La clase media vive siempre bajo la lupa. De su mayor o menor fortaleza dependen buena parte de los soportes que mantienen en pie a la sociedad. Si se mantiene estable, se interpreta que hay mayor cohesión social, confianza en las instituciones y un buen potencial de crecimiento económico. Por eso, cuando el último informe de Cáritas España concluyó hace solo unos días que la clase media se erosiona y se abre un “proceso inédito de fragmentación social” en nuestro país, con la precariedad laboral como “nueva normalidad”, sentimos tambalearse los cimientos sociales.
¿Tal impacto tiene la reducción de la clase media?
Rosalía Vázquez Álvarez, economista y miembro de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) nos ofrece su visión analizando, en primer lugar, el valor de una clase media estable: “Todo el rango de trabajadores de cualquier clase se complementa para que un país alcance su frontera en términos de productividad y crecimiento sostenible, pero cuando la clase media de trabajadores es sustancial esto indica que un alto porcentaje de trabajadores son cualificados (técnicos, con formación profesional y técnica) y que ocupan empleos intermedios, especializados y de alto valor añadido (alta productividad)”.
Si, por el contrario, la masa de trabajadores de la clase media se reduce, por causa de la globalización, la automatización, recorte en servicios públicos o debilitación de las instituciones de mercados laborales, implica, en su opinión, que en la parte media de la distribución se pierda salario en términos reales. “Esto les empuja a la parte baja de la distribución salarial y por lo tanto la distribución salarial se polariza e incrementa la desigualdad salarial. A mayor desigualdad salarial, mayor desigualdad de rentas entre los hogares”.
Menor inversión en capital humano
Por otra parte, recuerda que las clases medias son las que suelen invertir más en educación y salud. “Cuando las clases medias disminuyen, también disminuye la inversión en capital humano (educación, salud) del país, lo cual repercute en una proyección peor para la productividad laboral del país en un futuro”.

“Un declive de la clase media (de trabajadores) también implica menor aporte al presupuesto del país”, advierte la economista. “A menores salarios, menor contribución a la seguridad social, sin importar lo progresista que sea el sistema de recaudación”. Lo traduce en menor espacio fiscal para invertir en el sistema de bienestar del país, en la creación de empleo, en la educación pública o el sistema de salud.
“Por lo tanto -continúa-, a menor masa de trabajadores de clase media, peor resultado a mediano y largo plazo para el crecimiento equitativo económico del país. Sobre todo, la inversión pública en educación y salud es el factor clave para fomentar la movilidad social. Si desaparece la clase media se rompe la escalera que permite a generaciones con menos recursos poder progresar en términos social, profesional y personal”.
¿Hay motivo de alarma?
En España la clase media aumentó sobre todo en los periodos de crecimiento económico y fue positivo para impulsar el crecimiento económico. “Las dos grandes crisis del siglo -continúa Vázquez Álvarez- han impactado de forma negativa en las clases medias del país, pero España sigue teniendo una clase media importante que se tiene que fomentar para que incremente su peso en la población y con ello repercuta de forma positiva en conseguir un mayor incremento económico que sea equitativo y sostenible”.
Su opinión coincide con un informe de Caixa Bank de 2024 que refleja una leve tendencia al alza en los últimos años. El porcentaje de la población perteneciente a la clase media aumentó del 59,2% en 2007 al 61,1% en 2022. Pese a este ligero fortalecimiento, la percepción es a menudo la contraria.

Los autores reconocen que es difícil delimitar este concepto, aunque la habitual es “la proporción de personas que comparten unos determinados valores, poseen una relativa estabilidad financiera y una buena calidad de vida”. La OCDE propone como referente unos ingresos entre el 75% y el 200% de los ingresos medios del conjunto de la población en cada año.
En este sentido, la clase media en España ha experimentado una tendencia gradual al alza hasta el 61,1%, que ha ido acompañado de una leve reducción tanto de la clase baja (el 30% de la población) como de la clase alta (8,8%).
La percepción es la contraria
El economista José Carlos Díez opina que en el informe presentado por Cáritas hay que tener en cuenta la influencia de la población inmigrante, presente en sectores de empleo precarizado y de baja cualificación. “La mayoría de la inmigración recibida en los últimos años tiene un nivel educativo mínimo y se emplea en trabajos con salarios muy bajos que requieren poca cualificación”. Esto contribuye a una situación de vulnerabilidad económica que agrava la desigualdad. Señala que la baja integración educativa y laboral se extiende a las segundas generaciones de inmigrantes, con tasas de abandono escolar mucho más altas, lo que perpetúa estas distorsiones en la estructura social general. “Entiendo -dice- que la inmigración es un motor clave de la economía española actual, pero es necesario tener un control con una política orientada a una inmigración más regulada y con personas más cualificadas y mejor pagadas”.

