La cumbre Trump-Putin resultó un fracaso estrepitoso en Alaska. Tras casi tres horas de reunión, Trump y Putin no lograron trazar ningún plan para poner fin a la guerra en Ucrania, que asola el país desde hace más de tres años.
Zelensky se reunirá a su vez con Trump el lunes en Washington. La montaña parió un ratón. Una reunión que llevaba una semana anunciándose como “histórica”, casi ocho horas en el aire para Donald Trump y Vladimir Putin, tres horas de cara a cara en Alaska con sus asesores más cercanos… y todo quedó en nada. Y no fue por falta de intentos de desplegar una enorme alfombra roja para Vladimir Putin. Tanto literalmente, en la pista del aeropuerto, como figuradamente, en los amistosos comentarios que ambos hicieron durante sus apariciones públicas. El Presidente ruso apenas ocultó su satisfacción durante la breve declaración a la prensa. Tanto es así que cursó una invitación -la próxima vez en Moscú- que Donald Trump no declinó.
Ni alto el fuego, ni acuerdo, ni concesión. Durante su brevísima rueda de prensa conjunta – doce minutos en el reloj -, los dos líderes se mantuvieron imprecisos. Vladimir Putin fue el primero en hablar. Al diablo con el protocolo habitual, que exige que el Presidente de Estados Unidos hable primero en suelo estadounidense. El dirigente ruso, como si estuviera en su casa, afirmó que las negociaciones se desarrollaron en un ambiente constructivo y de respeto mutuo. Describió su intercambio como “muy completo y útil”.
Al final, Trump y Putin se despidieron sin revelar nada sobre un posible plan de paz para Ucrania, aunque sí hicieron una serie de declaraciones atractivas y gestos amistosos. Es decir, montaron un espectáculo geopolítico, pero estamos ante un fracaso diplomático.
Paradójicamente, tras el fracaso de la cumbre Trump-Putin, ucranianos y europeos se encuentran entre el alivio y la preocupación. Los ucranianos y los gobiernos europeos han evitado un “acuerdo” ruso-estadounidense hecho a sus espaldas, pero algunos están indignados por la amistosa y pomposa bienvenida dada a Putin. En su vuelo de regreso de Anchorage, Trump mantuvo una larga conversación telefónica con Zelensky, según su portavoz. También se reunió con líderes de la OTAN. Entre ellos, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el presidente francés, Emmanuel Macron, el canciller alemán, Friedrich Merz, el primer ministro británico, Keir Starmer, y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte.
Trump, que se opone a la petición de Ucrania de ingresar en la OTAN, se refirió durante la llamada a una propuesta estadounidense para conceder a Kiev una garantía de seguridad similar al artículo 5 de la Alianza, que prevé la defensa mutua entre sus miembros en caso de ataque. Por su parte, los líderes europeos se mostraron dispuestos a trabajar con Trump y Zelensky para lograr una cumbre trilateral, con el apoyo de Europa, al tiempo que mantienen la presión sobre Moscú mediante el refuerzo de las sanciones y medidas económicas selectivas para presionar a la economía de guerra rusa, hasta que se establezca una paz justa y duradera. Trump, que había amenazado a Rusia con “consecuencias muy graves” si no accedía a poner fin a la guerra, dejó claro que ya no se planteaba ninguna medida inmediata.
La imagen que quedará de esta cumbre es la de unos Estados Unidos más cordiales con un dictador que con un país europeo agredido, la de un presidente estadounidense invitando al presidente ruso a subir a su coche blindado. Había muchas expectativas, entre ellas un alto el fuego. Al final, no hubo anuncio.
El presidente ruso salió vencedor, o al menos recuperó un perfil internacional que le colocó donde quería estar: en el mismo pedestal que Donald Trump, el jefe de la primera potencia mundial. Así que para Putin es innegable que se trata de un éxito político y mediático que explotará en las próximas semanas y meses.
Para Trump, es más complicado porque no ha conseguido un alto el fuego. A pesar de que afirmó que él era el “King of Deal” y que iba a solucionarlo todo muy, muy rápido. Las próximas horas y días serán cruciales para descubrir las exigencias planteadas por Moscú a las que Trump ha accedido más o menos. Putin, de 72 años, se mostró dinámico, muy profesional y preparado. En la pseudo rueda de prensa posterior a la reunión, tenía delante hojas de papel. Se conocía al dedillo sus archivos y parecía muy contento de estar allí. En cambio, Trump parecía menos cómodo y confiado. Al no estar preparado, se dio cuenta de que era mucho más complicado de lo que pensaba. Ese carisma que el argumenta tener y al que todo lo fía fue incapaz de doblegar a un Putin muy seguro de sí mismo, que logró imponer su punto de vista.
Sin embargo, hay una señal positiva en el hecho de que Trump se pusiera en contacto con los líderes europeos y con Zelensky directamente después de la cumbre. Esto significa que no quiere llegar a un acuerdo a espaldas de los ucranianos. Trump sabe ahora que necesita a Ucrania, que es el principal interesado, pero también necesita el apoyo europeo. A pesar del desprecio de Rusia, Europa no ha quedado excluida del juego. Trump está obligado a tener en cuenta las posiciones europeas. No es seguro que, a falta de una paz justa y duradera y de garantías de seguridad, sea deseable una visita de Trump a Moscú. También tendrá que tener en cuenta a la opinión pública estadounidense, aunque la prensa parece considerar esta cumbre como un fracaso para Trump.