Después de dos guerras mundiales que sacudieron los cimientos del siglo XX, el mundo se dio cuenta de que necesitaba algo más que tratados y promesas para sobrevivir. Así nació la ONU, la Organización de las Naciones Unidas. Una entidad que se concibió como un faro de paz en medio de la tormenta global.
La ONU fue fundada el 24 de octubre de 1945. Su misión parecía simple en papel: evitar guerras futuras, proteger los derechos humanos, fomentar la cooperación internacional y apoyar el desarrollo de los pueblos. Pero, como todo lo que involucra a la humanidad, pronto se convirtió en un escenario complejo y profundamente político.
¿Quiénes forman parte de la ONU?
Actualmente, la ONU cuenta con 193 Estados miembros. Prácticamente todo el planeta. Cada uno de estos países tiene voz y voto en la Asamblea General, el gran foro donde todos pueden hablar, aunque no todos puedan decidir.
Aquí, en esta gran sala revestida de discursos y promesas, se construyen los consensos que luego moldean tratados, pactos y misiones. Pero no todo se decide ahí. En la ONU, como en la vida, hay jerarquías.
El poder real: el Consejo de Seguridad
El verdadero poder en la ONU reside en el Consejo de Seguridad. Aquí, solo 15 países tienen asiento. Cinco de ellos —Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido— lo ocupan de manera permanente y con derecho a veto.

Ese veto puede detener cualquier resolución, por más justa o urgente que parezca. Así funciona la ONU. Un lugar donde la paz mundial puede depender del interés geopolítico de una potencia.
El resto de los miembros del Consejo rotan cada dos años. Ellos pueden opinar. Pero, sin ese poder absoluto que detenta el veto, su influencia es relativa.
La burocracia invisible que mantiene viva la ONU
La ONU no es solo un salón de diplomáticos. Es también una inmensa maquinaria administrativa. Desde su sede en Nueva York hasta sus oficinas en Ginebra, Nairobi y Viena, miles de funcionarios trabajan cada día para coordinar operaciones humanitarias, redactar informes, gestionar fondos y poner en marcha programas.
Organismos como la UNICEF, la FAO o la OMS son brazos ejecutores de la ONU. Cada uno con su área específica, pero todos bajo el paraguas de la misma institución. Una organización que, con todos sus defectos, sigue siendo el único intento global de gobernanza colectiva.
Decisiones que cambian vidas
Cuando la ONU decide intervenir en una crisis humanitaria, enviar cascos azules a una zona de conflicto o declarar un día internacional para una causa, esa decisión tiene un impacto real. A veces discreto, otras veces visible. Pero siempre relevante.
Las decisiones se toman mediante votaciones. En la Asamblea General, cada país tiene un voto. En el Consejo de Seguridad, el veto de un solo miembro puede bloquear todo. Así de frágil y poderoso es este sistema.

Sin embargo, la ONU ha sido criticada por su lentitud, su ineficiencia y su aparente sumisión a los intereses de los países más poderosos. También se le ha señalado por no actuar con firmeza en conflictos como Siria, Gaza o Ucrania.
Pero al mismo tiempo, nadie ha logrado crear una alternativa mejor. La ONU es imperfecta, sí. Pero es el único espacio donde aún se sientan a hablar quienes en otros foros solo se cruzan amenazas.
El papel de la ONU en el cambio climático y los derechos humanos
En la última década, la ONU ha asumido un rol protagonista en dos frentes clave: el cambio climático y la defensa de los derechos humanos. La Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible son su hoja de ruta.
Gracias a la ONU, hoy hay una narrativa común sobre la urgencia de actuar frente al calentamiento global. Y también una red internacional que denuncia violaciones de derechos y apoya a las víctimas.