Tita Cervera, protagonista de una biografía apasionada, será recordada por haber fijado en España una de las colecciones de arte más ambiciosas del mundo. Después de aplicar su carácter de negociadora tozuda e imbatible, su obra favorita, el Mata Mua de Gauguin, está también en el Museo Thyssen desde 2022. Este paisaje idílico de mujeres adorando a Hina, la deidad de la luna, es el particular canto a la vida de la baronesa Thyssen. Sin embargo, en la soledad de la almohada, cuando por fin marca distancia con el pomposo mundo que la envuelve, lo que de verdad le hace sentirse dichosa es haber encontrado en uno de sus tres hijos la continuidad de su legado.
Lo dijo sin pronunciar su nombre en enero de 2024, en una entrevista con el periodista de Antena 3 Miquel Vals en su casa andorrana. Recién cumplidos los 80, habló de sus proyectos vitales y de su relación con cada uno de sus tres hijos, Borja y las mellizas Carmen y Sabina. “Antes de nacer dije que la primera que naciese se llamaría Carmen, la otra Sabina, como mi abuela, que era como yo un poco gamberra. Carmen es como mi madre, aún tiene más disciplina que yo. Sabina es artista. Te hace cómics, te hace dibujos al mismo tiempo que cuenta la historia. Y luego, te coge cualquier acento de cualquier idioma. Habla y parece una rusa, una italiana, una francesa…”, contó.
Señaló también que había hecho cantidad de testamentos -“Cuando cambia la vida cambian los testamentos”, justificó- y desveló que la depositaria de su valiosísimo legado tiene nombre femenino, el de una de sus mellizas. “Esta hija ya está en los consejos de administración. Está a punto de alcanzar la mayoría de edad y es quién cree ella que puede ser la persona que se ponga al frente de su legado”. Esa hija es Carmen Thyssen, la disciplinada.
Las mellizas, nacidas en Los Ángeles por gestación subrogada en 2006, cumplieron 18 años el 6 de julio y, desde entonces, Carmen sigue cada uno de sus pasos. Es su alter ego y sobre la que proyecta sus próximos sueños y también sus recuerdos. Y con ellos, la posibilidad de enmendar sus propios errores vitales más personales. En esto copia a su adorado Gauguin, que idealizaba lo que retrataba. La joven es su magnum opus, esa obra maestra que añora todo artista.
El 12 de diciembre acudieron juntas a la presentación del futuro Museo Carmen Thyssen Barcelona, que se ubicará en el Palau Marcet de la Ciudad Condal. Vestida con un estilismo similar al de su madre, con su beige favorito como protagonista de sus looks, la joven demostró que acepta con gusto y de forma natural la herencia recibida. Exquisita en el trato, elegante y discreta, manifestó muy sonriente que este último año de trabajo ha sido “muy bonito” y que confía en que este proyecto, en el que participará de forma activa, será un éxito. Su apertura está prevista para 2027 y será la gran puesta de largo de Carmen Thyssen, la sucesora.
Su presencia, sirviendo de sostén a Tita, es repentinamente poderosa y despeja de un plumazo las dudas y sombras que han rodeado a la millonaria herencia de la baronesa Thyssen. No hablamos del reparto de su fortuna -unos 1.400 millones de euros, además de su rico patrimonio inmobiliario-, un asunto que dispondrá atendiendo, como ella dice, a su voluntad, caprichosa y mudable como la vida misma. Nos referimos a esa otra transmisión, la de sí misma.
Por sus dotes naturales y por la educación recibida, Carmen ha sido la elegida para ir tomando el relevo de una forma progresiva, sencilla e inherente a un apellido, Thyssen Bornemisza de Kaszon et Imprefalia Cervera, que aclara sin necesidad de demasiada conjetura, su origen genético.
Solo la baronesa, mater amatísima y muy recelosa en lo que atañe a su vida privada, conoce con detalle el devenir que ha trazado para cada uno de sus tres hijos. Es evidente que no enfilará su camino siguiendo el hereu, esa figura en desuso que sigue en la memoria de los catalanes, según la cual el primogénito hereda todos los bienes y cuida la masía. Borja, casado con Blanca Cuesta y padre de cinco hijos, administra la fortuna que heredó de su padre adoptivo, el barón Heini Thyssen. Además, recibe el 30% del alquiler pactado por la baronesa con el Estado para el mantenimiento en España de la colección privada. La administración de todo ello, procurando siempre la fiscalidad más beneficiosa, le trae de cabeza. A él y a la familia.
Carmen empieza ahora a ser una nueva interlocutora y la depositaria de muchos de los tejemanejes de la gestión artística, un cometido que conoce bien su madre y al que añadirá su formación en Administración de Empresas y Relaciones Internacionales en una prestigiosa universidad. A pesar de las portadas y exclusivas protagonizadas desde su nacimiento, Tita ha protegido escrupulosamente su intimidad, repitiendo sabia y juiciosamente, las mismas delicias de las niñas y de su acomodada vida. Desde Mas Mañanas, en la Costa Brava, a Andorra, pasando por Villa Favorita, en Suiza. Siempre con el Mata Mua de fondo. En el velero, en los cojines o en el corazón.
Hablan con fluidez cuatro idiomas, tocan el piano y el violoncelo, esquían y comparten con ella su pasión por el mar. Sabina, más tímida que su hermana, tiene una marcada vena artística que enfoca al ámbito creativo. Canta, escribe y también domina la ilustración. “Han crecido mucho y están muy guapas. Son dos niñas muy buenas y cariñosas. Me siento muy orgullosa”, resuelve con amabilidad cuando le preguntan.
La mayoría de edad ha implicado un gran cambio para ellas. Sin dejar de ser su apoyo incondicional, Carmen irá expresando su propia personalidad y definirá ese estilo que, de momento, es un calco del gusto materno. Es consciente, según ha señalado su madre, del peso que tiene y la ha preparado para soportarlo con su mismo aplomo, tranquilidad y pasión. 2024 ha sido solo el arranque de una nueva biografía en el arte contemporáneo.