La orden de Trump que ha reactivado el debate sobre las armas nucleares en el mundo

El regreso de las armas nucleares al centro del discurso parece responder a una lógica de disuasión más que de confrontación directa

Donald Trump en la Oficina Oval de la Casa Blanca, el 6 de octubre de 2025.
EFE

El anuncio de Donald Trump sobre el regreso de los ensayos con armas nucleares ha provocado un terremoto político y diplomático a escala global. Treinta y tres años después del último test estadounidense, el presidente ha ordenado al Departamento de Guerra —nombre que recientemente devolvió al Pentágono— que retome las pruebas con el objetivo de “igualar el nivel de China y Rusia”.

El mensaje, publicado en su red social Truth Social apenas una hora antes de reunirse con el presidente chino Xi Jinping en Busan, llega en un contexto de creciente tensión internacional. “Debido a los programas de pruebas de otros países, he ordenado que Estados Unidos empiece a probar nuestras armas nucleares en igualdad de condiciones”, escribió Trump, desatando una ola de reacciones inmediatas entre los aliados de Washington y las principales potencias mundiales.

El regreso de una carrera que el mundo creía cerrada

El último ensayo con armas nucleares de Estados Unidos se remonta a 1992, cuando el entonces presidente George H. W. Bush decretó una moratoria que ponía fin a la era de las pruebas atómicas tras la Guerra Fría. Aquella detonación, bautizada como Divider, tuvo lugar en el desierto de Nevada y simbolizó el cierre de un ciclo.

Trump, sin embargo, ha decidido romper ese consenso. En su mensaje aseguró que “Estados Unidos tiene más armas nucleares que cualquier otro país”, aunque los datos oficiales contradicen esa afirmación. Según la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN), Rusia posee actualmente más de 5.500 ojivas activas, mientras que Washington cuenta con 5.044.

“Esto se logró durante mi primer mandato, con una renovación completa de las armas existentes. Odié hacerlo, pero no tuve otra opción”, justificó el presidente, antes de advertir que China “alcanzará la paridad en cinco años”.

Rusia, China y la nueva escalada nuclear

La orden de Trump coincide con el anuncio de Vladimir Putin, quien aseguró haber probado con éxito el Poseidón, un supertorpedo de propulsión nuclear capaz de generar tsunamis radiactivos en zonas costeras. También hace apenas una semana, Moscú probó el misil Burevestnik, de crucero y propulsión nuclear, lo que ha incrementado la alarma internacional.

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Mientras tanto, China sigue ampliando su arsenal. El Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI) calcula que el país ha pasado de 500 a 600 ojivas en solo un año, sin haber realizado pruebas públicas de armas nucleares desde 1996. El anuncio estadounidense podría servir de pretexto para que Pekín acelere aún más su desarrollo armamentístico, alimentando una nueva carrera nuclear global.

En palabras de Trump, su decisión busca “mantener la paz a través de la fuerza”. Una frase que evoca la doctrina de Ronald Reagan, pero que ha reavivado el temor a un retorno de la lógica del enfrentamiento nuclear.

Corea del Sur entra en escena

Otro elemento clave en la estrategia de Trump es el submarino de propulsión nuclear que ha autorizado a Corea del Sur a construir. En su visita a Seúl, el mandatario estadounidense anunció junto al presidente Lee Jae Myung un acuerdo que permitirá al país incorporarse al reducido grupo de naciones con submarinos nucleares, hasta ahora limitado a EE.UU., Rusia, China, Reino Unido, Francia e India.

“He dado mi aprobación para que construyan un submarino de propulsión nuclear, en lugar de los anticuados diésel”, publicó Trump. Y añadió: “Corea del Sur lo construirá en los astilleros de Filadelfia. La construcción naval estadounidense tendrá un regreso triunfal”.

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El movimiento, que amplía la influencia de Washington en el Pacífico, refuerza la alianza militar con Seúl pero agrava la tensión con Pekín, que considera la península coreana una zona de seguridad estratégica. Este paso se interpreta como una extensión del mismo mensaje que envía el retorno de las armas nucleares estadounidenses: la supremacía militar como herramienta diplomática.

El impacto geopolítico de la decisión

La orden de reanudar los ensayos con armas nucleares no es solo una cuestión militar, sino también simbólica. Supone un cambio de rumbo respecto al consenso internacional que había limitado las pruebas desde el final de la Guerra Fría. Estados Unidos, junto con otras potencias, firmó en 1996 el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBT), que nunca llegó a ratificar, pero que se respetaba de facto.

Con esta decisión, Trump desafía abiertamente ese pacto no escrito. Analistas del Brookings Institution y del Center for Strategic and International Studies coinciden en que la medida podría provocar que otras potencias vuelvan a probar sus arsenales, iniciando una nueva fase de tensión nuclear sin precedentes desde los años 80.

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El mensaje también tiene un componente interno. Trump busca proyectar fortaleza de cara a su política exterior y reforzar su imagen de líder “duro” que prioriza la seguridad sobre la diplomacia multilateral. Sin embargo, organizaciones como la ICAN y la ONU han advertido de que esta decisión “rompe el frágil equilibrio de seguridad global” y podría incrementar el riesgo de proliferación de armas nucleares en países emergentes.

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