padres australianos les abren cuentas con sus datos para que puedan seguir conectados con sus amigos y no queden excluidos y otros, como Vera, les dejan usar la suya para que pueda charlar con sus colegas. Es el caso de su perfil de Facebook, al que le permite acceder. “Liam usa Messenger y yo lo controlo. Veo con quien habla y acepto a sus amigos”, reconoce.
Hay cierta sensación de desahogo en Liam con la entrada en vigor de la Ley de Seguridad en línea. Se ha dado cuenta de que usaba las redes sociales más de la cuenta, a pesar de tener una vida al aire libre muy activa. Pero sobre todo ansía que esta norma sirva para que amigos suyo a los que ha visto demasiado expuestos a las redes también se replanteen su conectividad. “He visto algunos amigos que han visto contenido que debería ser para personas más maduras. He visto cómo cambia su manera de actuar. Hay una necesidad de validación que les hace exponerse aún más”, afirma.
Escepticismo e impugnación en el Tribunal Superior
Mientras el mundo observa con atención cómo implementará Australia esta prohibición, el escepticismo reina entre muchos sectores. Catherine Page es profesora e investigadora en la Disciplina de Medios y Comunicación de la Universidad de Sydney. “Yo estoy en contra. Estoy de acuerdo en que la redes sociales presentan un daño potencial a los más jóvenes, no obstante, una prohibición que excluya a los más jóvenes es una solución fácil a un problema complejo. En lugar de excluirlos deberíamos asegurarnos de que las redes sociales son un lugar seguro para ellos“, destaca.
Precisamente, esta es la argumentación de dos jóvenes de 15 años de edad, respaldados por el Proyecto Libertad Digital, que han impugnado la ley en el Tribunal Superior. La catalogan de inconstitucional porque les priva de su derecho de libre comunicación. “No deberíamos ser silenciados. Es como el libro 1984 de Orwell, y eso me asusta”, declaró Macy Neyland, la adolescente que, junto a Noah Jones, han logrado buscar las cosquillas a la ministra de Comunicaciones, Anika Wells, quien declaró en el Parlamento la semana pasada, una vez se conoció esta impugnación, que no se “dejarán intimidar por amenazas” ni por “desafíos legales” o por las “grandes tecnológicas”. Aludió a los padres australianos para mantenerse “firmes”.
Justo el mismo día en que Instagram y Facebook han echado el cerrojo a los perfiles de menores de 16 años, el Tribunal Superior ha confirmado que escuchará las argumentaciones de ambos jóvenes en febrero.

