Esta mañana del 2 de julio, en los jardines del Hospital de Colchester, la prensa se alegraba y sorprendía tras ver de nuevo a ver a Kate Middleton bajo el cielo inglés. La princesa de Gales, tras semanas de incertidumbre y una sonada ausencia en Royal Ascot, ha reaparecido plantando rosas y hablando con una honestidad poco habitual en la realeza.
Vestía una chaqueta beige de Blazé Milano, la misma que llevó cuando anunció su tratamiento contra el cáncer el año anterior. Ese gesto, sutil, cargado de intención, parecía decir más que cualquier comunicado oficial. Que sigue con su proceso.
Su presencia fue una sorpresa. Nadie lo esperaba después de que, el pasado 18 de junio, cancelara su asistencia a Royal Ascot apenas 20 minutos antes del inicio del evento.
Entonces, los rumores se dispararon. Su oficina aclaró que la decisión respondía a una fatiga derivada de su recuperación oncológica, pero el vacío fue notorio. Ascot es un compromiso ineludible del calendario real. Su ausencia, por tanto, se leyó como algo más que un simple contratiempo.
Ahora, en este reencuentro con el público, Kate lo ha confirmado con sus propias palabras. Describió su estado como una “montaña rusa”, un camino impredecible. Y ha dicho que aún no se siente “capaz de funcionar con normalidad”, pese a haber terminado formalmente el tratamiento. La recuperación, ha explicado, no termina con la última dosis: continúa en la forma en la que uno aprende a vivir después.

Este regreso se suma a una serie de pasos cuidadosamente medidos desde su diagnóstico. En marzo de 2024, tras una cirugía abdominal, anunció que había sido diagnosticada con cáncer y comenzaba quimioterapia. El tratamiento terminó en septiembre, y en enero de este año, confirmó que su enfermedad estaba en remisión. Desde entonces, ha retomado su agenda de forma intermitente: participó en Trooping the Colour, en la ceremonia de la Orden de la Jarretera y envió un mensaje a un hospicio infantil pocos días después de ausentarse de Ascot.
Lo que diferencia esta reaparición es su contenido emocional. No solo ha vuelto a dejarse ver, sino que ha hablado: con pacientes, con jardineros, con personal médico… Y sobre todo, ha hablado del valor de los espacios verdes como refugio emocional, de cómo el bienestar también es parte de la medicina. En un gesto cargado de simbolismo, ha plantado varias “Catherine’s Rose”, una flor creada en su honor. Una mujer que ha sido el rostro de la monarquía moderna, mostrando ahora sus cicatrices con la misma elegancia que sus sombreros en Buckingham.
Con Wimbledon a la vuelta de la esquina -donde podría hacer una aparición como patrona del torneo– y la visita de Estado a Francia prevista para finales de julio, su agenda sigue abierta, pero marcada por una tónica clara: menos es más. No hay retorno a la hiperactividad institucional. Hay una nueva normalidad en la que el equilibrio es también un acto político.