Opinión

Lo que el ojo no ve de las elecciones extremeñas

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Los sonidos tradicionales del Sorteo de Navidad apenas han servido para atenuar el ruido político que han causado los resultados de las elecciones extremeñas. Anda el Madrid DF revolucionado, entre la euforia de unos y la conmoción de otros. Pero parece que el fogonazo de las grandes cifras del 21D ha dejado a todos deslumbrados, echando las cuentas de la lechera, sin darse cuenta de que, sobre el terreno y acercando la lupa, la realidad es mucho más compleja.

Es evidente que Extremadura abre un nuevo ciclo electoral, pero convendría analizar lo sucedido con detalle para no precipitarse en las conclusiones sobre el alcance nacional que pueden tener estas elecciones. Sobre todo, con vistas a las autonómicas de Aragón y Castilla y León. Porque hay claves que anticipan lo que puede venir, pero también hay otras que pueden inducir confusión. Ojo siempre a la señal frente al ruido.

1. Los pueblos castigan al bipartidismo

Una primera señal que despista es la caída de la participación. Comparando cifras homogéneas, sin incluir el voto desde el extranjero, retrocedió en 9,7 puntos, hasta el 62,7%. Además, el descenso no fue homogéneo, sino inversamente proporcional al tamaño de los municipios. En las tres capitales, con más de 50.000 habitantes, solo bajó un 2,5%, mientras que en los de menos de 2.000 habitantes –que reúnen a una cuarta parte de los electores– se desplomó un 17,9%. Si se tiene en cuenta que es precisamente en estos últimos donde el PSOE estaba más fuerte, podría parecer que los pueblos han abandonado a los socialistas, pero la realidad no es exactamente así, por varias razones.

Para empezar, unas elecciones autonómicas en solitario en un territorio rural como Extremadura no son como unas de ámbito nacional. Por eso la participación bajó tanto, como era de esperar cuando no hay coincidencia con unas elecciones municipales, en las que los alcaldes y las agrupaciones locales actúan como maquinarias de movilización. Ir a votar se ve más interesante si está en juego la alcaldía de tu pueblo que lo que pasa en Mérida. El resultado de este diferente comportamiento hace que los pueblos, habitualmente mucho más participativos, ahora se hayan puesto al nivel de las ciudades, haciendo todo más homogéneo.

¿La caída en los pueblos ha afectado a todos los partidos por igual? No. El más perjudicado es el PSOE, que ha perdido 66.000 votos en los municipios de menos de 10.000 habitantes, pero es que el PP se ha dejado casi 16.000. En total, 82.000 votos menos para el bipartidismo en los pueblos. En cambio, Vox ha ganado en ellos casi 19.000 papeletas y Unidas por Extremadura 6.300.

En porcentaje, la suma de PSOE y PP se ha quedado en el 66,9%, cuando nunca en autonómicas se había bajado del 74%. Por tanto, el mundo rural ha castigado al bipartidismo con abstención y, en menor medida, con voto a los extremos.

2. El giro a la derecha es sobre todo urbano

El hito de este 21D es que, por primera vez en unas autonómicas, la derecha ha derribado el muro extremeño del 50% y ha conseguido llegar hasta el 60,1%. Se consolida así lo avanzado en las europeas de 2024. Pero este giro a la derecha de la mayoría oculta matices importantes, porque una parte de ese salto es efecto de la abstención. En cifras absolutas, la suma de PSOE y Unidas por Extremadura ha perdido casi 90.000 votos con respecto a 2023, pero PP y Vox solo han logrado 31.200 votos más. Así que hay cerca de 60.000 votantes de izquierda que esta vez se han quedado en casa, a la espera de una opción más atractiva. Ojo, porque el giro podría ser solo un espejismo.

