ISRAEL

La mujeres que hablan a los pilotos: activistas israelíes contra los bombardeos en Gaza

Desde que se reanudó la guerra en marzo, decenas de mujeres israelíes protestan frente a bases de la aviación militar sosteniendo imágenes de niños gazatíes muertos en bombardeos

Familiares y partidarios de los rehenes israelíes retenidos por Hamás en Gaza protestan frente a la oficina del primer ministro israelí pidiendo la liberación inmediata de los rehenes, en Jerusalén, el 1 de julio de 2025.
EFE/EPA/ABIR SULTAN

Tras reanudarse la guerra en Gaza a finales de marzo, una voz desesperada emergió dentro de Israel. Mientras los cazas israelíes despegan a diario rumbo al sur cargados de bombas, un grupo de ciudadanos se planta habitualmente a las puertas de las bases militares de la fuerza aérea, sosteniendo fotografías de niños palestinos muertos. Su mensaje -silencioso pero poderoso- es claro: detener la matanza de civiles inocentes.

Esta forma de protesta ha dado lugar a una iniciativa sin precedentes, en la que más de 200 activistas israelíes participan semanalmente. Al principio eran apenas una decena. Una de las figuras centrales de este movimiento es Moriah Shlomot, abogada y activista de 56 años que vive en Tel Aviv. Shlomot no es ajena al activismo político. Fue secretaria general del movimiento Paz Ahora durante la Segunda Intifada y es cofundadora de “Una Tierra para Todos – Dos Estados, Una Patria“, una propuesta que busca una solución al conflicto basada en la asociación y la convivencia.

Quería meterme debajo de las ruedas para detener los bombardeos“, confiesa Shlomot en una videoconferencia con Artículo 14, donde detalló los motivos que la llevaron a organizar estas acciones frente a las bases. “Pero eso, incluso para mujeres muy valientes como nosotras, no es posible. Entonces pensamos: ¿cómo podemos apelar a la conciencia, el corazón, la moral de los pilotos que salen cada mañana a lanzar bombas que matan a hombres, mujeres y niños?”, se pregunta.

Ante su desesperación, tomar una decisión: colocar frente a los soldados imágenes de las víctimas. “Las fotos de los niños muertos desde el comienzo de la ofensiva eran la manera más emotiva y efectiva de hablarles”, explica. Esta táctica busca no solo conmover, sino también cuestionar la obediencia de los pilotos y promover la objeción de conciencia dentro de las filas.

Aunque el movimiento es pacífico y no violento, sus acciones han provocado respuestas hostiles. “Nos llaman traidoras, putas, nos gritan ‘¡Váyanse a Gaza!'”, relata Shlomot. Sin embargo, también han surgido momentos inesperados de apertura. “Uno de los soldados me dijo: ‘¿Y si un piloto ve sus fotos y mañana no viene? ¿Qué hacemos? ¿Cómo seguimos bombardeando?’”. Para ella, ese tipo de reacción confirma que están logrando algo.

La organización de estas protestas no es improvisada. Se hacen semanalmente frente a bases como la de Palmachim, en la costa central de Israel. Allí, entre patrullas militares y vigilantes de seguridad, los activistas se mantienen en silencio, pero reparten folletos con datos sobre los bombardeos, las víctimas o lo que dicta el derecho internacional. Las reacciones del personal militar son reveladoras. “El jefe de seguridad protestó por lo que esto podría generar dentro de la base. Dijo que si el contenido entra, se generaran discusiones internas. Y tienen miedo de eso”, cuenta.

Shlomot sostiene que estos encuentros dejan entrever una realidad muchas veces ignorada: “Las opiniones dentro de la base no son uniformes. Estas acciones hacen pensar a la gente”. Por eso insiste en que los pilotos “pueden negarse. Eso tiene un coste. Pero si cada vez hay más y más objetores, será más difícil castigarlos individualmente”.

Más allá de la acción directa, Shlomot ofrece una visión de largo plazo. Desde su experiencia como facilitadora en procesos de justicia restaurativa, cree en la posibilidad de reconciliación, incluso después del dolor más profundo. “Sé que personas que se han hecho daño mutuamente de manera brutal y letal, incluso con violencia sexual, pueden reconstruir relaciones”, considera. Ante la posibilidad de sellarse una tregua en Gaza, la incógnita será como lidiar con tanto dolor y muerte a ambos bandos del conflicto.

Sin embargo, reconoce que la realidad actual es muy dura. “Promovemos asociación, valores de igualdad, paz o justicia, pero cada vez menos gente cree que es posible una vida distinta”. Aun así, no pierde la esperanza: “Los conflictos se resuelven, y el odio puede reconvertirse para lograr la convivencia”.

Ante la acusación de que estas acciones alimentan el antisemitismo en el mundo, Shlomot es tajante: “Siempre hay que distinguir entre antisemitismo y críticas a Israel o su política. El antisemitismo, por supuesto, me horroriza. Pero la crítica hacia Israel, hacia su política de ocupación y guerra, es necesaria. Precisamente por parte de quienes amamos a Israel”.

La existencia de estos movimientos disidentes dentro de Israel ofrece una perspectiva poco difundida en el exterior. No todos los israelíes apoyan las acciones de su gobierno. Mujeres como Moriah se enfrentan al poder militar y al juicio social por principios éticos. “No quiero hacer esto solo por mí, para limpiar la conciencia. Nosotras queremos cambiar la realidad. Y veo que algo está sucediendo”, defiende.

Al final, su esperanza se resume en una visión: un futuro de coexistencia, basado no en la venganza ni el castigo, sino en la responsabilidad, el entendimiento y el respeto mutuo. Un horizonte que hoy parece lejano, pero que para quienes protestan frente a las bases, empieza en cada foto sostenida frente a un piloto.