Volantazo brusco de Bruselas. La Unión Europea activará este miércoles una de las palancas de presión más poderosas que tiene sobre Israel: el comercio. La idea de la Comisión es aprobar la suspensión parcial del Acuerdo de Asociación, en vigor desde el año 2000, que hasta ahora regulaba las relaciones políticas, culturales y económicas entre ambas partes. Es un movimiento inédito, cargado de simbolismo, que precisamente coincide con la publicación del informe de la ONU que califica de genocidio la ofensiva israelí sobre Gaza.

El giro de Bruselas
Hasta ahora, la UE había evitado cruzar esa línea. España e Irlanda lo habían reclamado desde febrero, pero la propuesta se estrellaba contra la división interna y el bloqueo de los grandes socios. La ofensiva terrestre lanzada por el ejército israelí y un balance de casi 65.000 muertos han precipitado la decisión.
La medida -inédita en Bruselas- fue anunciada por la jefa de la diplomacia europea en sus redes sociales: “La ofensiva terrestre de Israel en Gaza empeorará aún más una situación ya desesperada. Significará más muerte, más destrucción y más desplazamientos”, advirtió Kaja Kallas. Añadió que la Comisión presentará medidas para “presionar al gobierno israelí para que cambie el rumbo de la guerra en Gaza”.
Israel’s ground offensive in Gaza will make an already desperate situation even worse.
It will mean more death, more destruction & more displacement
Tomorrow, the @EU_commission will present measures to pressure the Israeli government to change course over the war in Gaza (1/2)
— Kaja Kallas (@kajakallas) September 16, 2025
Al anuncio en X se sumó la entrevista con Euronews, donde Kallas confirmó que Bruselas actuará sobre el comercio: “Se trata de una cantidad significativa, y en lo que respecta al trato preferencial, el 37% de ese comercio realmente lo tiene”.

Un tabú roto
El acuerdo de asociación fue firmado hace 25 años con un principio explícito: el respeto de los derechos humanos como base de las relaciones. Nunca se había activado. Hasta ahora. El gesto es tan político como económico. Bruselas es el principal socio de Israel, con un volumen de 42.600 millones de euros en intercambios en 2024. Suspender parte de ese marco significa convertir el acceso al mercado europeo en un arma de presión diplomática.
Von der Leyen, criticada en la Eurocámara por una posición percibida como cercana a Israel, lo adelantó la semana pasada en su discurso sobre el Estado de la Unión. Lo hará oficial este miércoles, en una comunicación firmada por los comisarios Maros Sefcovic y Stéphane Séjourné.

La incógnita
La decisión aún guarda incógnitas. Ni la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ni su jefa de política exterior, Kaja Kallas, han precisado los detalles de este mazazo para Israel. Este periódico ha solicitado aclaraciones a fuentes de la Comisión próximas a ambas dirigentes, sin obtener respuesta. Todo apunta a que Bruselas se reserva los detalles para la rueda de prensa convocada este miércoles.
Lo que sí se sabe es que la suspensión vendrá acompañada de sanciones a ministros extremistas y colonos violentos. “Sería una clara señal de que la UE exige el fin de esta guerra”, escribió Kallas.
El obstáculo de los Estados
El procedimiento no está cerrado. Aunque la Comisión puede presentar la propuesta, necesita el respaldo de una mayoría cualificada de Estados miembros para que sea efectiva. Eso significa que al menos uno de los grandes –Alemania o Italia– tendrá que dar su visto bueno. Y hasta ahora, ambos países han frenado cualquier iniciativa europea que presionara a Israel.

“Si no apoyan estas medidas, ¿qué medidas pueden apoyar? Traigan alternativas”, sentenció Kallas en su entrevista.
Hungría, uno de los socios más cercanos a Israel dentro del bloque, también se ha mostrado reticente. Pero el mecanismo de la Comisión permite que el veto de Budapest no bloquee la medida, al menos en la primera fase.
Comercio convertido en palanca
El movimiento es tanto económico como político. Reimponer aranceles a los productos israelíes significará costes directos para su economía y, al mismo tiempo, un mensaje inequívoco: Europa ya no puede mirar hacia otro lado.
El mismo día en que la ONU ha puesto la palabra “genocidio” sobre la mesa, Bruselas decide romper un tabú. Y el comercio, hasta ahora vínculo de asociación, se convierte en instrumento de presión.