Vanesa Serrano lleva más de una década al frente de Rughara, un proyecto que nació en 2012 en el corazón del barrio madrileño de Malasaña y que hoy mantiene su pulso desde Chamberí. Es vendedora, gestora, contable y, sobre todo, malabarista, como tantas otras mujeres autónomas que se encargan de prácticamente todas las partes de su negocio. “Últimamente digo que soy la dueña de tres tiendas porque la web me quita prácticamente el mismo tiempo que las físicas, y para que dé resultados reales, debería dedicarle más tiempo. En ello estoy, poniendo mucho el foco ahí”.
Su historia no es solo la de una emprendedora al uso, sino la de una mujer que ha sabido resistir: a la pandemia, a un casero “desalmado” y a un embarazo que la obligaron a trasladar su negocio a Chamberí en 2021. Una posible nueva subida de las cotizaciones la pilla ya con mucho callo. “Nunca he pagado mucho menos de 310 euros de cuota, ni en mis comienzos, cuando aún no sabía si iba a ganar para pagarlo. Y las subidas, creo que no me van a afectar mucho, con las rectificaciones que han hecho. Ojalá que sí, eso significaría que mi rendimiento sería superior”.

Dificultades para conciliar
El nuevo sistema de tramos que calcula la cuota de los autónomos según sus ingresos le parece desequilibrado. “Los que menos ingresan —dice— son los que acaban pagando”. Vanesa lo explica sin dramatismo, pero con realismo. “Claro que penaliza. Aunque sea mayor según sube tu rendimiento, para los pequeños y medianos sigue siendo mucho. Que cuando estés empezando se te exija tanto no me parece justo. Pero no es que no me parezca injusta la cifra que se paga, porque sí, sino porque tenemos muchos menos derechos que cualquier otro trabajador. Lo que nos pagan de baja es irrisorio, si tenemos que cerrar nuestro negocio, no tenemos paro. No tenemos acceso a muchos derechos ganados como cualquier otro trabajador: ¿baja por fallecimiento de familiar? ¿Cuidados? ¿Conciliación? ¿Qué es eso?”.
Y el ser mujer aumenta las dificultades todavía más. “En estos años no he notado absolutamente nada de mejoría. Solo que me hago mayor, y mi miedo a enfermar es mucho mayor. Los negocios pequeños, sin la cabeza que somos —en el mayor de los casos el autónomo—, es imposible que sigan en marcha. Mi marido también es autónomo, y esto ha sido clave en la decisión de no tener más hijos a nuestra edad y con nuestros trabajos”.
La maternidad se convirtió para ella en una travesía llena de obstáculos y dificultades económicas. “Fue la peor parte, fue un chasco tras otro. Para poder estar tanto tiempo de baja necesitas muchos ahorros privados. El primer chasco me lo llevé en mi primer embarazo, que fue fallido, y por el que no tuve baja. Ni me redirigieron a un psicólogo, ni nada”. Pagaba un seguro privado que le cubría en caso de enfermedad o embarazo, pero el sistema, dice, le falló: “¿Sabes lo que me dieron? En el aborto, tres días por operación, y en el embarazo, como tuve que guardar mucho reposo, me dieron unos 700 euros. Al segundo mes lo reclamé, y me dijeron que eran 700 euros por todo: reposo y baja de embarazo. La baja de autónoma también fue de 750, y tenía que pagar a alguien en mi tienda para cubrir mi baja. Era insostenible. Que no tuviera lactancia a las 16 semanas ya fue lo de menos. Mi pareja, autónomo también, me traía al bebé a la tienda a que le diera de mamar cada dos o tres horas”.
Menos acceso a derechos
El caso de Vanesa evidencia una brecha persistente: las mujeres autónomas siguen sin los mismos derechos que las trabajadoras por cuenta ajena. “Muy mal, como el resto de falta de derechos respecto a los trabajadores por cuenta ajena. Muy, muy desigual”. No solo en lo económico, en lo tangible, también cuando quiere acceder a una vivienda y explica que es autónoma. “Cuando yo busco piso, da igual los números que presente, soy autónoma y mi pareja también. Me han dicho claramente a la cara que alquilarían la casa antes a mi dependiente con su sueldo que a mí siendo autónoma. Es de reír por no llorar”.

Y una de sus mayores obsesiones es enfermar, porque desde la cama no se factura. “Tener miedo a enfermar por arruinarte no se lo deseo a nadie. Los que ganan más deberían pagar más y los pequeños menos, mucho menos, para que tengamos la opción de crecer. Creo que habría mucha menos piratería si lo pusieran fácil. Hay mucha gente con ganas de hacer cosas, y te las quitan, aun cuando llevas 13 años como yo, y ya es tu modo de vida”.
A pesar de todo, Vanesa no se rinde. Su ADN emprendedor, dice, la sostiene. “Yo creo que emprender va en el carácter. Si cerrara, terminaría abriendo otra cosa. He trabajado por cuenta ajena muchos años y siempre con proyectos en paralelo o rondándome”. La libertad de ser su propia jefa también le permite conciliar. “Ahora mismo, al ser madre, no se me ocurre otra manera de conciliar. Puedo estar meses sin cobrar un sueldo digno para estar más horas con mi hija, pero al menos puedo elegir hacerlo. La conciliación en este país es un unicornio, y yo me he pintado el mío”.