Cataluña

El paisaje más parecido a Vietnam se encuentra en la costa de Tarragona

Pocos lugares en la península combinan de manera tan perfecta la naturaleza, el silencio y la sensación de lejanía como este paraíso

Delta del Ebro - Sociedad
Una fotografía de archivo del Delta del Ebro.
Turisme La Ràpita

Pocas veces un viajero se topa con un paisaje que no parece de este país. Y, sin embargo, basta con adentrarse en el Delta del Ebro para sentir que uno ha cruzado el mundo y ha aterrizado en un rincón remoto del sudeste asiático. Los arrozales infinitos, el brillo del agua reflejando el cielo, las barcas silenciosas y los flamencos que sobrevuelan las lagunas componen un escenario que recuerda inevitablemente a las planicies húmedas de Vietnam o Camboya. Pero todo esto está en Tarragona, a apenas dos horas de Barcelona. Se trata de uno de los espacios naturales más sorprendentes de España.

El corazón salvaje del Mediterráneo

El Delta del Ebro es una lengua de tierra que se adentra en el mar formando un mosaico de lagunas, arrozales, dunas y playas interminables. Declarado Parque Natural en 1983, es uno de los humedales más importantes del Mediterráneo occidental y un refugio para cientos de especies de aves.

Octubre es, quizás, el mes más hermoso para visitarlo. Los campos de arroz recién segados adquieren tonos ocres y dorados, las temperaturas se suavizan y las aves migratorias —entre ellas los flamencos— tiñen el horizonte de un rosa vibrante.

Recorrer el Delta del Ebro en esta época del año es entrar en una postal viva. Las carreteras desaparecen entre caminos rurales flanqueados por canales y miradores, mientras el olor del agua salobre y el sonido de las aves recuerdan que este paisaje, a medio camino entre el río y el mar, vive en un equilibrio delicado.

Un paraíso para recorrer en bicicleta

No hay mejor forma de conocer el Delta del Ebro que sobre dos ruedas. Alquilar una bicicleta —puede hacerse fácilmente en Deltebre, Poble Nou o Sant Jaume d’Enveja— permite deslizarse sin ruido por caminos que bordean lagunas y arrozales, cruzando pasarelas y observando el vuelo de las garzas o los bandos de patos que levantan el vuelo al paso del visitante.

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El terreno es completamente llano, por lo que incluso quienes no están acostumbrados a pedalear pueden hacerlo con calma. Una de las rutas más recomendadas es la que conecta el Ecomuseu del Parc Natural del Delta del Ebro, en Deltebre, con la Playa del Trabucador. Pasa por la Bassa de les Olles, una de las lagunas más pequeñas pero también más fotogénicas del parque. El trayecto combina paisajes agrícolas con tramos costeros. Y en días despejados el reflejo del cielo en el agua parece infinito.

Otra opción ideal es recorrer el hemidelta izquierdo, donde el Poble Nou del Delta —con sus casas encaladas y sus palmeras— ofrece una imagen singular, casi caribeña. Desde allí se puede seguir hasta las lagunas de la Encanyissada y la Tancada. Desde luego, las pasarelas de madera y los observatorios de aves invitan a detenerse y mirar el horizonte con calma.

Miradores y flamencos en MónNatura

El Delta del Ebro es uno de los mejores lugares de España para la observación de aves. En otoño, los cielos se llenan de especies que migran hacia África. Y entre ellas destaca la presencia del flamenco común, con miles de ejemplares que se concentran en las lagunas salobres.

MónNatura - Delta del Ebro
Una imagen panorámica de MónNatura, en el Delta del Ebro.
EspanaXDescubrir

El mejor punto para disfrutar de este espectáculo es MónNatura Delta de l’Ebre, un centro gestionado por la Fundació Catalunya La Pedrera. Desde su mirador elevado se obtiene una panorámica única de la Tancada y las antiguas salinas de la Trinitat. Un entorno de horizontes abiertos donde el agua, el cielo y la tierra parecen fundirse en una misma línea. El centro también ofrece actividades guiadas y observatorios equipados con telescopios para ver de cerca a las aves sin molestarlas.

Visitar MónNatura al atardecer, cuando el sol enciende los tonos dorados del paisaje y los flamencos se reflejan sobre la superficie del agua, es una experiencia difícil de olvidar.

El alma marina del Delta del Ebro

Más allá de los arrozales y las lagunas, el Delta del Ebro guarda un secreto que lo hace aún más especial: sus playas. No son las típicas playas mediterráneas repletas de chiringuitos y sombrillas, sino vastas extensiones de arena donde el silencio es parte del paisaje.

Playa del Trabucador (Delta del Ebro)
Una imagen panorámica de la Playa del Trabucador.
Turismo Delta del Ebro

La más emblemática es la Playa del Trabucador, una lengua de arena que se adentra varios kilómetros en el mar y separa la bahía de los Alfaques del Mediterráneo abierto. Pasear por ella es como caminar sobre el filo del agua: a un lado, el mar en calma; al otro, el oleaje. Al caer la tarde, el cielo se tiñe de colores imposibles y el viento levanta una bruma salada que envuelve todo en un tono dorado.

Otra visita imprescindible es la Punta del Fangar, una península arenosa coronada por su faro blanco y rojo, que parece sacado de una película. El recorrido hasta el Faro del Fangar atraviesa dunas, vegetación costera y paisajes de apariencia desértica. Es un paseo de unas dos horas (ida y vuelta) que recompensa con una de las vistas más espectaculares del parque: el Mediterráneo extendiéndose hasta el horizonte.

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