La violencia de género no empieza de un día para otro, ni aparece solo en la vida adulta. En muchos casos, se gesta en las primeras relaciones adolescentes, disfrazada de celos, control o “preocupación”. Por eso, la prevención debe empezar mucho antes de la denuncia: en la escuela, en casa, en las conversaciones entre amigas y amigos, debe estar presente.
Los expertos coinciden en que la adolescencia es un momento decisivo. Es la etapa en la que se construye la identidad emocional y afectiva, pero también donde se consolidan los mitos del amor romántico que pueden abrir la puerta a relaciones desiguales.
“Muchas jóvenes creen que los celos o la dependencia son pruebas de amor. No lo son: son las primeras señales de control”, señalan desde la Fundación ANAR, que ha detectado un incremento del 87 % en los casos de violencia de género entre adolescentes atendidos en los últimos años entre 2018 y 2022.
Las señales que no se ven
La violencia en las relaciones jóvenes rara vez se manifiesta con golpes. Es más sutil, más íntima, más difícil de identificar. Se esconde en el control del móvil, en la presión para compartir la ubicación, en el chantaje emocional o en la crítica constante a la ropa o las amistades.
Según un informe de Save the Children, el 24,9 por ciento de las adolescentes españolas ha sufrido violencia psicológica o de control por parte de su pareja o expareja, y un 6,2 % reconoce haber sufrido violencia física antes de los 18 años.

En las redes sociales, este control se multiplica. Las adolescentes pueden ser presionadas para enviar fotos íntimas o acosadas si deciden poner límites. “Las formas de violencia son distintas, pero la lógica es la misma: posesión y poder”, explican educadoras sociales que trabajan en institutos.
La tecnología, que debería servir para comunicar, se convierte en una herramienta de vigilancia.
La importancia de la autoestima y la educación
Para prevenir la violencia, es necesario enseñar a amar desde la igualdad. Y eso implica cambiar el enfoque: no basta con decirles a las chicas que tengan cuidado, sino darles herramientas para reconocer la manipulación y poner límites sin miedo ni culpa.
Las adolescentes que confían en sí mismas y saben identificar los signos de control suelen salir antes de relaciones abusivas. “La autoestima no se enseña en una charla, se construye día a día, con referentes, con espacios seguros donde puedan hablar sin ser juzgadas”, explica José Antonio García Serrano, psicólogo sanitario experto en el abordaje psicológico de la violencia contra las mujeres y menores de edad.
La educación afectivo-sexual con perspectiva de género —aún muy desigual en los centros escolares— se considera clave. Adaptar los contenidos a su lenguaje y sus intereses ayuda a que se identifiquen con los mensajes.
Hablar de lo que ven en sus series, sus canciones o sus redes sociales puede ser una puerta de entrada eficaz para reflexionar sobre los modelos de amor que consumen y reproducen, como recomienda García Serrano.
Romper el aislamiento
El aislamiento es una de las estrategias más efectivas del agresor. Por eso, las redes de apoyo entre amigas y compañeros son un escudo contra la violencia. Tener un grupo que escucha, acompaña y no juzga puede marcar la diferencia. “Si estás en un entorno social que te comprende y te protege, eso es un fastidio para el agresor”, señala el psicólogo.

Pero el entorno también debe responder sin culpabilizar. Cuando una adolescente se atreve a hablar, la reacción importa: no minimizar, no dudar, no culpar. En demasiadas ocasiones, las respuestas de los adultos siguen siendo tibias o paternalistas.
Hablar, creer, acompañar
Las jóvenes que viven relaciones de violencia no necesitan sermones, sino comprensión. Saber que pueden pedir ayuda sin ser juzgadas.
En España, los canales de atención como el 016, el WhatsApp 600 000 016 o el chat online del Ministerio de Igualdad están disponibles las 24 horas, pero muchas adolescentes no saben que pueden utilizarlos. Según el estudio Violencia de género en la adolescencia y la juventud, solo el 48 por ciento de las jóvenes sabe a dónde acudir si sufre violencia.
Los expertos insisten: no se trata de infundir miedo, sino de fomentar conciencia. Enseñar a reconocer los límites, a detectar los primeros signos de control y a entender que el amor no duele.
Porque aprender a amar sin miedo también es una forma de salvar vidas.
Si algo de lo que has leído te ha removido o sospechas que alguien de tu entorno puede estar en una relación de violencia puedes llamar al 016, el teléfono que atiende a las víctimas de todas las violencias machistas. Es gratuito, accesible para personas con discapacidad auditiva o de habla y atiende en 53 idiomas. No deja rastro en la factura, pero debes borrar la llamada del terminal telefónico. También puedes ponerte en contacto a través del correo o por WhatsApp en el número 600 000 016. No estás sola.


