El vínculo entre paracetamol y autismo ha irrumpido en la agenda pública después de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, adelantara que su Gobierno hará un anuncio sobre el tema.
El secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., sostiene que el uso del fármaco durante el embarazo podría relacionarse con un mayor riesgo de desarrollar trastornos del espectro autista (TEA). Una tesis que choca de frente con la evidencia científica y con las recomendaciones médicas actuales.
La polémica está servida. ¿Hay base para estas afirmaciones o se trata de un nuevo episodio donde la política se impone sobre la ciencia?
Paracetamol y autismo: el anuncio que divide a la población de EEUU
El anuncio de Trump y Kennedy Jr. ha generado revuelo internacional. El propio presidente declaró en un acto del think tank conservador American Cornerstone Institute que “será uno de los anuncios más importantes” de su mandato.
La cuestión del paracetamol y autismo se enmarca, además, en un contexto social delicado. El diagnóstico de TEA se ha disparado en las últimas dos décadas en Estados Unidos, lo que algunos sectores llaman “epidemia de autismo”.

Sin embargo, investigadores como Christine Ladd-Acosta, de la Universidad Johns Hopkins, advierten de que gran parte de este incremento responde a una definición más amplia del trastorno y a mejoras en la detección, no a un aumento real de los casos.
Entre la ciencia y la pseudociencia
El vínculo entre paracetamol y autismo no es nuevo en el imaginario conspiranoico. Desde hace décadas, movimientos antivacunas han intentado relacionar los TEA con la inmunización infantil, pese a que esa hipótesis carece de validez científica. Ahora, el foco se traslada al paracetamol, uno de los medicamentos más usados y considerados seguros durante el embarazo.
Los TEA son condiciones complejas cuya causa exacta sigue sin conocerse. Los científicos creen que múltiples factores influyen en su aparición: desde la genética hasta condiciones ambientales, pasando por el desarrollo temprano del cerebro. La teoría de que un solo fármaco sea la causa principal es, por tanto, reduccionista y poco respaldada por la evidencia.
¿Qué dicen los estudios recientes?
La hipótesis de que paracetamol y autismo estén relacionados se apoya en algunos estudios recientes. En 2024, una investigación publicada en JAMA Network en Suecia analizó a 2,5 millones de niños nacidos entre 1995 y 2019. A primera vista, se encontró un ligero aumento del riesgo de TEA en hijos de madres que habían tomado paracetamol.
Pero al aplicar controles de hermanos —comparando con familiares sin el trastorno— la asociación desapareció. Esto sugiere que otros factores son responsables del aparente riesgo.
Otro metaanálisis publicado en Environmental Health este mismo año revisó 46 estudios. Una parte de ellos apuntaba a una asociación entre paracetamol y autismo, mientras que otros descartaban cualquier vínculo e incluso sugerían un efecto protector. Los propios autores advirtieron del “sesgo de publicación”. A fin de cuentas, los estudios con resultados llamativos tienen más probabilidades de difundirse, lo que distorsiona el panorama general.
Una evidencia limitada e inconsistente
Los expertos coinciden en que, por ahora, las pruebas que relacionan paracetamol y autismo son limitadas, contradictorias e insuficientes para establecer un vínculo causal.
La Fundación Científica del Autismo lo resume de forma clara: “Resulta prematuro extraer conclusiones firmes con el estado actual de la investigación”.
En otras palabras, la asociación es débil y no hay pruebas de que el paracetamol provoque directamente TEA. El riesgo real es que mensajes políticos sin fundamento científico alimenten miedos injustificados en la población.
¿Por qué se sigue recomendando paracetamol en el embarazo?
A pesar del ruido generado en torno a paracetamol y autismo, las guías clínicas internacionales siguen considerando el fármaco como la opción más segura para tratar fiebre y dolor durante el embarazo. La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) recuerda que otras alternativas, como los antiinflamatorios no esteroideos (ibuprofeno o naproxeno), pueden ser peligrosas para el feto. Especialmente, después de la semana 20 de gestación.
Además, ignorar la fiebre o el dolor en una embarazada es mucho más arriesgado que tratarlo con paracetamol. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) advierten de que la fiebre no tratada puede causar complicaciones graves y defectos congénitos, mientras que la Sociedad de Medicina Maternal-Fetal subraya que el dolor no controlado también implica riesgos relevantes.