Con la llegada del frío y los días más cortos, la cocina de cuchara vuelve a ser protagonista en Castilla y León. Entre los guisos, caldos y platos tradicionales que reconfortan cuerpo y alma, hay uno que destaca como auténtico emblema de la gastronomía castellana: la sopa de ajo zamorana, también conocida como sopa castellana. Este plato humilde y lleno de sabor tiene su origen en tiempos difíciles, cuando en la posguerra española los hogares buscaban soluciones económicas y nutritivas con ingredientes básicos y al alcance de todos. Con el paso de los años, lo que nació como una receta de subsistencia se ha convertido en un icono culinario que cada otoño e invierno regresa a las mesas de la región, y que hoy se prepara en restaurantes de toda España.

Ingredientes sencillos, resultado extraordinario
La sopa de ajo destaca por su sencillez. Para cuatro comensales basta con unos pocos elementos cotidianos:
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8 dientes de ajo.
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4 huevos.
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Pan del día anterior.
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100 gramos de jamón serrano (aunque también admite variantes con chorizo, tocino o bonito).
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1,5 litros de caldo de pollo o, en su defecto, agua.
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Pimentón de la Vera (dulce o picante).
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Sal y pimienta al gusto.
El secreto de esta receta reside en el tratamiento del pan y el ajo, que junto con el pimentón y el jamón crean una base aromática intensa, capaz de transformar ingredientes modestos en un plato lleno de carácter.
La elaboración paso a paso de la sopa de ajo zamorana
La preparación comienza dorando los ajos fileteados en una cazuela, a los que se añaden los taquitos de jamón. Después se incorporan las rebanadas de pan, que absorben los jugos y, al espolvorear el pimentón, adquieren un color y un aroma irresistibles. Tras este sofrito inicial, se añade el caldo y se deja cocer lentamente durante unos 20 minutos, sin remover en exceso. El pan se va deshaciendo poco a poco, dando cuerpo a la sopa. El momento final lo protagonizan los huevos: pueden cuajarse directamente en el caldo o separarse, incorporando las claras durante la cocción y reservando las yemas para que se cocinen con el calor del propio plato al servir.
Tradición que se disfruta en cazuela de barro
La manera más auténtica de saborear esta sopa es en cuencos o cazuelas de barro, que conservan el calor y mantienen viva la esencia de la tradición castellana. No en vano, la sopa de ajo zamorana ha pasado de ser un remedio contra el hambre a convertirse en una joya gastronómica que refleja la identidad de Castilla y León: austera, contundente y profundamente ligada a la tierra. Y es que cada otoño, cuando las temperaturas bajan, esta receta vuelve a resurgir como recordatorio de que la cocina más sencilla puede ser también la más reconfortante. Un plato humilde que hoy se celebra como parte del patrimonio culinario de la región y que invita a disfrutar de la mesa con calma y calor de hogar.