En el sur de Jutlandia se alza Grasten Palace, un castillo también conocido como Grasten Slot y que a primera vista parece sacado de un cuadro romántico, rodeado de lagos, colinas, frondosos bosques y jardines de inspiración inglesa. Desde 1935 es la residencia veraniega oficial de la familia real danesa, un lugar donde tradición, historia y vida cotidiana se entrelazan en cada verano. Este año, el rey Frederik X y la reina Mary llegaron al palacio con sus cuatro hijos para inaugurar su temporada estival con el ya clásico paseo por el pueblo, acompañados por música y saludos de vecinos que sienten como propio este ritual.
El origen de Grasten se remonta al siglo XVI, cuando fue concebido como pabellón de caza. A lo largo de los siglos sufrió incendios y reconstrucciones: en 1603 quedó devastado por las llamas, en 1700 se levantó un edificio barroco que a su vez fue destruido en 1757, y apenas sobrevivieron la capilla y algunos pabellones. En 1759 el arquitecto Johann Gottfried Rosenberg reconstruyó el palacio en estilo rococó, y en 1842 se añadió el bloque central que aún hoy domina el conjunto. Tras una profunda restauración en los años treinta del siglo pasado, el lugar fue entregado al entonces príncipe heredero Frederik y a la princesa Ingrid como residencia de verano, inaugurando una tradición que continúa con cada generación.
Los jardines del castillo son un atractivo en sí mismos: amplios, románticos, atravesados por senderos, estanques y rosaledas, se abren al público cuando la familia real no está en residencia. Cada temporada ofrecen un equilibrio entre el recogimiento regio y la proximidad con los ciudadanos, que pueden pasear por los mismos parterres que recorren los reyes. La guardia real, además, acompaña la estancia con su cambio diario al mediodía, convertido en una cita que combina ceremonia y atracción turística.

El castillo no está exento de historias curiosas. Durante el siglo XIX fue visitado por Hans Christian Andersen, aunque la leyenda que asegura que allí escribió La pequeña vendedora de fósforos resulta incorrecta, pues el relato se gestó en el cercano palacio de Augustenborg. Con el tiempo, Gråsten adquirió más fuerza como residencia íntima que como escenario literario, siendo el lugar donde Ingrid de Suecia, madre de la reina Margarita II, cultivó un estilo de vida sencillo y familiar que marcó a sus descendientes.
Con la abdicación de la reina Margarita II en enero de 2024, Frederik X y Mary asumieron el uso de Gråsten como su residencia estival principal. Se integra así en un calendario real que reparte estancias entre Fredensborg en primavera y otoño, Amalienborg en invierno y, para ocasiones más privadas, el château de Cayx en Francia. Este año, la familia llegó con sus gemelos Vincent y Josephine, de catorce años, para encabezar el paseo tradicional por el pueblo que marca el inicio oficial de la temporada. La cercanía con la gente es una de las señas de identidad de esta cita: no hay grandes fastos, solo un contacto directo que refuerza la imagen de monarquía cercana.
Incluso los imprevistos forman parte de la narrativa. Durante el recorrido, a la reina Mary le picó una avispa en el muslo mientras saludaba a los asistentes. El incidente la obligó a retirarse brevemente hacia un edificio cercano, aunque regresó pocos minutos después para continuar con normalidad. El episodio, lejos de empañar el momento, aportó un matiz humano que reforzó la naturalidad del acontecimiento.

Grasten representa esa dualidad entre lo público y lo privado que define a las residencias reales contemporáneas. Es un palacio que conserva el peso de la historia y al mismo tiempo se llena de vida cotidiana cada verano: juegos de niños en los jardines, paseos por los alrededores, ceremonias militares y encuentros espontáneos con el pueblo.
Allí conviven los ecos del rococó con el rumor de las conversaciones familiares, los gestos solemnes con los incidentes casuales, los recuerdos de veranos pasados con la certeza de que seguirá siendo, generación tras generación, el verdadero refugio de la monarquía danesa.