MODA

Pierpaolo Piccioli, el nuevo alquimista de Balenciaga

El diseñador italiano asume la dirección creativa de Balenciaga, marcando un giro hacia la elegancia y la artesanía tras la era de provocación de Demna Gvasalia

Pierpaolo Piccioli, el nuevo alquimista de Balenciaga. Fotografía: EFE

Pierpaolo Piccioli, el hombre que convirtió Valentino en una máquina de fabricar emoción, se hace con el timón creativo de una de las casas más polémicas y lucrativas del sistema moda. Ya hay quien lo ve como el que apagará el fuego con terciopelo. Y otros, como el que vendrá a encender otro tipo de incendio: el de la belleza.

Piccioli viene un planeta en el que los vestidos eran declaraciones de amor, no de guerra. Durante más de una década, fue la mente (y el corazón) detrás del renacimiento de Valentino, y lo hizo a lo grande: cuerpos envueltos en color, desfiles que eran casi manifestaciones de ternura, y una manera de entender la moda como un acto íntimo.

En Balenciaga, el escenario es otro. Aquí las pasarelas se llenaron de barro y los modelos caminaban como si les doliera el alma (y los zapatos, también). Aquí reinó Demna Gvasalia, el georgiano que convirtió el feísmo en una religión de masas.

Pero Demna se ha ido. O han hecho que se vaya, como se rumorea en algunos círculos donde las cosas se saben antes de que pasen. Su salida ha sido tan poco dramática como su estancia fue explosiva.

Atrás deja una era que redefinió lo feo como interesante, lo vulgar como arte, y lo viral como motor creativo. De él se dirá mucho y casi todo será verdad: que cambió la industria, que jugó con fuego (y se quemó), que hizo pensar a una generación de consumidores. También que confundió provocación con profundidad más veces de las necesarias.

Ahora llega Piccioli. Y llega con una mochila ligera pero cargada de expectativas. Desde Kering, el gigante detrás de la firma, saben lo que hacen: después de algunos traspiés, quieren recuperar algo parecido a la elegancia.

En tiempos inciertos, apuestan por una certeza: la belleza aún vende, sobre todo si viene con ética de trabajo, perfil bajo y respeto por la herencia. Y ahí, Piccioli es campeón mundial.

Cristóbal Balenciaga. Fotografía: Cortesía Disney+

El italiano no es nuevo en los milagros. Tomó Valentino cuando estaba anestesiado y lo convirtió en el templo de la Alta Costura emocional. Nunca se le vio presumir de ello y tampoco lo hará ahora. Su primer desfile será en octubre de este año, y ya hay quien se pregunta si veremos algo tan simple como una chaqueta bien hecha. Después de años de memes, eso puede ser el mayor statement de todos.

¿Qué queda de Balenciaga sin Demna? Esa es la pregunta. Pero también: ¿qué será de Piccioli con Balenciaga? Porque una cosa es emocionar desde Roma, con capas de tafetán y valses de violines, y otra, muy distinta, es hacerlo desde París con el peso de una marca que ha hecho de lo incómodo su sello. ¿Veremos vestidos de gala en lugar de botas de goma? ¿Será el negro -ese negro de luto elegante que tanto amó Cristóbal Balenciaga- el nuevo uniforme de la esperanza?

De momento, lo que tenemos es una promesa: la de una nueva etapa en la moda que quizás apueste menos por el ruido y más por el sentido. Piccioli no necesita sorprender para que le presten atención. Él, simplemente, crea belleza.