La muerte por trasplante capilar de Martyn Latchman ha sacudido a la opinión pública internacional. Lo que debía ser una operación estética rutinaria terminó por convertirse en un drama sin explicación clara. Latchman, un ciudadano británico de 38 años, viajó a Turquía por segunda vez para someterse a un nuevo injerto de pelo en la clínica Dr. Cinik Hospital, ubicada en Estambul. Pero apenas comenzado el proceso preoperatorio, se desplomó y murió antes de que se realizara la intervención.
La muerte por trasplante capilar no es frecuente, pero ha puesto el foco sobre los riesgos del turismo médico. Turquía, con precios muy por debajo de la media europea, atrae a miles de personas cada año que buscan una solución estética rápida, segura y asequible. Sin embargo, como demuestra este caso, la muerte por trasplante capilar puede ser más que una anomalía. Puede convertirse en un riesgo si no se valoran todas las condiciones previas del paciente.
Martyn era profesor y había trabajado como subdirector en una escuela de Bedford. Su entorno le recuerda como alguien brillante, disciplinado y vital. Las pruebas preoperatorias no detectaron ningún problema. Análisis de sangre, electrocardiogramas y radiografías fueron normales. Aun así, algo falló. Su cuerpo fue repatriado al Reino Unido y las autoridades turcas abrieron una investigación por presunta negligencia médica.
El turismo médico, en el punto de mira tras la muerte por trasplante capilar de Martyn Latchman
El fenómeno de la muerte por trasplante capilar no puede analizarse sin considerar el auge del turismo sanitario. En Turquía, se estima que más de un millón de personas acuden cada año a este tipo de tratamientos. El país concentra cerca del 60 % del mercado mundial de injertos capilares y ha desarrollado una industria millonaria en torno a ello. La competencia feroz entre clínicas, la publicidad en redes sociales y la promesa de resultados milagrosos en pocos días han contribuido a esa burbuja.
Pero también ha crecido la preocupación por los controles, la trazabilidad de los procedimientos y la formación del personal. En ese contexto, la muerte por trasplante capilar de Latchman no es solo un caso aislado, sino un síntoma de lo que puede ocurrir cuando la estética se impone a la prudencia.

La investigación sigue en curso y, por ahora, no se ha hecho pública la causa exacta de su muerte. No obstante, hay quienes apuntan a una reacción súbita, a un fallo cardiovascular o incluso a un cuadro de ansiedad extrema que desencadenó el colapso.
La muerte por trasplante capilar es solo una entre muchas tragedias que escapan a toda lógica. A lo largo de los últimos años, han salido a la luz historias tan increíbles como trágicas. A continuación, repasamos cuatro muertes tan extravagantes como reales, que sirven para recordarnos lo frágil y absurdo que puede ser el destino.
1) El compresor de aire y la broma que acabó con la vida de Prakash
En enero de 2025, en el estado indio de Gujarat, un hombre llamado Prakash falleció tras ser víctima de una “broma” que le costó la vida. Su primo le insertó una manguera de aire de alta presión en el ano, mientras trabajaban en un taller mecánico. La presión del aire fue tal que le provocó una hemorragia interna masiva y una muerte prácticamente instantánea. Fue declarado muerto al llegar al hospital.
La policía calificó el hecho como homicidio imprudente. Aunque parezca una historia salida de una sátira, ocurrió de verdad. Y, al igual que en el caso de la muerte por trasplante capilar, hubo una cadena de decisiones que, por imprudencia o ignorancia, acabó siendo fatal.
2) El pegamento como condón: cuando la improvisación mata
Otro caso que causó estupor ocurrió en junio de 2021 también en la India. Un joven de 25 años, Salman Mirza, decidió usar un pegamento epóxico como sustituto de un preservativo. La mezcla de sustancias químicas en sus genitales provocó una necrosis grave, fallo multiorgánico y la muerte al día siguiente.
Los médicos explicaron que el pegamento bloqueó la salida natural de fluidos y generó una reacción en cadena dentro del organismo. Su familia aseguró que lo hizo porque no tenía un condón a mano y no quería contagiarse ni embarazar a su pareja.
Aunque no guarda relación directa con una muerte por trasplante capilar, este caso también refleja lo que ocurre cuando la ignorancia y la improvisación se mezclan con el cuerpo humano: el resultado puede ser catastrófico.
3) Fingir un suicidio en videollamada… y morir de verdad

En abril de 2024, en la ciudad india de Indore, un adolescente de 18 años quiso gastar una broma del Día de los Inocentes a un amigo mediante una videollamada. Se colgó una cuerda al cuello como si fuera a ahorcarse, confiando en que nada pasaría. Pero perdió el equilibrio y murió estrangulado, en directo, mientras su amigo miraba sin poder hacer nada.
Las autoridades explicaron que se trató de “un accidente”, pero el resultado fue igual de irreversible. Este tipo de conductas, cada vez más frecuentes entre jóvenes, reflejan cómo la realidad digital desdibuja los límites del peligro. Al igual que la muerte por trasplante capilar, este caso plantea preguntas sobre los límites del control individual en escenarios aparentemente seguros.
4) El hombre que murió en el baño de un avión
En enero de 2024, durante un vuelo comercial con destino al Reino Unido, los asistentes de cabina descubrieron a un pasajero muerto dentro del baño del avión. No se había quejado de ningún dolor ni había alertado a nadie. Simplemente entró y nunca volvió a salir.
Aterraron de urgencia, pero fue demasiado tarde. Las causas exactas de la muerte siguen sin aclararse, aunque se sospecha de un fallo cardíaco repentino. Lo que más impresionó fue el hecho de que pasaran varias horas sin que nadie notara su ausencia.