Se da la circunstancia de que quienes han optado por cambiar de bloque están sobre todo en las ciudades. La derecha no llega a ganar 3.000 votos en los municipios de menos de 10.000 habitantes (donde la izquierda pierde casi 60.000). En cambio, en los demás municipios arrancan algo más de 28.000 votos, frente a los 30.000 que se deja la izquierda. La clara victoria en un feudo socialista como Mérida o la segunda posición de Vox en Badajoz son buenos ejemplos. Atención entonces a las ciudades como terreno de batalla para próximas elecciones.

Óscar Fernández Calle en Mérida.
EFE/Vicente M Roso

3. Los jóvenes se suben a la ola autoritaria

No hay duda de que el ascenso de la derecha en los principales municipios tiene mucho que ver con el tirón de Vox entre la población joven. Los trackings de los últimos días indicaban que los de Abascal eran la principal opción entre los menores de 35 años. Gracias a ello, en las capitales Vox ha pescado 10.000 votos más, frente a los 6.000 del PP.

Y si la diferencia no resulta mayor es porque el voto autoritario entre las mujeres es la mitad que entre los hombres. Ellas han optado en mayor proporción por el PP. Mientras, en la izquierda, la ventaja de voto femenino en el PSOE prácticamente se ha diluido, no sabemos si por los casos de abuso destapados en el último tramo de la campaña o por el discurso feminista de María Guardiola.

En todo caso, las transferencias que ha recibido el PP desde el PSOE han sido lo comido por lo servido: todo lo ganado por la izquierda (10-11%) lo ha perdido por su derecha (11-12%). Y a ello hay que añadir que en torno a un 4% de los votantes socialistas han dado el salto directo a Vox, en línea con lo que muestran las encuestas nacionales.

4. Gallardo no es Alegría

No es un juego de palabras, aunque bien podría serlo. Ojo con trasladar los resultados de Extremadura a Aragón. Allí Azcón también tiene 28 escaños y necesita llegar a los 34. Pero enfrente no tiene a una candidata tan debilitada como el ya exsecretario general del PSOE extremeño.

A pesar de su larga trayectoria como alcalde y presidente de la Diputación de Badajoz, Miguel Ángel Gallardo llegaba tocado por varias razones. Desde fuera ya se conocía su imputación por la contratación de David Sánchez, el hermano del presidente del Gobierno, y su polémica jugada de aforamiento en la Asamblea. Salga lo que salga del juicio, tres de cada cuatro extremeños están convencidos de que autorizó la creación de un puesto para él, así que ya estaba sentenciado para los electores.

Dentro de la región se sabía que su liderazgo interno era débil, pues las victorias en dos primarias ante dos candidatas cacereñas no habían aplacado las discrepancias con una parte del PSOE de Cáceres.
Por si esto fuera poco, en la región es fundamental ser muy reivindicativo con el Gobierno nacional, aunque sea del mismo partido, para acabar con la situación de abandono. Gallardo empezó muy combativo con la defensa de la continuidad de la central nuclear de Almaraz, pero después su posición en este y otros temas se fue diluyendo. Además, en Extremadura sigue habiendo algunas tensiones provincialistas, de modo que ser presidente de la Diputación pacense no es precisamente un factor positivo para la otra provincia. Todo ello ha contribuido a su baja valoración entre los extremeños.
Si en las próximas elecciones en otras comunidades el PP se encuentra a candidatos más sólidos, es posible que las transferencias de voto recibidas de los socialistas no sean suficientes para amortiguar la capacidad arrolladora de Vox.

Son algunos de los muchos detalles que hay que valorar a la hora de sacar conclusiones para las convocatorias que van a venir en los próximos meses. Sobre todo, si se pretende eludir un complicado escenario de negociación como el que se ha abierto en Extremadura. ¿Serán capaces de ponerse de acuerdo PP y Vox como esperan sus votantes? ¿Triunfará una abstención patriótica como la que permitió la investidura de Rajoy? ¿O habrá repetición de elecciones extremeñas en junio?