Si has crecido entre los años 90 y los 2000, probablemente asocias la chaqueta militar con algunas de las instantáneas que popularizó el Cory Kennedy en su fotolog, llevando medias rotas por el suelo y mordiendo una cheeseburger mientras gira la mirada al flash de The Cobra Shake (Mark Hunter, su fotógrafo y pareja en ese momento).
Cuando miles de chicas de todo el mundo queríamos copiar el estilo de alguna it girl, esta prenda de ‘decoro’ era la más recurrente. No en vano, Sienna Miller, Kate Moss o Agyness Dean también se paseaban del Soho londinense a los front rows, pasando por las fiestas más exclusivas de la industria, enfundadas en una. Pero, ¿qué tiene esta pieza, de aspecto rudo y utilitario, que tanto haya hecho que la buscáramos por el Rastro e infinidad de mercadillos extranjeros?
Aunque la influencia castrense en la moda no es nueva, el military core actual bebe de los uniformes, chaquetas estructuradas y referencias bélicas de todo tipo que han pasado por la pasarela desde los 90. En concreto, marcas como Balmain, Gaultier, McQueen o Dsquared sentaron las bases de buena parte de la estética indie sleaze.
Dejando a un lado acepciones como guerilla girl, urban survivalist, o dystopian chic, lo que hoy entendemos por este revival del atuendo militar bebe de todo lo anterior, con un claro sesgo individualista del que carecía en plenos 2000. Mezclando influencias del grunge y el estilo Y2K, esta fusión entre lo rematadamente ‘cool’ y lo más urbano se desdibuja en favor de prendas que ya están estandarizadas gracias a la oferta de la high street y el techwear. En esta línea, las propuestas de las firmas de grandes cadenas pasan más por el pantalón cargo, las gafas tácticas y las mochilas y riñoneras, mientras que los diseñadores recuperan las piezas más preciosistas para sus propuestas de costura y prêt-a-porter.
Lejos de ser una novedad, esta tendencia recupera la estética militar del streetstyle y la cultura popular que ya copiábamos en los 2000 (y de la que, quizá, tu armario aun tenga pruebas)
Así, la tendencia señala la chaqueta militar como la pieza principal, que se aleja del estilo parka (verde camuflaje) de antaño y se fija en la versión más Napoleónica de la contienda: bordados decorativos y trenzados en cuerpo y solapas, botones metálicos ornamentales (tipo frog toggle) y detalles que evocan el estilo Hussar de los uniformes. ¿Un ejemplo? Las últimas propuestas de McQueen y Ann Demeulemeester, donde estas chaquetas militares aparecen con fuerza, perfilándose como una tendencia en alza para la próxima primavera-verano 2026.
Pero no solo es una cuestión puramente sartorial, sino que el cine y la TV han jugado un importante rol en favor de la ‘dulcificación’ de esta tendencia; Matrix, Dune, The Hunger Games, Black Mirror, o incluso los uniformes futuristas de Euphoria dan cuenta de ello. De hecho, y sin llegar a la tendencia futurista (de la mano, a su vez, de su origen retro) Rosalía o Billie Eilish han ayudado a recuperar este uniforme como parte de su propuesta escénica y, a la vez, de su personalidad fuera del escenario.
No solo esto, sino que las celebrities también han sucumbido ante esta rebelión de las masas y algunas pioneras – como Jenna Ortega o Greta Lee– se pasearon con piezas de esta guisa por los front rows parisinos. También Kendall Jenner, Bella Hadid o la modelo y empresaria Karlie Kloss parecían indiferentes sacando a pasear sus prendas verde militar en plena noche.
De hecho, en el contexto actual, hay quien ve en el military core una respuesta a la incertidumbre global, al auge del control y la vigilancia, o al miedo a la crisis climática o social. “En un momento marcado por tensión política y las preguntas sobre autoridad y poder, estas prendas funcionan como una especie de ‘armadura textil’ que permite a quien la lleva proyectar una sensación de control y protección”, comenta la historiadora del FiT (Fashion Institute of Technology) Summer Anne Lee. “Del mismo modo, aunque los diseños contemporáneos de esta prenda reinterpretan elementos del uniforme militar, están tan influenciados por iconos culturales como por la estética misma del uniforme”, apunta Lee.
Un paralelismo presente en otra pieza que también nace del contexto bélico pero cuyos códigos han sido absorbidos y reapropiados por la moda para expresar connotaciones, en ocasiones, antónimas. De hecho, y a pesar de ser considerada una prenda ‘casual’, su relación con marcas como Burberry o Aquascutum la ha vinculado a un espacio de elegancia y confianza. Así y en ambos casos, la funcionalidad de su fisonomía —bolsillos, botones, estructura e incluso protección a la lluvia— ha pasado a un segundo plano en aras del estilo y el estatus como concesiones casi implícitas.

Además, y del mismo modo que en los años 60, el uso del trench comenzó a ser adjudicado por la contracultura como un gesto de rebeldía, mientras que las chaquetas militares fueron también reapropiadas por la causa pacifista y antimilitar, previo paso por la gran pantalla o los ídolos de masas (de la Generación Beat a Jimi Hendrix, pasando al cine negro). Así, vestir la prenda del poder se convirtió en una forma en sí misma de cuestionarlo.
Aunque, en el caso del militarcore, la tendencia funciona proporcionalmente como una metáfora del presente; entre la ansiedad climática, el colapso informativo y la necesidad de auto-aislamiento, vestirse con prendas utilitarias es una forma de acercarnos al (cada vez más necesario) mundo colectivo, al mismo tiempo que su lado más llamativo (y ornamental) parece advertir de que debemos estar -permanentemente- listos para lo que venga.