Si los rehenes liberados en anteriores treguas ya describieron el horror que sufrieron en Gaza, era previsible que los israelíes que pasaron 739 días de cautiverio en manos de Hamás sufrieron todavía más. A medida que la ofensiva israelí en la franja se recrudecía, los islamistas endurecían las condiciones en que sostenían a los últimos 48 rehenes -20 en vida-, a quienes aplicaban una tortura física y psicológica sin piedad.
Todos fueron violentamente golpeados. Uno pasó gran parte del cautiverio enjaulado. Otro fue arrojado a una fosa. Muchos pasaron la mayoría del tiempo encadenados. Si bien todavía no hablan con la prensa para cuidar su salud mental, los últimos israelíes liberados contaron a sus familiares escenas crueles de sus dos años en Gaza. Días eternos marcados por el hambre, el sufrimiento y la agonía. Sus padres y hermanos empezaron a hablar en su nombre.
El instinto de supervivencia de los rehenes
“Siempre supimos que tenía la capacidad emocional para sobrevivir, pero honestamente, sus habilidades estaban más allá de todo lo que pudiéramos imaginar”, dijo Idit Ohel, madre del rehén liberado Alon Ohel, en una declaración en el Centro Médico Rabin, donde varios de los excautivos están siendo tratados. El joven sobrevivió dos años con metralla incrustada en el ojo derecho -salió con visión limitada- y en su cabeza. Requiere cirugía, pero los médicos confían en que recuperará sus facultades.

Psicólogos y cirujanos son la primera línea de contención del trauma. Itai Pessach, vicedirector del hospital Sheba, explicó que “todos los rehenes que tratamos pasaron incontables adversidades y horrores, por lo que el camino a la recuperación será muy largo”. Actualmente, todos pasan exhaustivas pruebas para revisar su estado de salud.
Golpizas durante meses
Tami Braslavski, madre del rehén Ron -que salió en estado raquítico-, contó que el joven fue movido de un lugar a otro. Además, lo golpearon con “cosas que no puedo ni mencionar” entre abril y julio de este año. “Aguantó porqué sabía que al final terminaría”, precisó. Durante largo tiempo, permaneció encadenado de pies y manos. Las cicatrices son todavía evidentes.

Avinatan Or, novio de Noa Argamani, pasó dos años capturado en solitario. Tras intentar escapar, fue encerrado en una cueva. “Lo encadenaron a las barras, en un espacio de apenas 1,8 metros de altura, y el largo era apenas el espacio para el colchón. Era literalmente una cueva”, contó su padre Yaron a la radio Kan11.
En una fosa junto a otros seis rehenes
Kobi Kalfon, padre de Segev, rompió a llorar cuando recordó públicamente algunas de las horríficas escenas que sufrió su hijo durante el cautiverio, así como el terror psicológico que debió soportar. Lo peor llegó a punto de su liberación. Yosef-Haim Ohana pasó varios días en una fosa junto a otros seis rehenes, sin apenas espacio para sentarse o estirarse, ni suficiente aire para respirar. Bajo tierra, los túneles eran extremadamente húmedos y sin circulación de aire.
“No podían sentarse, solo recostarse contra el muro mientras permanecían de pie. Le faltaba el oxígeno. Doy gracias a Dios, que le dio la fortaleza para vivir. Lo que le mantuvo en vida fue su familia”, recordó Avi Ohana, el padre de Yosef. Algunos rehenes tuvieron acceso al canal Al Jazeera, donde vieron las multitudinarias marchas en Israel exigiendo su liberación. Eso les dio esperanzas para sobrevivir, contaron algunos.
Convertirse al islam
El terror psicológico pasó por amenazas a convertirse al islam a cambio de recibir más comida o mejores condiciones, como contó la madre de Ron Braslavsky. También les repetían que Israel no tenía interés en liberarles, y les manipulaban sobre el devenir de la guerra, contándoles que el ejército israelí estaba en decaída tras haber perdido a más de 3.000 soldados en combate.

También les repetían propaganda religiosa islamista por radio, aunque uno de los rehenes logró manipular la emisión para conectarse a la radio israelí. Ron Braslavsky se llegó a rebelar: tras hartarse de recibir solo medio pan de pita para cenar, logró generar un fuego quemando ropa de un guardián, y logró hervir pasta.
Los soldados, los que más sufrieron
El peor precio fue para los soldados cautivos. Yotam Cohen, hermano de Nimrod, dijo que sufrió atrocidades indescriptibles. “Le insistían en que Israel le había dado la espalda, que no tenía interés en liberarle”, contó a Ha’aretz. Nimrod pasó cerca de un año y medio en una cueva dentro de un túnel, donde sufrió constantes interrogatorios con los ojos vendados mientras sufría palizas. “Lo trataron peor por ser soldado”, afirmó el hermano.

La condición física y mental de los liberados mejora paulatinamente, según los expertos médicos. 10 de los exrehenes están en situación de salud estable. “Como médico y como ser humano, no puedo enfatizar lo suficiente el impacto que tiene estar rodeado de sus seres queridos en su bienestar general y su capacidad de recuperación”, dijo Pessach. Y concluyó: “probablemente necesitarán semanas, meses y quizás años para sana, pero finalmente darán los primeros pasos para volver a la vida”.