Gran parte de la lucha política actual se está dando en el terreno de los jóvenes. El PSOE ha identificado una sangría sociológica en la juventud y se ha lanzado a intentar captar ese granero de votos pijaquinquescos de una forma descarada. Ya saben, cuando vean a Sánchez enfundarse un outfit de cuarentón divorciado malasañero, pueden irse preparando para una campaña electoral. Y sí, esto ocurrió ya este jueves por sorpresa cuando el presidente se presentó en el Estudio de Radio 3 para hablar de música y lanzar una serie de topicazos cuñados que denotan un grado de desesperación superlativo. Entre las joyitas de la entrevista desenfadada, mis favoritas son la de que se despejó una hora de su agenda para escuchar el disco de Rosalía entero y la que metió con calzador, con la muletilla del tengo que decir, cuando comentó que es más de cantantes mujeres que de hombres. A lo que una diligente tertuliana respondió: “Estás en el lado bueno de la Historia“. Habrá que hablar algún día sobre esto de lo del lado bueno de la Historia. Vamos a dejar un poco en paz a la Historia, ¿no? Que la tenemos mareada con tanto mentarla para insertar en ella perlitas fanáticas.
La cosa es que Sánchez fue allí hacer su opereta de madurito enrrollao, de pureta que está en la onda, de boomer que admira la jerga y la sensibilidad de los chavales, a los que entiende y aprecia. Esta estrategia se viene cocinando desde después de verano, cuando tanto el presidente como Bolaños y medio consejo de ministros han desembarcado en TikTok para intentar pescar en ese río revuelto a esas generaciones que se la pasa scrolleando vídeos cortos, colocándose con la dopamina instantánea. De hecho, el presi molón, como una influ quinceañera creó hype en su interview y citó a toda la juventud el sábado en su TikTok para que vieran cuál es su tema favorito de Lux. La sincronizada ya habla de la genialidad comunicativa y del acierto de haber contratado a chavales jóvenes para llevar esas redes y entrar en esa batalla del relato.
Cringe
Hay una palabra que utiliza mucho la gente de esa edad. Es cringe, y se usa para señalar cuando algo está desfasado y da vergüencita ajena, cuando alguien intenta hacerse pasar por lo que no es y acaba cantando tanto que da entre asco y pena el intento. El Gobierno, a sabiendas de que está abocado a colocar las urnas pronto, por mucho que se afane en repetir que va a acabar la legislatura, está enfocándose en esa bolsa de electores juveniles. No en vano, ya están insertando en la opinión pública la posibilidad de rebajar el derecho al voto hasta los 16 años. No sé si esa es la gran idea que creen que es. No sé si calibran cuántos de esos adolescentes pueden mutar en ardillitas de Alvise o en ranitas de Vox.

Esta vez, esta sobreactuación para embaucar a la juventud, no les va a salir bien. El diagnóstico es fallido. Ya no se trata de hacerse el moderno como un tito enteradito en la cena de Navidad. No va a servir con hacer bailecitos, trends, edits o beber té matcha mientras se recomiendan libros, pelis y series de moda como si se confesara ruborizado guilty pleasures. No, eso ya pasó. Sobre todo, porque la juventud, esa a la que dicen camelar, no es tan tonta como ellos creen. Y tiene un cabreo de pelotas con el tema de la vivienda. Sienten, con razón, que este Gobierno les ha dejado tirados, y que ahora, que vuelven a sonar los timbales electorales vuelven a travestirse para ir a regalar caramelos a las puertas de los institutos.

Buenos conocedores del drama de los jóvenes son los del partido de Abascal, que no solo lleva mucho tiempo picando piedra entre ellos, haciendo un trabajo de seducción más sólido y dirigido, encauzando bien su discurso y sus ideas por los canales en los que la rebeldía confluye. Además, es que, por primera vez, parece que están haciendo las cosas con un sentido. No solo han aprendido que a Abascal lo tienen que pasear lo justo, que es mejor crear sobre él un halo de inaccesibilidad que haga que su aura crezca y minimice sus patinazos, es que también han ascendido a un tipo joven, preparado y con talento, potente en el fondo y la forma de su discurso. Me refiero a Carlos H. Quero, que ha ascendido tras la defenestración definitiva de Ortega Smith. Este pupilo de Kiko Méndez Monasterio, además de servirle para darle la puntilla al peñazo de Gibraltar, imprime una coherencia a un discurso bien articulado que puede resultar efectivo si lo saben modular.
Quero, aunque puede resultar denso para el público más joven, tiene un poso intelectual que resalta ante la mediocridad actual y un discurso sobre la vivienda que casa muy bien con el momento en el que vivimos y que marida a las mil maravillas con el descontento de la chavalada. No es histriónico, y le furula rápido la cabeza. Por eso han saltado las alarmas tanto en la izquierda como en la derecha que, queriendo contener ese cuchillo en mantequilla con el que ha dado la ultraderecha, le está haciendo el favor de promocionar a un tipo que hasta hace poco era un gran desconocido. Es de estudio la torpeza de nuestra clase política y sus gabinetes. Esta semana, ha caído en la trampa hasta Isabel Díaz Ayuso, que para responder a Isabel Pérez en la Asamblea casi que plagió el discurso absurdo de la izquierda sobre inmigración, ese que habla sobre los inmigrantes como limpiadores de culos y campesinos del siglo pasado. Se lo están poniendo a huevo a un partido que está empezando a acertar. Pero nada, que sigan unos y otros tirándose a Rosalía a la cabeza, empezando las casas por el tejado, mientras los antisistema hurgan en el hastío, en el ladrillo, en lo tangible. Mucho ojo.



