La ONU advierte en su último informe sobre igualdad de género que -salvo sorpresa mayúscula- el mundo se encamina a 2030 con 351 millones de mujeres y niñas viviendo en la pobreza extrema. Es un dato, pero no es el único: los conflictos armados suponen un frenazo súbito en sus derechos y, en muchos casos, una regresión que borra décadas de avances. Gaza y Ucrania son hoy el ejemplo más evidente.
Mujeres en el frente de la vulnerabilidad
En 2024, alrededor de 676 millones de mujeres vivían a menos de 50 kilómetros de un conflicto armado, la cifra más alta desde los años noventa. Nunca antes tantas habían estado tan cerca de la violencia. “Las mujeres y niñas desplazadas por la guerra se enfrentan a más riesgos de explotación sexual en las rutas migratorias y en los campos de refugiados”, explica Rosa Márquez, doctora en Estudios de Género. La estadística global encuentra eco en testimonios locales: en Siria, Sudán o el Congo la violación ha sido utilizada como arma de guerra, mientras que siete de cada diez mujeres muertas en conflictos durante 2024 han perdido la vida en Gaza.
Las cifras hablan de un retroceso histórico: la ONU señala que la violencia sexual en zonas de guerra creció un 25% en doce meses, con mujeres y niñas representando el 92% de las víctimas.

Derechos suspendidos en la guerra
Además, los avances en igualdad que se conquistan en tiempos de paz suelen evaporarse bajo las bombas. “Los derechos conquistados en tiempo de paz suelen quedar suspendidos o directamente revertidos”, recuerda Márquez. Y añade un ejemplo paradigmático: “El caso más claro es el de Afganistán, donde los talibanes han impuesto un apartheid de género para borrar a las mujeres de la vida pública ante el abandono y la indiferencia de la comunidad internacional”.
Montserrat Muñoz Sáez, presidenta de la Asociación de Mujeres Politólogas, incide en el mismo punto: “Los conflictos armados afectan de manera desigual y más gravemente a las mujeres y a las niñas, más aún en países donde la legislación no les reconoce sus derechos más básicos”. El resultado es un círculo vicioso: más violencia, menos acceso a educación, sanidad o empleo, y una carga de cuidados que se multiplica.
Invisibles en la paz
La paradoja es que, aunque las mujeres pagan un precio más alto en la guerra, siguen siendo invisibles en la paz. El informe recuerda que, a pesar del aniversario de la resolución 1325 del Consejo de Seguridad, los procesos de negociación siguen siendo masculinos. “Las mujeres suelen ser el sostén de la familia en las guerras, están, pero no se las ve, se utilizan como arma de guerra y se las deshumaniza”, denuncia Muñoz.
La ONU fija un objetivo mínimo de un tercio de representación femenina en las negociaciones de paz. La realidad está muy por debajo. No es casual que, en países como Afganistán, todas las juezas hayan sido expulsadas de la judicatura desde el retorno de los talibanes. El borrado de la mujer del espacio público sigue siendo un patrón recurrente.

Qué hacer y qué no hacer
Las soluciones no son fáciles, pero tampoco imposibles. Para Muñoz, la clave pasa por acabar con la sensación de impunidad que sienten los agresores: “No se puede mirar a otro lado o minimizar la violencia sufrida por las mujeres. Hay que hacer justicia y repararlas en todo lo posible”.
Ambas expertas reclaman una acción política más decidida. Aplicar la perspectiva de género en toda ayuda humanitaria, formar equipos sobre el terreno con personal experto en violencia contra las mujeres y asegurar la paridad en los órganos de gestión son prioridades urgentes.

Una lección política
El Gender Snapshot 2025 ofrece, pese a todo, un resquicio de esperanza: 113 países han adoptado planes nacionales sobre mujeres, paz y seguridad, frente a los 32 que existían en 2011.
La conclusión es clara: las guerras no solo matan, también borran derechos. Si la comunidad internacional no incorpora la mirada de las mujeres en la paz, las cifras de pobreza extrema que se anticipan para 2030 serán la confirmación de un fracaso colectivo. En un mundo ahora marcado por las guerras, las palabras de Márquez, que recuerda a Beavoir, resuenan como advertencia: “Cuando estos conflictos tienen lugar lejos de nuestras fronteras creemos que nunca nos van a afectar, pero la historia nos ha demostrado que los retrocesos en derechos humanos nunca se limitan a un solo país o región. Hoy más que nunca hay que recordar la célebre frase de Simone de Beauvoir: ‘bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida‘”.