Muy de vez en cuando subo a mis redes algún video o algún comentario sobre personajes populares de la televisión. También, a veces, escribo algún artículo sobre el tema y comparto el artículo en redes. Apenas utilizo hashtags o etiquetados que no sean el del propio medio, y aún así brotan como setas los comentaristas. Imagino que la propia red redistribuye el contenido hacia gente que ha reaccionado a post similares sobre personajes parejos. Hasta ahí es todo comprensible. Después de esto llega la locura.
Hay días en los que me encuentro de repente con 30 comentarios que parecen insultarme. “Eres una vividora”, “eres tan fea como tu madre”, “cómo se nota que no has estudiado nada”. Tardo unos minutos en darme cuenta de que no me hablan a mi sino a, por ejemplo, Alejandra Rubio. No le hablan a ella directamente; se dirigen a su imagen. Supongo que saben que están en el muro de una persona que no es Alejandra Rubio. O quizás eso es mucho suponer. Entro a alguno de los perfiles de estos comentaristas y parecen personas normales. Hay más mujeres que hombres y suelen vivir en ciudades pequeñas o en pueblos. La mayoría son de mediana edad, pero hay gente sorprendentemente joven. Los varones que comentan son un caso aparte porque suelen utilizar insultos relacionados con el físico o con una presunta vida sexual disoluta y variada. No sé si son gente que ha sido bloqueada en los muros de todos los famosos a los que insultan o si lo único que pasa es que el grueso de su actividad es insultar a otros en redes. En junio de 2024 subí un video comentando unas declaraciones de Alejandra Rubio, y después de un año y medio me siguen llegando notificaciones de personas que aparecen por ahí para insultarla. No hablo de reflexiones o de respuestas airadas. Hablo de insultos. Insultos que a veces incluyen a su madre a sus tías a su abuela a su pareja o a su hijo. En otras ocasiones comento algún programa y aparece mucha gente diciendo que tengo envidia del presentador o del colaborador. No saben a qué me dedico ni cuáles son mis aspiraciones, pero asumen que lo que asoma es la envidia.
Me encantaría saber Que clase de persona se dedica a buscar posts en redes para ir hasta allí a insultar. Qué vida hacen esas personas, a qué santo le rezan. Las pocas que postean algo en sus propios muros lo hacen esporádicamente y sin ningún tipo de intención aparente. Es como si no quisieran mostrar su vida y a veces se acordasen de compartir algo: la foto de una colcha, la imagen de una bicicleta rota, la paella que el cuñado hizo y que piensan que salió rica, un cortacésped a la venta, la foto de la Virgen del pueblo, y un corazón con la bandera de Francia en solidaridad con las víctimas de los atentados de Bataclan.
Lo que subyace es el vacío vital. Gente que nació en una época y un lugar de abundancia, que tuvo acceso a Internet, pero que decidió usarlo para insultar a desconocidos allá donde se les diera oportunidad de hacerlo. Tiempo que podrían emplear en aprender, en recrearse en lo que les haga felices, en hablar con sus seres queridos. Tiempo que podría llevarles a otros lugares y a otras realidades pero que deciden tirar por el sumidero mientras tiran aquello de lo que está hecha la vida, que no es sino de tiempo.



