De entrada, la sospecha sería que sí. Los hombres en puestos de mayor estatus pueden ser más propensos a la infidelidad, ya que el estatus suele considerarse un rasgo atractivo y suele conllevar más oportunidades de encuentros extramatrimoniales. Ciertamente, los estudios realizados con profesionales han demostrado que el poder está vinculado a una mayor infidelidad, y quienes ocupan puestos más altos son más propensos a ser infieles. Pero no sólo por eso. Es fácil imaginar alguien de estatus elevado, con dinero y que se mueve por trabajo tendría más fácil ocultar sus aventuras que un tipo en un barrio donde todo el mundo sabe que se entiende con la mujer del tendero.
Echemos una ojeada a varios estudios y encuestas recientes sobre la infidelidad en España realizados por entidades como el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS), el Instituto Francés de Opinión Pública (IFOP) y plataformas como Gleeden o Ashley Madison. Estos análisis abordan tanto la prevalencia como las percepciones y causas de la infidelidad, incluyendo diferencias por género, edad y región. Y lo que dicen confirma las primeras hipótesis. En general, los hombres son más infieles (hasta 4,3 veces más en muestras profesionales, como médicos/enfermeras), y hay evidencia que respalda que los ricos engañan más, aunque no es unánime y depende del contexto.
El 39% de las infidelidades españolas se asocia a perfiles con ingresos medios-altos. También los estudios indican que la infidelidad es más frecuente en clases altas por los recursos económicos y oportunidades que hemos comentado. En España, las clases pudientes lideran el engaño por tener más alcance (viajes, tiempo libre, discreción), lo que facilita aventuras sin riesgos. No es solamente lujuria, también capacidad logística: “Las ganas igualan a ricos y pobres, pero los recursos marcan la diferencia“, dice el sociólogo Fermín Bouza, de la UCM.
Pero, ¿recuerdan que el director ejecutivo de una empresa tecnológica fue captado rodeando con sus brazos a una mujer que no era su esposa, una ejecutiva de recursos humanos de la misma empresa? Pues esta pareja pillada abrazándose en un concierto reciente de Coldplay discutiría estas encuestas. Y más siendo americanos. Verán: aunque los hombres suelen ser más propensos que las mujeres a ser infieles, este patrón no se mantiene entre los estadounidenses en edad productiva. Wendy R. Wang es directora de investigación del Instituto de Estudios Familiares y experta en tendencias demográficas, matrimonio, familia y bienestar.
Según su análisis de los últimos datos de la Encuesta de Servicios Generales (GSS) sobre adultos alguna vez casados de 25 a 54 años, los hombres no son más propensos que las mujeres al engaño. Alrededor del 11 % de los hombres y el 14 % de las mujeres afirman haber sido infieles estando casados, diferencia poco significativa estadísticamente hablando. Y no sólo eso: la infidelidad parece ahora ir de baja. Según cuenta Wang, se observa una disminución en la proporción de infidelidades entre los estadounidenses que alguna vez se han casado y que se encuentran en la edad laboral más productiva. Entre 1991 y 1998, el 17% de los adultos de este grupo declaró haber tenido relaciones sexuales con alguien que no era su cónyuge durante su matrimonio. Esta proporción disminuyó al 14% entre 2010 y 2018, y al 13% según los datos más recientes disponibles, de 2021 a 2022. En cambio, la proporción entre las mujeres alguna vez casadas en edad productiva se ha mantenido relativamente estable a lo largo del tiempo. Como resultado, las tasas de infidelidad ahora son prácticamente iguales entre hombres y mujeres en edad productiva.
Así que, aunque en Europa pensamos que las clases altas son más liberales en sus costumbres, y por ello más propensas a la infidelidad, no ocurre exactamente así en los EE UU. Las personas con educación universitaria se inclinan menos a ser infieles que quienes no la tienen (10% frente a 15%). La práctica religiosa también influye significativamente en la infidelidad: los adultos que asisten regularmente a servicios religiosos son mucho menos propensos a ser infieles que quienes nunca o rara vez asisten a esos servicios (8% frente a 18%). ¿Es resultado de una vuelta al conservadurismo que también llegará a Europa? Iremos viendo.