No es una foto cualquiera. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y Kaja Kallas, desde hace menos de un año alta representante para la política exterior, han llegado juntas a Nueva York para participar en la Asamblea General de Naciones Unidas. Lo han hecho acompañadas por António Costa, presidente del Consejo Europeo, pero con un detalle que salta a la vista: por primera vez en la historia, son dos mujeres quienes encarnan el liderazgo europeo en el escaparate global.
En un tablero internacional marcado por las pulsiones de grandes potencias dirigidas por hombres –Donald Trump en Washington, Vladímir Putin en Moscú, Xi Jinping en Pekín o Netanyahu en Israel-, la UE se planta en la ONU con un estilo distinto. Menos enfrentamiento y más tejido de alianzas. Von der Leyen y Kallas se presentan como las valedoras de un multilateralismo que algunos dan por muerto, subrayando que “la Unión Europea es hoy el mayor apoyo de Naciones Unidas”.

Gaza como epicentro del debate
La cita en Nueva York llega marcada por la guerra de Gaza, que se ha convertido en el eje de todas las conversaciones. La masacre de civiles, las denuncias de violaciones del derecho internacional y la urgencia de una solución pacífica han convertido la fórmula de los dos Estados en tema central de la Asamblea y única solución viable al conflicto.
El contexto es tan delicado como inédito. La delegación palestina ha sido vetada por Estados Unidos, que ha negado visados tras el reconocimiento en cascada de nuevos países. Solo en los últimos días, Reino Unido, Canadá, Australia y Portugal se han sumado al bloque de Estados que reconocen formalmente a Palestina. Ahora, espera que otros, como Francia, Bélgica, Andorra, Malta o San Marino, den el paso en las próximas semanas.
Lo cierto, es que detrás de cada nuevo reconocimiento se estrecha el margen de maniobra de Israel y, sobre todo, se aísla a Estados Unidos, valedor indiscutible del Gobierno de Netanyahu. La paradoja es evidente: mientras Washington insiste en bloquear la presencia palestina, sus principales aliados occidentales se mueven en dirección contraria.

El contraste europeo
Von der Leyen y Kallas han querido aprovechar ese cambio de dinámica. “Durante décadas, la ONU ha sido el punto de encuentro mundial: un pilar de paz, seguridad, cooperación y multilateralismo”, escribió Kallas en sus redes sociales. Palabras con destinatario claro: Estados Unidos y Rusia, que cuestionan el marco de Naciones Unidas, pero también Israel, cada vez más aislado en la escena internacional.
Kallas, apenas un año después de asumir su cargo, llega con el perfil de quien ha hecho de la firmeza contra Moscú y la defensa del derecho internacional su carta de presentación. Von der Leyen, que encara su último mandato, encuentra en este viaje una forma de proyectar a la UE como bloque cohesionador en medio del ruido. Juntas pretenden dar un aire de unidad a una Unión que en Palestina e Israel sigue hablando con demasiadas voces.

Más allá de la foto
La pregunta es cuánto de todo esto va más allá de la puesta en escena. Desde Bruselas admiten que, pese a la imagen de liderazgo femenino, la UE arrastra sus divisiones. Macron va por libre con su reconocimiento de Palestina; Sánchez presiona proponiendo más sanciones contra Israel; y en medio, Alemania sigue dudando en romper con su blindaje histórico al gobierno de Tel Aviv. Aunque la ONU ofrece la foto de unidad, el reto, aseguran los expertos, está en trasladarla a posiciones comunes que resistan fuera del escaparate.

La Asamblea de Nueva York deja una certeza: el aislamiento de Estados Unidos e Israel es cada vez mayor. El reconocimiento palestino avanza, la presión europea funciona y el multilateralismo -tan cuestionado por las grandes potencias- encuentra en la UE un defensor con rostro femenino.
Von der Leyen y Kallas simbolizan un cambio de liderazgo en la representación europea, pero también afrontan la tarea de convertir esa presencia en resultados concretos. La cita de Nueva York servirá para mostrar la imagen de la Unión en el escenario global, con el reto de mantener la coherencia en un contexto marcado por la guerra de Gaza.
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