¿Debe mezclarse el deporte con la política?

La Vuelta ciclista a España de este 2025 ha quedado marcada, irremediablemente, por las protestas e incidentes contra el equipo Israel Premier Tech y las acciones pro Palestina que han afectado a varias etapas de la prueba anual más importante de este deporte en nuestro país.

Las protestas propalestinas contra la participación del equipo Israel-Premier Tech han ido modificando las etapas, cuyo recorrido se ha tenido que ver recortado, para garantizar la seguridad de los participantes.

Estos problemas han avivado un debate que no es nuevo, y mientras el pelotón pedalea hacia Madrid, se han reactivado con fuerza preguntas como: ¿es correcto politizar el deporte? ¿puede el deporte mantenerse al margen o exige tomar partido?

Muchos, como el periodista deportivo Jaime Pérez, no creen que deban relacionarse habitualmente las reivindicaciones políticas con el deporte, mientras que la politóloga Elizabeth Duval considera que siempre han ido entrecruzándose los caminos de ambos, aprovechando el uno el altavoz que supone el otro.

 

A FAVOR
Elizabeth Duval
Escritora y secretaria de comunicación de Sumar

"No hay normalidad cuando hay un genocidio"

Uno de los momentos más icónicos de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos fue el gesto de Tommie Smith y John Carlos, ganadores de medallas de oro y bronce en las Olimpiadas del 68: alzaron el puño envuelto en un guante negro. Hicieron historia y también fueron criticados, abucheados, amenazados de muerte. Tras el asesinato de George Floyd, en el auge de Black Lives Matter, se extendió en la NBA el gesto de arrodillarse como protesta y se llegaron a parar partidos de la competición; en los Juegos Olímpicos del 52, hubo boicots por la participación de Israel; en los del 76, contra el apartheid en Sudáfrica; en Moscú, en el 80, por la invasión soviética de Afganistán.

Deporte y política sí que se cruzan. Es lo que tiene que competiciones deportivas ofrezcan, para la reivindicación o protesta política, un altavoz extraordinario, la retransmisión a un país o en ocasiones al mundo entero. Los y las deportistas, además, son modelos a seguir para una sociedad, encarnaciones de un ideal atlético, mujeres y hombres objeto de adoración e imitación; por eso mismo no se quedan en el campo de su juego, sino que devienen en nuestro tiempo celebridades, hacen anuncios, patrocinan marcas, se sigue cada uno de sus movimientos.

Lo mismo pasa con cantantes, actores, músicos; lo mismo ha pasado con los numerosos festivales en los cuales distintos grupos no han querido participar por la vinculación de su accionariado con la financiación del genocidio que acomete Netanyahu en Gaza.

Isabel Díaz Ayuso ha dicho que, con las protestas en favor de Palestina de la Vuelta, se intenta destrozar la imagen de España. Sería extraordinario que la imagen de España la destroce que su ciudadanía se exhiba como una ciudadanía humana, preocupada, movilizada, que no se queda quieta ante el exterminio de gazatíes, hombres, mujeres, niñas, niños; ante lo que ha sido calificado como una hambruna brutal declarada por las Naciones Unidas; ante las imágenes de la crueldad que nos seguirán sacudiendo el resto de nutras vidas.

Lo deseable sería, claro, que la Vuelta Ciclista pudiera transcurrir con normalidad, ¿pero acaso no es inquietante que sigan con normalidad nuestras vidas mientras, no tan lejos, un gazatí muere asesinado cada 12 minutos a manos del ejército de un Estado de Israel cuya bandera está representada en esa Vuelta Ciclista? ¿No es esa causa suficiente para que el mundo pare, no basta ese motivo para justificar esa protesta?

EN CONTRA
Javier Pérez
Periodista

"Respetemos el espíritu deportivo"

La única razón por la que se utiliza el deporte como vehículo de protestas o reivindicaciones es porque supone un altavoz único, gratuito y cuyo alcance es universal, pero no se hace uso de dicho altavoz para hacer justicia o mejorar las condiciones del deporte o deportistas en cuestión.

En este caso, una serie de personas irrespetuosas con el prójimo, con el atleta y con el aficionado quieren llamar la atención sobre una grave situación que sí merece la preocupación del ciudadano en su fondo, pero cuya forma y vehículos elegidos están muy alejados el conflicto en cuestión.

Estas reivindicaciones, justas en los foros correspondientes, atacan al espíritu deportivo cuando utilizan este mundo para potenciar su alcance.

En el caso del ciclismo y esta ola de protestas y acciones contra el equipo de Israel, sobre todo afecta al deportista que viste ese maillot pero que poco o nada tiene que ver con el comportamiento de un país que pone nombre sobre su uniforme.

En la mayoría de los casos, ni siquiera se trata de deportistas israelíes. Este tipo de acciones reivindicativas dejan varios afectados: los atletas (que nada tienen que ver con el conflicto), la organización de la carrera (cuya razón de ser es meramente deportiva) el aficionado a este deporte y la imagen de un país, el nuestro, que tampoco pasa por su mejor momento.

El deporte ha sido históricamente un agente de cohesión de ciudadanos, sin importar raza, sexo ni ideología. Las diferencias deportivas eran únicamente deportivas y solo atendían a rivalidades respecto al color de la camiseta. En los tiempos de confrontación constante que nos han tocado vivir y en los que todo está salpicado por ese “pero, ¿tú de quién eres?” tan dañino e inútil, el deporte también se ha visto afectado por esa segregación en bandos enfrentados que tanto nos empeñamos en hacer crecer y convertir en estilo de vida. Y creo que el (aplaudido) fin que se pretende alcanzar queda anulado por el error en cuanto a los medios. El deporte, es
simplemente, deporte.

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